domingo, 24 de septiembre de 2017

EL JARDÍN DE LAS LETRAS

¿Cómo podría imaginar que, callejeando por otro de los pueblos que están junto al río Dordoña, iba a descubrir un jardín tropical? La Roque-Gageac, en Aquitania, goza de un microclima que llevó al científico y director de Medio Ambiente - Gérard Dorin - a plantar en su pueblo un jardín exótico (en 1970) junto a la antigua iglesia. Me llamó la atención el "papirus", de cuyo tallo se obtenía una lámina para escribir en ella.

Un cartel casi imperceptible anunciaba "Le Jardin des Lettres" y me sentí magnetizada en el acto. Estaba convencida de que algo maravilloso me esperaba y no me confundí lo más mínimo: la propietaria, Nicole,  una librera-escritora de mediana edad, con una sonrisa encantadora y un francés suave típico de la zona, me contó muchas cosas de su pueblo - uno de los más bonitos de Francia - mientras yo compraba algún regalo, un par de libros y un juego de cartas y sobres de papel, bien sûr!

Tenía un dibujo sin enmarcar, junto a un jarrón de flores frescas, que me gustó mucho; no era ella ni nadie que conociera, lo había sacado de internet y lo había guardado, c´est tout! Una naturalidad y sencillez que me invitaban a seguir averiguando la historia del lugar...
Jean Tarde (1561) en sus Crónicas relataba su historia medieval y llevó a cabo un detallado mapa de la región, que sirve de fuente de estudios. La gran casa de su familia siempre ha dominado el corazón del pueblo y me dijo que no dejara de verla. En su interior, con un telescopio traído de Roma, Tale afirmó - como Galileo - que los astros giran alrededor del sol, algo que no gustó a la Inquisición.

Al despedirnos, Nicole me mostró el balcón de su casa (encima de su negocio) y me invitó a que volviera con  más calma para poder enseñarme a fondo toda la zona. Ella era la viva imagen de que el ocio es negocio, una de las máximas de mi propia vida.
Me dirigí hacia el lugar indicado mientras disfrutaba enormemente de las casas, de las vistas, del ambiente y del lujo de poder transitar por un sitio que fue reconstruído después de que, en 1957, un bloque de piedra caliza se desplomara aplastando edificios y personas.

A principios del siglo XIV, era la segunda residencia del Obispo de Sarlat, lo que garantizaba su seguridad. Nobles y burgueses llegaron para establecerse atrayendo, a su vez, a ricos letrados y grandes sabios.
La Guerra de los Cien Años no dañó a la villa y en el Renacimiento - de vuelta a la calma - el pueblo fue adornado con torres almenadas, tejados puntiguados y ventanas en lugar de troneras, adoptando el estilo de la época. No es extraño, por tanto, que el ambiente destile un refinamiento especial.

En el 849, llegaron los Vikingos con sus "drakkars" remontando el Dordoña y las fortalezas protegieron al pueblo. Más tarde, resistió los enfrentamientos entre los Capeto y Plantagenet (franceses e ingleses) ya que sólo las puertas dentro de los muros daban acceso a su interior.
Después de la Revolución Francesa, se convirtió en un importante puerto de pescadores y con sus "gabarras" (con el fondo plano) podían navegar a pesar de que había poca agua; en ellas transportaban madera, vino, pescado, sal o trufas), lo que dio lugar a que se desarrollaran muchos oficios.

Cuando ya me iba, no tenía la sensación de que era una despedida, sino que de alguna manera ese mágico lugar ya había formado parte de las cosas que yo concibo como ideales y que no era ni más ni menos que una manifestación real de otro de mis sueños...

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