viernes, 21 de abril de 2017

INTERCAMBIOS

La naturaleza nos ha dado los órganos de los sentidos (tacto, gusto, oído, olfato y vista) para que podamos hacer intercambios con la creación y con las demás criaturas.
Nuestra vida afectiva e intelectual consiste también en "encuentros": con las palabras, los pensamientos y los sentimientos no dejamos de tejer una red de relaciones que es la base de nuestra vida familiar y social.
Me temo que, en la actualidad, no se obtienen suficientes beneficios de estos intercambios debido a la falta de atención mantenida para estar plenamente consciente de lo que se vive. No existe una realidad objetiva sino lo que cada uno vive y siente. Podemos dudar de lo que vemos, de lo que oímos, de lo que tocamos... pero lo que sentimos, no podemos ponerlo jamás en duda; es una realidad. Todo vive, todo vibra, todo irradia; ese es el resplandor de la creación que podemos sentir sin necesidad de ver.
Es cierto que cuanto más sensible se vuelve un ser, más se expone a sufrir por todo lo que oye y escucha a su alrededor, pero ¿hay que volverse insensibles para no sufrir? ¡No! Nos volveríamos duros como las piedras...

Es el grado de sensibilidad el que determina la grandeza de un ser humano, pero no hay que confundirla con sensiblería.
Ser sensible es ser capaz de abrirse cada vez más a lo que nos rodea, de captar maravillas, de planear alto y de irse haciendo cada vez más inmune a la estupidez, la vulgaridad y la maldad. A mayor belleza, mayor alegría, mayor bienestar, mayor claridad.
La inteligencia del hombre no es sólo producto de sus estudios y de sus reflexiones, sino la consecuencia del estado (bueno o malo) de todas las células de su cuerpo.

No deberíamos preocuparnos únicamente de nuestro buen alimento físico, sino también del psíquico (sensaciones, sentimientos, deseos, pensamientos). A medida que vamos mejorando y puliendo nuestra forma de vida, lo hacemos con nuestra inteligencia. Podemos nutrirnos, por ejemplo, del perfume de las flores sin necesidad de cogerlas ya que disfrutar de su fragancia es suficiente. Hay personas que, como las flores, propagan a su alrededor luz, calor, poesía.
Abriéndonos a la naturaleza ella nos hace participar de su vida. No nos sentimos realmente vivos hasta que decidimos entrar en relación con esta vida inmensa, inagotable, que se manifiesta por todas partes en el universo.

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