Erasmo de Rotterdam publicó por primera vez en
1530 una pequeña obrita (considerada menor) que se llamaba
"De Civilitate Morum Puerilium" en la que plasmaba unos textos de
urbanidad para mostrar cómo los usos, las costumbres, los hábitos, los modelos y códigos que rigen nuestras acciones y relaciones, que frecuentemente se aceptan como naturales, son el resultado de un largo, lento y, a veces, penoso aprendizaje...
Erasmo rompía con la tradición medieval e inauguraba la concepción moderna del
"savoir vivre" (vivir bien). La pequeña obra de que hablo se publicó en
1530 por primera vez y antes de que falleciera su autor se reimprimió más de treinta veces.
A lo largo de los siglos
XVI, XVII y XVIII se llevaron a cabo más de
130 reediciones de esta obra que pronto se tradujo al francés, al inglés, al alemán y al checo. En España hasta
1985 no hemos tenido una traducción bilingüe (latín-castellano) llevada a cabo por el magnífico traductor
Agustín García Calvo.
A través de su lectura nos podemos dar cuenta de que Erasmo concede a la urbanidad tal importancia que hace de ella uno de los objetos esenciales de la educación. Es la primera vez que el tema se trata de forma especial, metódica y amplia; capta como nadie la tendencia general en la época que respondía a una aspiración confusamente percibida de vivir de forma más refinada. No es de extrañar, por tanto, que el libro tuviera un éxito arrollador... hasta el punto de que se convirtió en un manual o catecismo para los niños en todas las escuelas.
El término
civilidad, civilité, civility, civilitá, zivilität, en España no tiene fortuna prefiriendo términos como
buena crianza, buenas maneras, cortesanía, urbanidad... Pero lo que sí es cierto que a partir de los cimientos levantados por Erasmo se construyó el gran edificio de la urbanidad que supone compartir la comida con los demás, el primer gesto que diferencia al ser racional del irracional. Según sus palabras:
"Nadie puede elegir para sí padres o patria, pero puede hacerse su carácter y modales".
Por todo lo que acabo de contar, me ha parecido estupendo encontrarme con la magnífica noticia de que la directora del
Centro Diplomacia Karina Vilella haya organizado, en una de las salas del emblemático
Alvear Palace Hotel (Buenos Aires), un
"té para niños" de seis a trece años en el que se aprende protocolo y, al mismo tiempo, se divierten. Ella está convencida de que los buenos modales hacen más fácil la convivencia y cuánto antes se aprendan, mejor. Especialista en ceremonial y protocolo sabe que el niño puede ir incorporando unas pautas de conducta que sean naturales en él y que cuando tenga que estar con los demás emerjan de forma natural y sin el menor encorsetamiento o afectación.
La
buena educación viene del interior (del amor y el respeto hacia los demás) y las
buenas maneras son su consecuencia (¡no al revés!). Premiar y estimular a los niños cuando su comportamiento es
"impecable" no sólo les beneficia a ellos sino que los demás se ven obligados a comportarse de la misma forma, lo cual va creando un ambiente relajado, ordenado y sosegado en el que
"sí" se pueden desarrollar las auténticas y cálidas relaciones humanas de las que, actualmente, andamos tan escasos...
No olvidemos que el niño es un ser humano en potencia y que cuánto mayor cuidado y dedicación le prestemos mayores posibilidades tendrá de llegar a ser la persona que está destinada a ser. Los adultos del siglo
XXI tenemos grandes ventajas que nos permiten retomar el
"savoir vivre" y creo que sería un buen contrapunto para la falta de gusto y refinamiento que se detecta en el ambiente.