lunes, 30 de junio de 2014

CHRISTINE DE PISAN

Christine de Pisan (1364-1430) fue la primera mujer en  la historia que recibió dinero por sus escritos. En principio, lo hizo por necesidad, pues tuvo que hacerse cargo de su familia y sacarla adelante.

Docta, ilustrada y preparada, gracias a su padre, profesor de la Universidad de Bolonia, que fue llamado más tarde por Carlos V de Valois en calidad de médico y astrónomo.

Christine tuvo a su disposición, en la corte, tutores privados y se educó en un ambiente claramente humanista, rico en nuevas ideas y en un retorno al amor por el conocimiento.

Hablaba italiano (lengua materna), latín y francés, idioma elegido para escribir sus obras.

Además de enviudar a los diez años de casada, tuvo que afrontar pleitos en soledad y perder gran parte de su patrimonio, por lo que pensó que escribiendo se ganaría la vida y desarrollaría su verdadera vocación.

Sus primeros escritos fueron Baladas Amorosas, pues a los quince años se había casado, muy enamorada, de un joven noble que conoció en la corte francesa. Cuando tenía veinticinco años su marido falleció a causa de la peste y se centró en escritos que hablaban más del dolor y la soledad...

Más tarde, incluyó aspectos filosóficos, políticos, mitológicos, de amor cortés y, a partir de 1399 empezó a escribir sobre los derechos de las mujeres (obras que siguen sorprendiendo por su actualidad). En 1405 escribió  su obra más importante "La Ciudad de las Damas" en la que se enfrentaba al sistema misógino y se pronunciaba abiertamente a favor de los derechos de las mujeres.

Narra como, estando en su estudio, vienen a visitarla tres damas que le exhortan
a confiar en su propia experiencia y le ayudan a rebatir las acusaciones de corte patriarcal. Desde el punto de vista laico representan la razón, la rectitud y la justicia y, desde el punto de vista teológico, la fe, la esperanza y la caridad.

Su propósito es construir una ciudad-fortaleza que reuna a las mujeres más virtuosas de todos los tiempos para defenderse de las agresiones masculinas. Primero, hay que limpiar el terreno de los ataques misóginos y luego erigir los edificios y la fortaleza en el terreno más propicio: "el campo de las letras". Los cimientos serán los ejemplos de las mejores; la argamasa, la tinta y la azada, la inteligencia.

La tarea compete a todas las mujeres, pues es un trabajo colectivo nacido del compromiso. La razón es la que guiará la construcción y tendrán derecho a recibir la misma educación, que es la que facilita vivir en igualdad (tanto de sexos como de clases).

Impresiona, en pleno siglo XXI, la claridad de ideas y firmeza de argumentos de una mujer de la baja Edad Media que se atrevió a introducirse en el campo más y mejor reservado por los hombres, el de las letras.

Christine no sólo escribía y copiaba textos, sino que además los ilustraba ella misma con maravillosas miniaturas. Llevaba a cabo todo el proceso de creación y difusión y cuidaba y defendía su obra como un verdadero tesoro para las mujeres de todos los tiempos (su obra es atemporal).

"El Dechado de Juana de Arco" (coetánea) fue su última obra y aúnaba en la pucelle (doncella) todas las virtudes posibles.

Fallecía, a los 66 años, en el monasterio de Poissy y creo que su mejor legado es la necesidad del "espacio femenino".






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