viernes, 27 de noviembre de 2015

REGRESO A HOWARDS END

Esta preciosa casa, "Peppard Cottage" (Oxfordshire), sirvió para rodar la película titulada "Regreso a Howards End", dirigida por uno de los directores de cine contemporáneos que más me gustan: James Ivory. Norteamericano, nació en 1928 y estudió Arquitectura y Bellas Artes; viajó a París, Venecia y la India y más tarde se especializó en adpatar buenas obras literarias (inglesas y americanas) al mundo del celuloide. Sus premios, su delicadeza, el rigor con el que trata el cine de época y la elección de excelentes actores, le hace ser uno de los directores más admirados por el público y la crítica.

En 1992 sacó a la luz esta auténtica obra de arte, basada en una novela de E.M. Forster con el mismo título. Ivory lleva a cabo una ilustración perfecta de los acontecimientos narrados en la novela y la interpretación del elenco de actores da profundidad y humanidad a sus personalidades pero éstos no se comprenden bien del todo (sus motivaciones y sus deseos, sus contradicciones y anhelos) hasta que no se ha leído la novela.

Confieso que de todos los que actúan en el film, las actrices Vanessa Redgrave y Emma Thompson son mis favoritas. Nadie podría transmitir la sensibilidad el autor de una manera más auténtica y natural.


En el libro, Forster lleva hasta sus últimas consecuencias la técnica del narrador omnisciente (al estilo de Henry James), permitiéndose opinar sobre sus personajes, criticarlos, tratarlos con ironía, entenderlos y justificarlos, valiéndose en todo momento de un finísimo sentido del humor típicamente británico del que carece la película. Hay párrafos que me han llegado a conmover, que me han llenado y que he leído una y otra vez fascinada y ésto es suficiente para saber que el libro es muy bueno.

Conocemos a las "hermanas Schlege", dos mujeres independientes que conocen en un viaje a la "familia Wilcox". Comienza una historia de amor que se ve truncada provocando la decisión de las familias de no verse más... hasta que les toca regresar a Howards End.

De corte romántico, está tejido como una comedia de enredos en la que nos muestra una dura crítica a la sociedad inglesa, denunciando los abusos de poder de las clases altas que, de una forma frívola e irresponsable, no dudan en arruinar la vida de quienes tienen por debajo.

Se encuentran dos sensibilidades contrarias construídas a partir de tópicos que se cumplían en aquél momento. Con un ritmo ágil y fluído, cuenta lo que hacen y piensan sus personajes y nos insinúa constantemente el difícil camino de la comprensión.

Los Wilcox son capitalistas vitorianos, las Schlege filántropas y los Basts trabajadores de la clase baja, con lo cual salen a relucir las clases sociales inglesas perfectamente delimitadas. Se contraponen así dos mundos: el negocial materialista (que amasa posesiones para vanagloriarse) y el artístico e intelectual (que no desdeñando tener propiedades, las ama y las cuida como si fueran sus hijos). La Señora Wilcox y la hermana mayor de las Schlege, se llegan a hacer grandes amigas después de tantearse, tolerarse y sentirse unidas por el amor a la casa.

Y es precisamente ese delicioso cottage lo que une dos mundos tan diferentes y la herramienta de la que se sirve el autor para hacernos concebir la esperanza de que, sin polémica pero con una admirable aceptación de los hechos, ambos mundos pueden llegar a convivir...

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