lunes, 25 de diciembre de 2017

UNA TARDE DE INVIERNO

En esta tarde de invierno me doy cuenta de lo acelerada, estresada, angustiada, agobiada, exigida y desesperanzada que vive la gente. Me da la impresión de que la Navidad se está convirtiendo, para muchos, en una necesidad de ser feliz a toda costa,  pero mucho me temo que esa especie de felicidad "enlatada" no les brinda grandes satisfaciones. ¿Qué les pasa? Quizás, si se apearan de ese tren de alta velocidad en el que han decidido instalarse, si aprendieran a disfrutar de espacios de silencio y soledad, podrían vislumbrar lo que les ocurre a ellos y a quienes les rodean.
La soledad y el silencio no son una huída, una escapatoria, una evasión de la realidad. Aislarse no se debe a que los otros nos estorben o incomoden o a que no sepamos afrontar los problemas, sino a que sentimos la necesidad de hacer un alto en el camino, una parada obligatoria, para vivir de una forma más auténtica y plena. No se puede transitar siempre por la capa superficial de la vida, hay que darse tiempo para profundizar en el misterio de las cosas, de las personas y de nosotros mismos.
Las últimas tendencias en psiquiatría afirman que el ser humano necesita - al menos - tres horas de soledad al día para poder pensar, reflexionar, contemplar y admirar lo que le rodea. Hacer un vacío interior para dejar lugar a nuevos contenidos, nuevas vivencias. No perder la capacidad de "asombro" y darse cuenta de que cada día es nuevo y una aventura a descubrir.
Es bueno desmarcarse un poco de lo socialmente aplaudido y admirado e ir a la raíz de las cosas; hay que alejarse de tanta frivolidad, apariencias, falsedad e instalarse en la simplicidad, la verdad, la realidad, el ser.
Dice Julián Marías: "Desde una interioridad recuperada en las extensas llanuras de la soledad y el silencio, podremos tener una mirada más lúcida y penetrante sobre la realidad e incidir así más positivamente sobre ella".
Igual que en invierno las energías de los árboles se concentran en sus raíces, cuando pasamos nuestro propio invierno de dificultades y sufrimientos nuestras fuerzas parece que disminuyen, sin embargo se retiran al subconsciente y no permanecen inactivas. Hay que ser paciente y esperar sin quejarse, rebelarse ni desanimarse. Sólo hay que encender el fuego en nuestro corazón para calentarnos a nosotros y a los demás y esperar a que llegue la primavera cuando todo florecerá de nuevo.
¡Feliz Navidad!

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