Contrajo matrimonio con el doctor Swann M. Burnett, de quien se divorció, pero debido a la fama adquirida como escritora, mantuvo el apellido. Tuvieron dos hijos.
Después del divorcio de su segundo marido (S.Townsend) y de la muerte de su hijo mayor, residió en las Bermudas y en Long Island, dedicándose a escribir, a la jardinería y a la teosofía.
Terminó sus días en Nueva York a los 74 años.
Había una crisis social y política generalizada y las élites intelectuales y artísticas occidentales pretendían instaurar un nuevo humanismo internacional que ofreciera una alternativa social e ideológica para que frenara la escalada materialista y de agresividad nacionalista que conduciría a la guerra.
Frances, con su pluma, ofrecía nuevos valores alternativos a la crisis de la moral burguesa victoriana. .
No es extraño que fuera atraída por la "teosofía" que, basándose en la Grecia Clásica, el Misticismo Medieval, el Humanismo Renacentista, el Idealismo y Romanticismo, buscaba el diálogo entre Oriente y Occidente, en un intento de equilibrio entre la razón y el espíritu.
"Desde el principio de todos los tiempos, a lo largo de los siglos, se han descubierto cosas maravillosas. Al principio, la gente se niega a creer que puedan hacerse cosas nuevas, luego empiezan a tener esperanza y después ven que sí se pueden hacer.
Los pensamientos son tan poderosos como las pilas eléctricas, tan buenos para uno como la misma luz del sol o tan malos como el veneno.
Permitir que un pensamiento malo o triste penetre en la mente es tan peligroso como permitir que un microbio entre en tu cuerpo; si permites que se quede jamás podrás liberarte de él".
Esto es un fragmento de su libro publicado en 1910, "El Jardín Secreto", donde narra la historia de una niña solitaria y de carácter amargo que poco a poco, en estrecho contacto con la naturaleza y con sus amigos, va transformando su personalidad, algo que sucede con la llegada de la primavera y el renacer de las flores y las plantas.
La conclusión es que cada persona, con sus pensamientos, sentimientos, palabras y actos, moldea su propia existencia, que puede llegar a convertirse en un cielo o en un infierno. Despertar (en uno mismo y en los demás) el impulso de crecer, de volar (y no de reptar), nos hace tener fe en nosotros mismos y en nuestras capacidades.
Termino con una frase de Cicerón: "Así como la Medicina es el arte de la salud, así también la prudencia es el arte de saber vivir".