domingo, 18 de diciembre de 2016

EL CISNE NEGRO

Llevaba mucho tiempo imaginando un lugar así al que poder ir cualquier día de diario a reponer fuerzas, a charlar con alguna amiga, a sentarme tranquilamente a ojear libros que luego me llevaría a casa o, simplemente, a hacer un alto en el camino, pero lo veía muy lejano. Hace unos días, mi amigo el pintor Borja Echevarría, que me conoce muy bien, me dijo que ya habían abierto "el lugar de mis sueños" y que tenía que ir a conocerlo lo antes posible porque me iba a encantar; ofrecía exactamente todo lo que yo estaba esperando, no me defraudaría...

Como siempre, le hice caso y fui inmediatamente. Atravesé el Mercado y llegué al callejón en cuya esquina estaba "El Cisne Negro", una librería-tetería, pequeñita, pero con mucho encanto. Entré y conocí a Mer y a Gonzalo, sus dueños, que me recibieron con naturalidad y cordialidad. Nos sentamos en una de las mesitas y decidimos que sería una buena idea hablar de mi cuarto libro...

Dicho y hecho: ayer sábado, por la tarde, nos reunimos un pequeño, pero muy selecto, grupo formado por los lectores, los libreros y la escritora. Como decía Chesterton, "toda amistad verdadera comienza con el fuego, la comida, la bebida y con la aceptación de la lluvia y la escarcha".
En realidad fue una charla en la que más tarde intervenimos todos. La buena energía circulaba libremente entre unos y otros y nos sentíamos muy bien. Este tipo de "saloncitos" son escenarios magníficos para poder gozar de buena compañía y conversación.
Ellos nos ofrecen té, chocolate o café, es decir, las bebidas conocidas como "intelectuales", pues nos mantienen despiertos, favorecen la locuacidad, estimulan el sistema nervioso y reducen  la fatiga mental. También se pueden degustar exquisitas delicatessen, por lo que el dulce también está presente. No olvidemos que los chinos afirman que ayuda a digerir los alimentos, es sedante, quita los espasmos, nutre la energía mental y, como consecuencia, la espiritual.

Ayer, alerededor de un humeante chocolate con canela y un riquísimo bizcocho de dátiles y nueces, compartimos mesa, nos abrimos, nos aproximamos, aumentamos nuestra intimidad y nos sentimos "en casa". Todos entramos en la dimensión del "sentir" y es que "el sentimiento" aporta una gran riqueza a la razón, facilita mucho la comprensión global de las cosas. El ser humano necesita comprender y ser comprendido y una buena taza de té, chocolate o café nos hace sentir más flexibles, más expandidos, más tolerantes.
Decía Grimon de la Reynière: "Los placeres del dulce son los primeros que se conocen, los que más tarde se abandonan y los que más a menudo se pueden saborear. ¿Podría decirme lo mismo del resto?"
Creo que es una buena noticia que en la calle San Quintín, 6 de San Lorenzo de El Escorial, podamos gozar de un lugar que nos brinda la posibilidad de gozar de todo lo que he contando junto a buenos libros.

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