martes, 1 de septiembre de 2015

84, CHARING CROSS ROAD

Helene Hanff, cuando tenía 33 años, aspiraba a ser escritora y vivía en un sencillo y caótico apartamento (calle 72 del barrio de Manhattan); escribía obras de teatro no muy destacadas y más tarde guiones para la televisión.

Además de la escritura le apasionaba la lectura pero tenía difícil acceso a las ediciones fieles y completas de los libros que más le interesaban por sus elevados precios, por eso se dirigió a una librería londinense especializada en libros de segunda mano que vió en un anuncio. Empezó así una relación con ellos (a través de cartas) que duraría 20 años (84, Charing Cross Road).

Poco se podía imaginar que, cuando presentó las cartas a una editorial, las convirtieran en libro. Aunque el éxito fue discreto, los lectores se lo fueron aconsejando unos a otros convirtiéndolo en un libro imprescindible que alcanzó fama internacional y le permitió a Helene subsistir hasta su muerte (con 81 años) gracias a los derechos de autor. Primero se adaptó al teatro, pero a finales del los 80 Mel Brooks adquirió los derechos del libro como regalo para su mujer en el 21 aniversario de su matrimonio.

Brooks encargó al británico David Jones la dirección de la película y al guionista Hugh Whitemore que adpatara la obra a la pantalla, respetando al máximo el texto original. Helene (Anne Bancroft) era vitalista, solitaria, culta, de fuerte carácter y un poco excéntrica. Frank P. Doel (Anthony Hopkins), el librero londinense con quien mantenía la correspondencia, más british, contenido y correcto no exento de ternura.

Aunque el libro es magnífico, un auténtico "libro de culto", la película es tan buena que lo enriquece enormemente (yo sugiero, primero leerlo y luego ver las imágenes), son totalmente complementarios y se retroalimentan.

La relación que mantienen no es sólo comercial y, a través de las cartas, podemos ver su vida cotidiana; Londres todavía sufría las consecuencias de la 2ª Guerra Mundial y Helene, desde América, intentaba suavizar sus carencias enviando paquetes de comida y artículos imposibles de adquirir en Inglaterra (como las codiciadas medias de nylon). Los lazos de hacían cada vez más fuertes, pero jamás se traspasaban los límites de la corrección.

En las imágenes de la película podemos captar mejor las expresiones de las cosas que iban ocurriendo, tanto positivas como negativas, pero sin grandes tragedias ni exacerbadas pasiones. El lector o espectador se puede idendificar perfectamente y eso es parte de su éxito.

Cuando, por fín, Helene llega a Londres, no puede conocer a Doel, que había fallecido. Sin embargo, los dos se habían llegado a comunicar con mucha más cercanía, a pesar de la separación física de todo un océano, que si se hubieran visto todos los días. Ahora tenemos internet, pero antes sólo existían las cartas...

Me encanta esta tierna historia de amistad en la que "el amor a la literatura" juega un papel tan importante. ¿Libro película o película libro? Primero que nuestra imaginación vuele y luego que nos ayuden el guionista y el director...

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