jueves, 10 de septiembre de 2015

CAFÉ DEL JARDÍN

Si hay un plan que me puede gustar, ahora que se acerca el otoño, es ver un museo y luego, sin romper el encanto de lo que acabo de experimentar, sentarme en un lugar que me permita sedimentar todo lo contemplado y poder anotar cosas que me han llamado poderosamente la atención.

En Madrid, como formando parte del Museo Romántico (pero independiente) hay un delicioso lugar que cubre todas mis expectativas para lo que acabo de exponer y es "El Café Jardín", rincón romántico (en absoluto cursi) que es una perfecta simbiosis entre un salón de té del siglo XIX con reminiscencias inglesas y francesas.

La decoración, con una luminosidad resplandeciente que entra del jardín, es delicada, dulce y muy agradable. Los productos que ofrecen son caseros, frescos y de la mejor calidad. Se conjugan perfectamente el alimento del cuerpo y del espíritu, cuidan el detalle, el amor por lo bien hecho y se han ganado ya una clientela fiel.

Hay pocos espacios así, en los que de verdad se disfruta del arte y de la gastronomía con silencio, sosiego y pulcritud extrema. Tiene personalidad propia, por lo que se puede acudir a él sin necesidad de visitar el museo (aunque es recomendable hacerlo pues la experiencia es más completa). Es como un soplo de aire fresco, un alto en el camino, un espacio propicio para elevar el bienestar y la calidad de vida.

 Salir de un lugar con mejor tono, las mejillas sonrosadas y entonada, es un regalo que, con frecuencia me concedo. No me gusta vivir de forma vertiginosa ni pasar por alto las cosas que realmente merecen la pena. Considero todo un arte el saber crear ambientes para que nos sintamos tan a gusto pues de ahí saldrán cosas mucho más creativas y renovadas, sin prisa pero sin pausa, con sedimento... Forma parte del "downshifting" que hace tiempo que practico, es decir, reducir la marcha y vivir de forma más simple no dejándome atrapar por el obsesivo materialismo y reduciendo la tensión, el estrés y los transtornos físicos y psíquicos que llevan consigo.
Para frenar todo eso nada como un delicioso y tranquilo desayuno.

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