jueves, 14 de mayo de 2015

ELISABETH VIGÉE-LEBRUN

Elisabeth Vigée-Lebrun es la mejor pintora francesa del siglo XVIII y éste es uno de los veinte autorretratos que realizó. En un viaje a Amsterdam, que llevó a cabo con su marido en 1781, pudo contemplar con detenimiento un cuadro de Rubens ("Sombrero de paja") que captó toda su atención. Ese juego de luces (directas e indirectas) hecho de un modo tan exquisito la llevó a hacer su propio y original experimento, algo que no estaba al alcance de la mayoría de sus contemporáneos pero que ella consiguió.

Creó su estilo de relación entre el sujeto humano y su ambiente. La figura no solo posa sobre el fondo de un paisaje, sino que resplandece al aire libre. La frescura es su tipo de reclamo sensual preferido y nadie la superó en interpretar el esplendor de mujeres jóvenes y felices.

Llegó a convertirse en la pintora favorita de la reina María Antonieta y gracias a su influencia entró en 1783 en L´Académie Royale de Peinture et de Sculture, donde no fue muy bien recibida por la imposición real. El mismo día eligieron, siguiendo los cauces normales, a Adélaide Labille-Guiard.

Paradójicamente, fue la Revolución Francesa de 1789 la que rechazó a las mujeres, tanto a las que la apoyaban como a las que no. Ellas afirmaban que, al final del Antiguo Régimen (Absolutismo) eran las mujeres las que reinaban, las que habían adquirido un papel muy preponderante en la sociedad y, sin embargo, eran "los avanzados ideológicamente" quieres las destronaban...

Es a principios del siglo XIX cuando las corrientes más importantes de pintura abandonan la gracia y el buen gusto para dar paso al viril neoclasicismo y al incipiente romanciticismo. Se pierde la delicadeza genuina, la sensibilidad y el toque emotivo y el arte empieza a dacaer y a entristecerse. Es como si la luz que las pintoras  fueron capaces de captar y reproducir, se intentase cubrir con un sutil velo gris que las ensombreciera...

Es una verdadera pena que se las haya olvidado de tal forma que ni siquiera las conozcamos en el momento actual, cuando fueron las que marcaron la pauta y las que dieron el paso evolutivo que tocaba dar. Es hora ya de poner a cada uno en su sitio y de mostrar de nuevo todo su esplendor.

Desde aquí mi homenaje a estas dos fantásticas mujeres que fueron fieles a su vocación y no se dejaron doblegar por nada ni por nadie. Ellas nos han legado arte auténtico y genuino y, como tal, imperecedero...




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