viernes, 4 de septiembre de 2015

CASTILLA LA VIEJA

Hace unos días, en un precioso atardecer, pasaba en el coche empapándome de Castilla la Vieja, lugar en el que se hallan mis raíces y en el que sus horizontes infinitos me expanden el alma, cuando ví, a lo lejos, en la frontera de la Tierra de Campos y los Montes Torozos, "Urueña", el pueblecito medieval y amurallado al que mi queridísimo y admirado Joaquín Díaz ha entregado su vida.

De repente, todos los recuerdos de mi vida universitaria en Valladolid, ciudad en la que los dos estudiamos en la Facultad de Letras (él Derecho y Filosofía, yo sólo Derecho), vinieron a mí con una claridad meridiana. Me llevaba los suficientes años como para que despertara mi admiración con su ejemplo de coherencia y consecuencia. Abandonó los estudios encorsetados para seguir su camino con coraje y de forma autodidacta. Tomó las riendas de su vida y la vivió a su manera (agradeciendo a sus padres la paciencia que tuvieron al confiar en él por no seguir la ruta políticamente correcta...).

Su personalidad se ha formado como a cincel. Todas las decisiones personales importantes las ha tomado él y por eso dejó una Universidad (que no colmaba sus expectativas) para hacerse intérprete de la canción tradicional que él mismo recopilaba. En diez años grabó más discos que ninguno, hizo más recitales que nadie, recorrió actuando más paisajes que cualquiera... pero jamás aceptó tener "agente artístico" pues sabía que no cuidaría la selección del público, el lugar o el momento. En 1976 abandonó las actuaciones en público para dedicarse a la investigación de la cultura popular, especialmente la de Castilla la Vieja.

¿Cómo se iba a imaginar que su sueño se convertiría en realidad? Tampoco creo que le extrañe demasiado pues ha basado su vida en cuatro pilares fundamentales, tan sólidos como la muralla que rodea el lugar que habita: criterio de elección (con sensatez y responsabilidad), constancia (tradición y aprendizaje), curiosidad (la chispa que enciende el conocimiento) y paciencia.

Joaquín llegó a esta colina amurallada del corazón de su amada Castilla el último día de 1988, pero la conoció en 1970 en una grabación para la tele. Le fascinó pues era una ruina noble que se había salvado de los atropellos urbanísticos de los años 60 porque en ella había poco dinero. Al cabo del tiempo ha podido demostrar que los pueblos pueden subsistir si se invierte un poco en ellos.

Siempre se ha levantado a las seis de la mañana, por lo que barría la calle a esa hora (y así no le veía nadie). Sus amigos pensaba que se había vuelto loco, no tenía calefacción y los vientos se llevaban las tejas. Pero él no cejó en el empeño y se instaló en 1989 con su Centro Etnográfico (germen de la Fundación Joaquín Díaz) en "La Mayorazga", casona del siglo XVIII en la que vive junto a sus libros (unos dieciséis mil...) y otros muchos tesoros culturales al alcance de la mano, rodeándole.


Urueña pertenece al "selecto Club de los Pueblos más Nobles de España" y está declarado BIC (Bien de Interés Cultural). Es una referencia de turismo cultural y "La Villa del Libro" (doce librerías); muy cerca está El Museo de Campanas y El Museo de la Música. Pero Joaquín teme que se pierda su esencia de pueblo sosegado y silencioso en el que el pensar y el sentir se vuelve fácil. Hay que prevenir antes que curar y evitar que se convierta en parque temático.


Para terminar, os sugiero que escuchéis en you tube "Mare de Déu del Mon" (Marina Rossell y Joaquín Díaz) dentro de las Dendolatrías (adoración por la naturaleza y veneración por los árboles).




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