domingo, 22 de mayo de 2016

LE BOIS DES MOUTIERS

Cuando el arquitecto inglés Edwin Lutyens conoció a la famosa paisajista Gertrude Jekyll hizo este dibujo en una de las cartas que envió a su esposa, Emily Lytton (hija del Virrey de la India), para explicarla el impacto que le había causado. Desde entonces la llamaría "my fairy godmother" (mi hada madrina). Se hicieron muy buenos amigos y colaboraron en proyectos de casas de campo; ambos eran entusiastas de las técnicas tradicionales de construcción y viajaban juntos en un pequeño carruaje recorriendo las campiña y los caminos de Surrey para ir recopilando información.

En 1898 se les hizo un encargo conjunto: la familia de banqueros Mallet quería una casa con jardines y un gran parque en el norte de Normandía (Francia). Ambos habían adquirido una formación bastante autodidacta estudiando la arquitectura vernácula bajo una atmósfera cultural dominada por las teorías de William Morris, que planteaban soluciones ante la crisis ambiental producida por la implantación de la industria.

Se buscaba una relación equilibrada entre el campo y la ciudad que evitase la destrucción de las tradiciones rurales y el Movimiento Arts & Crafts fue la versión anglosajona de otros Movimientos europeos que se oponían a la feroz deshumanización que traía el capitalismo.

Se reconstruyó la casa evocando los sencillos placeres del campo inglés. Era un conjunto asimétrico de gran simplicidad, con sus características chimeneas y paredes planas, protegida por una gran cubierta evocadora del mundo seguro y estable de la tradición constructora normanda. Se creó un hogar.

Gertrude hizo siete niveles de ajardinamiento, espacios cerrados que rodeaban la casa. Dentro de cada uno de ellos logró una armonización de colores, formas y perfumes creando una atmósfera diferente en todos ellos. Era como un cuadro vivo con una gran influencia de Turner y los Prerrafaelitas.

El parque descendía hacia el mar y el suelo propició la introducción de raras especies como el rhododendro de los Himalayas, las azaleas de China o las eucryphias de Chile. Se quería manifestar que la naturaleza misma era la inspiradora, pues en ella no hay nada estático, todo vive, muere, se transforma bajo nuestros ojos; ella no nos pertenece, somos nosotros quienes la pertenecemos a ella.

Grandes ventanales se abrían sobre el extenso panorama prolongando exteriormente la intimidad de la casa. Todo en ella invitaba al diálogo, a la poesía, a encuentros extraordinarios. Se utilizaba la luz cambiante sin cesar como argamasa; se podía inhalar la vida a través del sonido de pequeñas teclas o de grandes efectos. Sus propietarios pretendían que en dicho lugar se fomentara el estudio comparado y transversal de las ciencias, las religiones, las filosofías, las artes; también se podían preparar para acoger nuevos descubrimientos que ayudasen al hombre a aceptar facultades latentes útiles para su expansión.

Allí se alojaron sabios de Oriente, como Krishnamurti o Rukmini Devi Arundale (la gran amiga de Gandhi) y lo definían como un lugar de sencilla armonía.

"Este mundo es cada uno de nosotros; sentirlo, impregnarse verdaderamente de esta comprensión, con exclusión de cualquier otra, implica un sentimiento de una gran responsabilidad y una acción que no debe ser fragmentada sino global" (Krishnamurti).

Gertrude y Edwin lo habían conseguido, habían trabajado en conjunto pero creando una sola obra. El colaborar en actividades creativas y útiles crea lazos indestructibles y los que tienen el privilegio de experimentarlo deberían cuidarlo como una auténtica obra de arte... Ellos lo hicieron y nos han dejado huellas imborrables.




1 comentario:

  1. Qué maravilla!!!
    Da gusto leerte!!
    Siempre tienes algo especial que contar "señorita bien"!!
    Un abrazo y besos!!

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