martes, 23 de junio de 2020

SHIBUMI

El shibumi es una cualidad humana y el resultado de unir la palabara sabi (simplicidad, elegancia) con wabi (humildad en el éxito). En realidad es un comportamiento que denota una perfecta comprensión tanto del wabi como del sabi. Tener shibumi o ser shibumi es actuar en la vida de una manera natural en todas las circunstancias, sin miedo pero sin ostentación, con autoridad pero sin dominio, con  modestia pero sin recato. En definitiva, se trata de actuar con la máxima sencillez y la mayor normalidad.

 Teóricamente, ésto debería ser la cosa más fácil, pero el hecho es que siempre pensamos, comparamos, apreciamos, pesamos y titubeamos entre ésto y aquello. El tener deseos hace que actuar con una conducta shibumi llegue a ser muy raro y que sólo unos cuantos seres humanos lleguen a actuar de esa forma, los que llamados "maestros". La actitud de shibumi se encuentra en la práctica de todas las artes zen, sobre todo en los maestros, pero decimos se nota, mientras que sería mejor decir que no se nota, pues justamente lo que se nota no es verdadero shibumi.

Es un ideal de belleza natural, sencilla, no buscada, sino percibida. Es una estética particular de la belleza sencilla, sutil y discreta. Define los objetos que son hermosos de una forma directa y simple, sin ser llamativos. Elegante y rústico, espontáneo y conservador. Los siete elementos shibumi son: simplicidad, espontaneidad, modestia, silencio, naturalidad, cotidianidad e imperfección.

La aristocrática simplicidad de shibusa es la refinada expresión de la esencia de los elementos en una experiencia estética que produce quietud. Cuando nos vestimos también debemos procurar la paz y la quietud en el entorno y con quienes tratamos, pues les debemos respeto y discreción. 





jueves, 11 de junio de 2020

LA DAMA DE LA LÁMPARA

"¡Mirad, en aquella casa de aflicción veo una dama con una lámpara. Pasa a través de las vacilantes tinieblas y se desliza de sala en sala. Y, lentamente, como un sueño de felicidad el mudo paciente se vuelve a besar su sombra, cuando se proyecta en las oscuras paredes". La dama que llevaba la lámpara en la mano era Florence Nightingale, pionera en el arte de curar para quien "lo importante no es lo que nos hace el destino, sino lo que nosotros hacemos de él". Librepensadora y profundamente cristiana sabía que tenía una misión encomendada, la de cuidar a los más desfavorecidos, y lo dio forma de profesión.

 "El camino para vivir con Dios es vivir con las ideas, no meramente pensar sobre los ideales, sino actuar y sufrir por ellos. Los que tienen que trabajar como hombres y mujeres deben sobre todas las cosas tener un ideal espiritual, que es su finalidad, siempre presente. El estado místico es la esencia del sentido común".
Nació en Florencia, de ahí su nombre, el 12 de mayo de 1820 (el mes pasado fue su bicentenario). Sus padres, un acaudalado burgués y una dama de la alta sociedad británica, muy avanzados para la época victoriana en la que vivían, querían educar a sus dos niñas de una forma exquisita, por eso regresaron a Inglaterra cuando eran pequeñas. Aprendieron griego, latín, geografía y matemáticas, pero también costura y bordado, ya que ambas estaban destinadas a ser dos perfectas y cultivadas esposas...
Cuando tenía 17 años, Florence sufrió una depresión nerviosa que ella definió como "el primer llamamiento de Dios" y a los 24 estaba completamente decidida a cuidar al prójimo. Rechazó al heredero Richard Monckton y superó los obstáculos familiares pues, según sus palabras, "estallo de indignación cuando veo a algunas madres o a ciertas esposas que dan prueba de ese egoísmo feroz que se denomina amor materno o amor conyugal. No, todos deben tener derecho a decir su propia verdad".

 Falleció a los 90 años (1910), resplandeciendo de luz y de amor, después de haber permanecido en la cama durante mucho tiempo debido a la fiebre de Crimea. La reina Victoria la condecoró con la Royal Cross, el fundador de la Cruz Roja - Henri Dunant - le rindió homenaje por ser la persona que más le había influído y tenerla como referente y el rey Eduardo VII le otorgó La Orden al Mérito.

En Londres, fundó la Escuela Nightingale de Enfermería y Obstreticia en la que se formaban mujeres jóvenes de la buena sociedad con severidad y rigor para convertirse en unas magníficas enfermeras que ejercitasen y transmitieran sus enseñanzas. La preparación y la higiene (pilares básicos de la Enfermería) estaban impregnados de ideas filosóficas, como la importancia de la interacción del paciente con su entorno o la teoría de que la salud es "ser capaces de usar bien toda la energía que poseemos".

En la Guerra de Crimea (ingleses y franceses contra rusos) el ministro de guerra le pidió que acudiera al frente para atender a los heridos. Florence llegó a un barrio de Estambúl con 38 voluntarias, católicas y protestantes, para hacerse cargo de 800 soldados extenuados y sufriendo una epidemia de cólera. En dos semanas organizó una cocina de comida sana, una lavandería y mil camisas, a través de donativos y de su propio dinero. El caos, los gritos, la sangre y la suciedad desaparecieron; aisló las camas con una cortina para evitar traumas psicológicos y respetar la intimidad de los pacientes. También recopiló datos estadísticos y observaciones que publicó en una texto fundamental: "Notas sobre Enfermería" (1859).

Florence se convirtió en un mito viviente, fue la creadora de la nueva enfermería y mejoró considerablemente la atención a los enfermos. Además de los cuidados médicos, reconfortaba a los pacientes hablando con ellos, escribiendo cartas a sus familias o quedándose a su lado toda una noche. Siempre esperaban a aquella mujer joven, de cabello castaño y ojos verdes, que les acariciaba la frente y les dirigía palabras reconfortantes; les daba seguridad, les asistía y les mostraba su rostro humano y compasivo dentro de la terrible tragedia. Eludió la fama y siguió desarrollando su labor altruísta hasta el final de dus días recordando siempre su lámpara como el símbolo de la esperanza, la cultura y el estudio.

El 12 de mayo, en honor a Florence, fue el Día de la Enfermería, por eso le dedico este post a mi querida y entrañable amiga Mari Tere León Prieto, que está siendo su viva imagen en la pandemia que padecemos en el siglo XXI.