Apenas perceptible desde el camino, la Casa de Cristal (The Glass House) se halla en un enclave de lujo en medio de un bosque y fue diseñada para ser casi invisible, algo que la llena de magia y encanto. La transparencia de su estructura está detrás de un muro de piedra en la propiedad del arquitecto Philip Johnson en Connecticut. Con vistas a un estanque original, se convirtió en el capricho de su diseñador, Philip, que adoraba el hogar colonial. El plano de la casa revela un espacio de vida bastante tradicional ya que - aunque no hay paredes - Johnson creó áreas como habitaciones; hay una cocina, comedor, cuarto de estar, dormitorio, sala con chimenea, baño y una entrada. Los lados exteriores de la casa son de acero pintando con carbón y vidrio.
Parte de la inspiración le vino de Farnsworth House, llevada a cabo por el arquitecto alemán Ties van der Rohe, quien diseñó varios de los muebles del apartamento que tenía Johnson en New York y que luego trasladó a la casa. Desde su construcción, en 1949, el edificio y la decoración no se han desviado de su diseño original. Siguiendo la máxima de Mies "less is more", fue construída con mínimos materiales, economía de elementos y ausencia total de cualquier ornamento.
Johnson se graduó en Harvard en Historia y Filosofía en 1927; en 1940, después de haber trabajado como director del departamento de arquitectura del Museo de Arte Moderno de Nueva York y difundido el estilo internacional en diversas publicaciones y exposiciones, empezó a estudiar arquitectura en Harvard, de nuevo, con prestigiosos profesores como Walter Gropius o Marcel Brauer. Ayudó a Mies a establecerse en EEUU, trabajó con él y decidió hacerse su propia casa en New Canaan. Su proyecto fue polémico desde un principio, alabado por unos y criticado por otros, pero él sabía muy bien lo que quería y marcó un punto improtante en la búsqueda de la transparencia y la flexibilidad de la modernidad europea (una desmaterialización extrema).
La casa se ubica sobre un hermoso terreno en el que los árboles son la única barrera, hacen las veces de muro de colindancia capaz de detener la visión de los visitantes. Sin embargo, a pesar de que la transparencia del cristal hace de este espacio un volumen muy ligero, la casa se erige firme sobre la tierra.
No me extraña que esta idílica casa fuera el lugar de retiro de Philip Johnson, junto a su compañero de toda la vida, David Whitney, crítico de arte y la persona que le ayudó a diseñar el paisaje y gran parte del estilo. El proyecto fue importante y tuvo una gran influencia en la arquitectura moderna, pues es un ensayo de estructura mínima, geometría y proporción con los efectos de la transparencia y la reflexión. En 168 metros cuadrados, Johnson cambió para siempre los paradigmas de la arquitectura.
En 1979 recibió el primer Premio Pritzer, por ser una figura clave en la introducción de las vanguardias europeas dentro de la arquitectura norteamericana. David Bowie le nombraba en una de sus canciones y su Glass House fue designada como monumento histórico nacional en 1997. Ahora está abierta al público para visitas guiadas...
martes, 28 de abril de 2020
THE SEAGRAM
En 1999, uno de los críticos más importantes sobre arquitectura en Estados Unidos, Herber Muschamp, califiacaba en The New York Times al Seagram como "el mejor edificio del milenio". Se trataba de un rascacielos de 38 oficinas en Manhattan, diseñado entre 1954 y 1958 por los arquitectos Ludwig Mies van der Rohe en asociación con Philip Johnson. Era la visión más refinada de rascacielos moderno de cristal y en el que se podían reconocer los materiales utilizados para su construcción.
Ubicado en Park Avenue, se dejó libre una amplia plaza de granito rosa Vermont, bordeada a ambos lados por láminas de agua y plataformas de mármol antiguo verde. La torre en sí era de una estructura de acero envuelta en un muro cortina de vidrio de color rosa-gris; las juntas, montantes y vigas eran de bronce. En el interior, las paredes y los ascensores estaban recubiertos con mármol traventino.
Mies defendía la arquitectura como la voluntad de una época traducido al espacio. Para su generación significó la superación entre el gótico y el clásico. En la década de 1920, empezó a experimentar con diseños de torres de cristal y fue el último director de la Bauhaus. Admiraba al filósofo Spengler y, como él, pensaba que el siglo XX sería un momento de ruptura cultural occidental.
"Dios está en los detalles" y "menos es más" fueron dos de sus frases más conocidas que han llegado hasta nuestros días. Mies, considerado como un maestro de la arquitectura moderna, se basó en los materiales más modernos y en la integridad estructural. Sirviéndose del cristal y el acero industrial, fue capaz de crear espacios contemplativos de sobria elegancia. Convencido de que los edificios eran más honestos si expresaban su estructura y forma, conviritó la arquitectura en algo más transcendente y - a través de sus skyscrapers - parecía unir el cielo con la tierra...
Ubicado en Park Avenue, se dejó libre una amplia plaza de granito rosa Vermont, bordeada a ambos lados por láminas de agua y plataformas de mármol antiguo verde. La torre en sí era de una estructura de acero envuelta en un muro cortina de vidrio de color rosa-gris; las juntas, montantes y vigas eran de bronce. En el interior, las paredes y los ascensores estaban recubiertos con mármol traventino.
Mies defendía la arquitectura como la voluntad de una época traducido al espacio. Para su generación significó la superación entre el gótico y el clásico. En la década de 1920, empezó a experimentar con diseños de torres de cristal y fue el último director de la Bauhaus. Admiraba al filósofo Spengler y, como él, pensaba que el siglo XX sería un momento de ruptura cultural occidental.
"Dios está en los detalles" y "menos es más" fueron dos de sus frases más conocidas que han llegado hasta nuestros días. Mies, considerado como un maestro de la arquitectura moderna, se basó en los materiales más modernos y en la integridad estructural. Sirviéndose del cristal y el acero industrial, fue capaz de crear espacios contemplativos de sobria elegancia. Convencido de que los edificios eran más honestos si expresaban su estructura y forma, conviritó la arquitectura en algo más transcendente y - a través de sus skyscrapers - parecía unir el cielo con la tierra...
lunes, 27 de abril de 2020
ANTONIO MACHADO
Antonio Machado era un poeta, un hombre bueno, en el buen sentido de la palabra bueno. Nació en Sevilla en 1875 y falleció en Conlliure en 1939; Soria, Baeza y Segovia fueron ciudades importantes en su vida y en ellas trabajó como catedrático de francés. Aunque sus constantes son el relativismo, el tiempo, la búsqueda de Dios, la vida como camino, la crítica sobre el país... en su obra hay tres etapas.
En la primera, sumaba al tono romántico el simbolismo francés transmitiendo sus sentimientos de tristeza a través de numerosos símbolos; el tema principal era el tiempo, su transcurrir implacable, la nostalgia del pasado y la confusión entre el presente y el pasado mediante recuerdos (1903, Soledades). En la segunda, su poesía era menos intimista y más historicista y el paisaje soriano cobraba un papel protagonista; una poesía más descriptiva, que reflejaba un paisaje real y la identificación entre Soria-Castilla y España. También el alma del poeta se identificaba con el paisaje (1912, Campos de Castilla). En la tercera etapa, escribió los Proverbios y Cantares, composiciones a modo de sentencias o de canción popular ( 1924, Nuevas Canciones); de esta última etapa es uno de los poemas que más me gustan de él: "Caminante no hay camino".
"Todo pasa y todo queda / pero lo nuestro es pasar / pasar haciendo caminos / caminos sobre la mar. / Nunca perseguí la gloria / ni dejar en la memoria / de los hombres mi canción. / Yo amo los mundos sutiles / ingrávidos y gentiles / como pompas de jabón. / Me gusta verlos pintarse de sol y grana / volar bajo el cielo azul / temblar súbitamente y quebrarse. / Nunca perseguí la gloria./ Caminante son tus huellas / el camino y nada más; / caminante, no hay camino / se hace camino al andar. / Al andar se hace camino, / y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de volver a pisar. / Caminante, no hay camino / sino estelas en el mar. / Hace algún tiempo en ese lugar / donde hoy los bosques se visten de espinos / se oyó la voz de un poeta gritar / caminante, no hay camino, se hace camino al andar. / Golpe a golpe, verso a verso / murió el poeta lejos del hogar. / Le cubre el polvo de un país vecino. / Al alejarse le vieron llorar. / Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. / Golpe a golpe, verso a verso / cuando el jilguero no puede cantar / cuando el poeta es un peregrino / cuando de nada nos sirve rezar. / Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. / Golpe a golpe, verso a verso".
domingo, 26 de abril de 2020
LOS PRIMORES DE LO VULGAR
Azorín escribió Castilla en 1912, un breve ensayo-cuento periodístico en el que medita sobre el paisaje en busca de la expresión del espíritu nacional durante catorce capítulos breves con gran variedad temática, aunque en el prólogo afirma que la intención de la obra es "aprisionar una partícula del espíritu de Castilla", debido a la cual el libro tiene cierta coherencia y unidad.
El verdadero protagonista es el tiempo, pues según dice el autor "del pasado dichoso sólo podemos conservar el recuerdo; es decir, la fragancia del vaso". Perpetúa lo momentáneo, anula el movimiento en el que se desgasta la vida, lo petrifica estéticamente. Según Ortega y Gasset, el arte de Azorín consiste en suspender el movimiento de las cosas haciendo que la postura en que las sorprende se perpetúe indefinidamente como un perenne eco sentimental. De ese modo, lo pasado no pasa totalmente, de ese modo se desvirtúa el poder corruptor del tiempo. Se trata, pues, de un artificio análogo a la pintura.
Azorín busca permanencia en los pequeños hechos de la vida cotidiana, posa sus ojos en los pequeños detalles, y es esta predilección por el arte miniaturista lo que Ortega llama "primores de lo vulgar". Los objetos toman vida propia, poseen un enorme poder para sugerir estados de ánimo, son capaces de producir emociones diferentes y de suscitar todo tipo de sentimientos. Pero las cosas que él describe no pertenecen a una realidad concreta, ni son captadas por los sentidos; esos pueblos, ciudades, paisajes de España, son imágenes encontradas en otros textos escritos. De ahí que Azorín pasa, de pintar cosas, a pintar su idea de las cosas.
Son esos paisajes castellanos, las viejas ciudades y pueblos castellanos, con sus callejas estrechas, sus caserones vetustos y sus ancianas vestidas de negro, los que parecen invitar a Azorín a meditar sobre el tiempo y la eternidad; a través de ellos intenta aprehender las raíces últimas de la raza, las tradiciones milenarias, las huellas del pasado.
Pero, frente a Castilla, frente al paisaje y los pueblos castellanos, encontramos la angustia y el sentido crítico. No todo es belleza, bondad, en la vida tradicional del campo, de los pueblos españoles. Hay también atraso, miseria, dolor, ignorancia, merecedores de queja y de condena. Los personajes que encarnan para Azorín la Castilla en decadencia son el hidalgo (que encubre su pobreza con el honor), el pícaro, el galeote y el mendigo. El labriego, el hombre sentado en su balcón, el estudiante de la Universidad de Salamanca... todos los personajes que aparecen en "Castilla" simbolizan el escepticismo desolado de los miembros de su generación, la del 98.
"La existencia ¿qué es sino un juego de nubes? Diríase que las nubes son ideas que el viento ha condensado; ellas se nos presentan como un traslado del insondable porvenir. Vivir - escribe el poeta - es ver pasar. Sí; vivir es ver pasar; ver pasar allá en lo alto las nubes. Mejor diríamos; vivir es ver volver. Es ver volver todo - angustias, alegrías, esperanzas - como esas nubes que son siempre distintas y siempre las mismas, como esas nubes fugaces e inmutables.
Las nubes son la imagen del tiempo. ¿Habrá sensación más trágica que aquella de quien sienta el tiempo, la de quien vea ya en el presente el pasado y en el pasado el porvenir?". (Castilla, de Azorín).
sábado, 25 de abril de 2020
AZORÍN Y CASTILLA
El escritor José Martínez Ruiz, Azorín (1873-1967), acabó con la retórica y los grandes circunloquios del Romanticismo aportando un estilo directo y minucioso que muchos han llamado "atómico". Leyó y releyó Los Ensayos de Montaigne como ejemplo a seguir y empezó a escribir en castellano con la sintáctica francesa. Frases cortas, oraciones simples coordinadas y yuxtapuestas (huyendo de las subordinadas); usaba períodos cortos oracionales que entrelazaba con el punto y coma y cerraba con un punto y seguido.
Cuando escribía - a mano y con pluma estilográfica - empleaba los sentidos (vista, oído, olfato) así como las sensaciones y recuerdos. Le gustaba inventar neologismos y sacar del diccionario arcaísmos; cuidaba y se detenía en los detalles, al considerar que el detalle es lo que define el estilo personal del escritor; tenía ojo de pintor impresionista y - por encima de todo - le gustaba usar epítetos en lugar de verbos, que son acción, pues sus escritos eran todo lo contario: narraciones lentas, descriptivas, relajantes, eruditas, y que denotaban un gran amor al paisaje.
Con su lenguaje sobrio y directo unía realidad y sensibilidad para mostrar impresiones en sus escritos. En este fragmento de Castilla podemos apreciar la frase corta, la sintaxis sencilla, la abundante adjetivación a través de la cual se refleja el subjetivismo, la fusión de alma y paisaje y la luz con una variada gama de colores y matices, diseminando pinceladas sueltas sin un orden preciso, de manera que sólo cuando completamos la lectura del texto podemos apreciar la totalidad de lo escrito:
"No puede ver el mar la solitaria y meláncolica Castilla. Está muy lejos el mar de estas campiñas llanas, rasas, yermas, polvorientas; de estos barrancales pedregosos; de estos terrazgos rojizos, en que los aluviones torrenciales han abierto hondas mellas; mansos alcores y terrenos, desde donde se divisa un caminito que va en zig-zag hasta un riachuelo. Las auras marinas no llegan hasta estos poblados pardos de casuchas deleznables, que tienen un bosquecillo de chopos junto al ejido. Desde la ventana de este sobrado, en lo alto de la casa, no se ve la extensión azul y vigorosa; se columbra allá en una colina con los cipreses rígidos, negros, a los lados, que destacan sobre el cielo límpido. A esta olmeda que se abre a la salida de la vieja ciudad no llega el rumor rítmico y ronco del oleaje; llega en el silencio de la mañana, en la paz azul del mediodía el cacareo metálico, largo, de un gallo, el golpear sobre el yunque de una herrería. Estos labriegos secos, de faces polvorientas, cetrinas, no contemplan el mar; ven la llanada de las mieses, miran sin verla la largura monótona de los surcos en los bancales. Estas viejecitas de luto, con sus manos pajizas, sarmentosas, no encienden cuando llega el crepúsculo una luz ante la imagen de una Virgen que vela por los que salen en las barcas. Van por las callejas pinas y tortuosas a las novenas, miran al cielo en los días borrascosos y piden, juntando sus manos, no que se aplaquen las olas, sino que las nubes no despidan granizos asoladores".
Cuando escribía - a mano y con pluma estilográfica - empleaba los sentidos (vista, oído, olfato) así como las sensaciones y recuerdos. Le gustaba inventar neologismos y sacar del diccionario arcaísmos; cuidaba y se detenía en los detalles, al considerar que el detalle es lo que define el estilo personal del escritor; tenía ojo de pintor impresionista y - por encima de todo - le gustaba usar epítetos en lugar de verbos, que son acción, pues sus escritos eran todo lo contario: narraciones lentas, descriptivas, relajantes, eruditas, y que denotaban un gran amor al paisaje.
Con su lenguaje sobrio y directo unía realidad y sensibilidad para mostrar impresiones en sus escritos. En este fragmento de Castilla podemos apreciar la frase corta, la sintaxis sencilla, la abundante adjetivación a través de la cual se refleja el subjetivismo, la fusión de alma y paisaje y la luz con una variada gama de colores y matices, diseminando pinceladas sueltas sin un orden preciso, de manera que sólo cuando completamos la lectura del texto podemos apreciar la totalidad de lo escrito:
"No puede ver el mar la solitaria y meláncolica Castilla. Está muy lejos el mar de estas campiñas llanas, rasas, yermas, polvorientas; de estos barrancales pedregosos; de estos terrazgos rojizos, en que los aluviones torrenciales han abierto hondas mellas; mansos alcores y terrenos, desde donde se divisa un caminito que va en zig-zag hasta un riachuelo. Las auras marinas no llegan hasta estos poblados pardos de casuchas deleznables, que tienen un bosquecillo de chopos junto al ejido. Desde la ventana de este sobrado, en lo alto de la casa, no se ve la extensión azul y vigorosa; se columbra allá en una colina con los cipreses rígidos, negros, a los lados, que destacan sobre el cielo límpido. A esta olmeda que se abre a la salida de la vieja ciudad no llega el rumor rítmico y ronco del oleaje; llega en el silencio de la mañana, en la paz azul del mediodía el cacareo metálico, largo, de un gallo, el golpear sobre el yunque de una herrería. Estos labriegos secos, de faces polvorientas, cetrinas, no contemplan el mar; ven la llanada de las mieses, miran sin verla la largura monótona de los surcos en los bancales. Estas viejecitas de luto, con sus manos pajizas, sarmentosas, no encienden cuando llega el crepúsculo una luz ante la imagen de una Virgen que vela por los que salen en las barcas. Van por las callejas pinas y tortuosas a las novenas, miran al cielo en los días borrascosos y piden, juntando sus manos, no que se aplaquen las olas, sino que las nubes no despidan granizos asoladores".
viernes, 24 de abril de 2020
DIEGO HERGUETA
En el prólogo de La dama grande Pío Baroja se considera a sí mismo un impresionista, pues él llegó a la literatura en la época modernista, en la que había una mutua relación entre las artes, y la pintura inspiraba procedimietnos innovadores. Consumado pintor literario su obra es rica en tipos, escenas y paisajes de una manera genuinamente pictórica. Sus paisajes quedan grabados de forma indeleble, hasta el punto de que recordamos sus novelas - no por lo que pasa o a quiénes pasa - sino por "dónde pasa".
Bajo mi punto de vista, Diego Hergueta - en sus cuadros - sigue el impresionismo (arte sugestivo que da contornos imprecisos), pero con su propio estilo, un estilo que es innovador, moderno e inconfundible, que hace que el espectador participe en su obra precisamente por presentárnosla como un producto que sugiere, que no está totalmente definido.
Igual que Baroja describe como nadie, a través de su escritura, el color, calor, idiosincrasia y fuerza vital de lo vasco, Hergueta lo consigue con sus lienzos, sobre todo cuando utiliza el pastel. Lo cierto es que ambos logran que, quienes nos deleitamos con sus respectivas obras, lleguemos a cogerlas cariño.
Diego Hergueta, aventurero, un poco solitario, regenerador, dotado de una lapidaria ironía y una exquisita sencillez lógica, habla vascuence, pinta en vasco y conoce los pueblos y valles más escondidos de su tierra. Siente añoranza por el pasado y cree que la naturaleza es lo realmente interesante porque todavía está llena de sorpresas. Sin embargo, Diego, típico vasco barojiano, tiene la grandeza de abrir horizontes y captar - a través de su mirada - la esencia de otros lugares, como El Escorial, lugar mágico en el que nos conocimos. En su obra se percibe la espiritualidad por encima de la técnica, su pintura tiene "alma".
Como Azorín, comprende la vida y la refleja en sus lienzos desde lo cercano, lo cotidiano y lo aparentemente irrelevante, porque ésto contiene para él la fuerza misteriosa del universo...
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Bajo mi punto de vista, Diego Hergueta - en sus cuadros - sigue el impresionismo (arte sugestivo que da contornos imprecisos), pero con su propio estilo, un estilo que es innovador, moderno e inconfundible, que hace que el espectador participe en su obra precisamente por presentárnosla como un producto que sugiere, que no está totalmente definido.
Igual que Baroja describe como nadie, a través de su escritura, el color, calor, idiosincrasia y fuerza vital de lo vasco, Hergueta lo consigue con sus lienzos, sobre todo cuando utiliza el pastel. Lo cierto es que ambos logran que, quienes nos deleitamos con sus respectivas obras, lleguemos a cogerlas cariño.
Diego Hergueta, aventurero, un poco solitario, regenerador, dotado de una lapidaria ironía y una exquisita sencillez lógica, habla vascuence, pinta en vasco y conoce los pueblos y valles más escondidos de su tierra. Siente añoranza por el pasado y cree que la naturaleza es lo realmente interesante porque todavía está llena de sorpresas. Sin embargo, Diego, típico vasco barojiano, tiene la grandeza de abrir horizontes y captar - a través de su mirada - la esencia de otros lugares, como El Escorial, lugar mágico en el que nos conocimos. En su obra se percibe la espiritualidad por encima de la técnica, su pintura tiene "alma".
Como Azorín, comprende la vida y la refleja en sus lienzos desde lo cercano, lo cotidiano y lo aparentemente irrelevante, porque ésto contiene para él la fuerza misteriosa del universo...
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jueves, 23 de abril de 2020
SHAKESPEARE Y CERVANTES
Cervantes era escritor y Shakespeare dramaturgo, poeta y actor, pero ambos escribían con espíritu, la lanza que sometía a la descortesía, a la desconsideración, a la falta de apertura de mente, al desconocimiento del mundo y de las cosas, a la carencia de razonamiento y sensibilidad, al vacío existencial... Y es que las palabras forman el lenguaje y a medida que lo iban dominando comprendían más y mejor lo que les rodeaba. Debido a sus amplias lecturas su capacidad de reflexión era más profunda y por eso ambos pudieron elegir y ordenar su propio orden de vida, estructurar su personalidad, establecer sus prioridades y ver con perspectiva la sociedad en la que estaban inmersos (el Siglo de Oro español y el tardío Reancimiento inglés). Casualmente fallecieron el mismo año (1616), aunque no está tan claro que fuera el mismo día y mes (23 de abril), como se viene diciendo.
Coincidían en que el sentido de la moral es el sentido de lo bueno, algo que que es natural en el ser humano. En él se dan tendencias naturales a la simpatía y a la colaboración social y de este instinto social emerge el sentido moral, que permite la inmediata distinción entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto y, por tanto, la valoración de la ética, la cual se basa en sentido del orden, de la armonía y del equilibrio.
La alegría - para ellos - era un deber moral, un paradigma de la virtud cívica y una vía de conocimiento. La alegre inteligencia es, frente al mal humor, la forma más prodigiosa de iluminar la verdad de las cosas. Ningún deber es tan fácil, por eso es preciso irla construyendo de forma suave y constante como una rebelión contra la inevitable tragedia. No se puede despreciar el pensamiento alegre, pues es la rama más luminosa del conocimiento y, además, las formas alegres de pensar y de actuar no son propias de los que claudican, sino de los que luchan y "la gente buena siempre ha sido alegre".
El 7 de octubre de 1926, para conmemorar el nacimiento de Cervantes, se celebró por primera vez El Día del Libro. La idea partió de un escritor y editor valenciano (Vicente Clavel), que afincado en Barcelona propuso a la Cámara Ofiicial de dicha ciudad su iniciativa. El gobierno lo aceptó y el rey, don Alfonso XIII, firmó el Real Decreto que instituía La Fiesta del Libro Española. En 1930, la fecha se trasladó al 23 de abril, aniversario de la muerte de Cervantes, y en 1995 la UNESCO instituyó ese día como El Día Mundial del Libro, fiesta que se celebra en más de ochenta países del mundo, aunque Gran Bretaña e Irlanda lo llevan a cabo el 14 de marzo.
Ya estamos en primavera, época del despertar, del reanacer. Me encanta contemplar al árbol que da frutos, al agua que brota pura y cristalina de la fuente, a las flores por sus colores y perfumes... pero lo que más me apasiona es ver a los seres humanos (vivos o ausentes) que tienen o tuvieron el coraje de aportar algo claro, luminoso, perfumado, melodioso. Eso es para mí el verdadero motivo de celebrar un día como hoy.
Coincidían en que el sentido de la moral es el sentido de lo bueno, algo que que es natural en el ser humano. En él se dan tendencias naturales a la simpatía y a la colaboración social y de este instinto social emerge el sentido moral, que permite la inmediata distinción entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto y, por tanto, la valoración de la ética, la cual se basa en sentido del orden, de la armonía y del equilibrio.
La alegría - para ellos - era un deber moral, un paradigma de la virtud cívica y una vía de conocimiento. La alegre inteligencia es, frente al mal humor, la forma más prodigiosa de iluminar la verdad de las cosas. Ningún deber es tan fácil, por eso es preciso irla construyendo de forma suave y constante como una rebelión contra la inevitable tragedia. No se puede despreciar el pensamiento alegre, pues es la rama más luminosa del conocimiento y, además, las formas alegres de pensar y de actuar no son propias de los que claudican, sino de los que luchan y "la gente buena siempre ha sido alegre".
El 7 de octubre de 1926, para conmemorar el nacimiento de Cervantes, se celebró por primera vez El Día del Libro. La idea partió de un escritor y editor valenciano (Vicente Clavel), que afincado en Barcelona propuso a la Cámara Ofiicial de dicha ciudad su iniciativa. El gobierno lo aceptó y el rey, don Alfonso XIII, firmó el Real Decreto que instituía La Fiesta del Libro Española. En 1930, la fecha se trasladó al 23 de abril, aniversario de la muerte de Cervantes, y en 1995 la UNESCO instituyó ese día como El Día Mundial del Libro, fiesta que se celebra en más de ochenta países del mundo, aunque Gran Bretaña e Irlanda lo llevan a cabo el 14 de marzo.
Ya estamos en primavera, época del despertar, del reanacer. Me encanta contemplar al árbol que da frutos, al agua que brota pura y cristalina de la fuente, a las flores por sus colores y perfumes... pero lo que más me apasiona es ver a los seres humanos (vivos o ausentes) que tienen o tuvieron el coraje de aportar algo claro, luminoso, perfumado, melodioso. Eso es para mí el verdadero motivo de celebrar un día como hoy.
martes, 21 de abril de 2020
EL TEATRO ISABELINO
Entre 1562 y 1642, el teatro isabelino marcó el apogeo del teatro inglés con características muy marcadas. Dramaturgos como Shakespeare, Marlowe o Fletcher fueron de los más destacados. Los espectáculos se realizaban por la tarde en teatros o terrenos al aire libre y los que se hacían en el interior eran a la luz de las velas, pero en ambos casos actores y público compartían la misma iluminación. Los decorados eran mínimos, ya que los espectáculos se hacían en la calle, y actuaban en graneros, casas de familia, casas de nobles, en la parte trasera de los carros o en las plazas de las ciudades. Los teatros con estructuras permanentes gozaban de audiencia en todos los lados del escenario y las piezas de decorado eran mínimalistas (unas simples cortinas o un fondo de madera pintado).
Los actores creaban los efectos de sonido (ruido de lluvia, cañones) y muchos de ellos también eran músicos o cantantes, que actuaban antes, durante y después del espectáculo con trompetas, violines, violas... Mientras tanto, la gente iba y venía durante el espectáculo, lo que hacía que los dramaturgos incluyesen resúmenes expositivos. Los miembros de la audiencia a veces abucheaban, les arrojaban cosas o hablaban directamente con los actores y podían comer y hablar.
Los actores formaban compañías teatrales bajo el auspicio de nobles. Tenían de doce a quince miembros e interpretaban todos los roles, dando vida a múltiples personajes en una sola obra. La actuación era algo que se consideraba inapropiado para las mujeres, debido a lo cual los hombres interpretaban los papeles femeninos. Todos los que formaban parte de la empresa desempeñaban casi todos los trabajos. Los actores estaban a cargo de accesorios, disfraces y venta de entradas. No había directores y los gastos eran sufragados por los propios cómicos.
El vestuario isabelino era elaborado, colorido y rico y ayudaba a distinguir entre las clases sociales. Inglaterra estaba gobernada por leyes suntuarias en las que las telas, los colores y los estilos de vestimenta se limitaban a clases específicas, aunque los actores de las compañías autorizadas estaban exentos de esas leyes.
Isabel I accedió al trono en 1558 y su sucesor, Jacobo I, falleció en 1625. Con Carlos I, los puritanos hicieron cerrar los teatros en Inglaterra. En 1534, el cisma anglicano impulsó el teatro secular en detrimento del religioso y una ley multaba a los cómicos ambulantes, por lo que debían adscribirse a una institución formal o casa nobiliaria, debido a lo cual se desarrolló el mecenazgo de las artes escénicas y se estimuló la formación de las compañías teatrales, algo que favorecía la construcción de sus respectivas sedes: The Swam, The Theatre, The Globe...
William Shakespeare fue su mayor gloria, pues expresó la complejidad del ser humano sin moralizaciones y rompiendo con el carácter del teatro medieval. Escribió comedia y tragedia, en prosa y verso, fue autor y actor, pero por encima de todo una persona encantadora y con un gran sentido del humor. Entre sus obras podemos destacar Hamlet, Sueño de una noche de verano, El Rey Lear, Romeo y Julieta, Mucho ruido y pocas nueces, El Mercader de Venecia...
Los actores creaban los efectos de sonido (ruido de lluvia, cañones) y muchos de ellos también eran músicos o cantantes, que actuaban antes, durante y después del espectáculo con trompetas, violines, violas... Mientras tanto, la gente iba y venía durante el espectáculo, lo que hacía que los dramaturgos incluyesen resúmenes expositivos. Los miembros de la audiencia a veces abucheaban, les arrojaban cosas o hablaban directamente con los actores y podían comer y hablar.
Los actores formaban compañías teatrales bajo el auspicio de nobles. Tenían de doce a quince miembros e interpretaban todos los roles, dando vida a múltiples personajes en una sola obra. La actuación era algo que se consideraba inapropiado para las mujeres, debido a lo cual los hombres interpretaban los papeles femeninos. Todos los que formaban parte de la empresa desempeñaban casi todos los trabajos. Los actores estaban a cargo de accesorios, disfraces y venta de entradas. No había directores y los gastos eran sufragados por los propios cómicos.
El vestuario isabelino era elaborado, colorido y rico y ayudaba a distinguir entre las clases sociales. Inglaterra estaba gobernada por leyes suntuarias en las que las telas, los colores y los estilos de vestimenta se limitaban a clases específicas, aunque los actores de las compañías autorizadas estaban exentos de esas leyes.
Isabel I accedió al trono en 1558 y su sucesor, Jacobo I, falleció en 1625. Con Carlos I, los puritanos hicieron cerrar los teatros en Inglaterra. En 1534, el cisma anglicano impulsó el teatro secular en detrimento del religioso y una ley multaba a los cómicos ambulantes, por lo que debían adscribirse a una institución formal o casa nobiliaria, debido a lo cual se desarrolló el mecenazgo de las artes escénicas y se estimuló la formación de las compañías teatrales, algo que favorecía la construcción de sus respectivas sedes: The Swam, The Theatre, The Globe...
William Shakespeare fue su mayor gloria, pues expresó la complejidad del ser humano sin moralizaciones y rompiendo con el carácter del teatro medieval. Escribió comedia y tragedia, en prosa y verso, fue autor y actor, pero por encima de todo una persona encantadora y con un gran sentido del humor. Entre sus obras podemos destacar Hamlet, Sueño de una noche de verano, El Rey Lear, Romeo y Julieta, Mucho ruido y pocas nueces, El Mercader de Venecia...
lunes, 20 de abril de 2020
ROMEO Y JULIETA
Una tarde de 1592, William Shakespeare representaba el papel principal; el día estaba triste y el público, bajo el formato de carniceros, comerciantes, zapateros y gente de toda condición bebía cerveza, comía nueces, fumaba sin parar y alborotaba en la planities esperando que empezara la obra. Los elegantes iban apareciendo en el escenario y se tendían sobre los juncos que en él había, mientras se gastaban bromas... En seguida se hizó la bandera y comenzó la representación: "Romeo y Julieta". El autor y protagonista de la obra aparecía en escena y - entre los múltiples comentarios - se podía oír: no es necesario ir a Mediodía para comprender lo que son las noches italianas... De repente, todo el público sintió llegar a su alma el poder del genio, pues el rayo más potente de la inspiración había dictado aquellos versos que pronunciaba Shakespeare.
El conde de Southampton, su mecenas y protector, dijo después de la función: "no se conquista el mundo sólo con las armas, desde hoy Inglaterra será una potencia literaria de primer orden. Hemos visto nacer un genio", a lo que Shakespeare respondió: "yo no he hecho nada, el sol da con sus rayos la vida al mundo entero, pero no lo sabe. Si llegase a saberlo quizá reventase de orgullo y de esa forma dejaría al universo sumido en las tinieblas".
La obra es estrenó en el primer teatro de Londres, The Theatre, situado en Shoreditch (al norte de Londres) y construído en 1576. En aquellas fechas había unos ciento sesenta mil habitantes en la ciudad y nueve teatros. The Blakcfriars acogía a tres mil espectadores y al sur, junto al Támesis, la compañía de teatro llamada Los Hombres de Lord Chamberlain (de la que formaba parte Shakespeare) construyó The Globe.
Cuando William Shakespeare llegó a Londres se encontró con una urbe febril que vivía los últimos coletazos de la ejecución de María Estuardo y que rebosaba de alegría por la derrota de la Armada Invencible de Felipe II. Instalados muchos comerciantes flamencos y otros europeos, su población extranjera se duplicó, mientras Europa agonizaba con las Guerras de Religión.
Los ingleses amaban la vida, pues amplias clases más libres que nunca de la pobreza, sentían el surgimiento del espíritu y lo expresaban. Todavía no estaban encadenados al servicio de las máquinas, eran artífices y creadores y no habían caído en el puritanismo. El Renacimiento llegó al pueblo y el nacionalismo económico otorgaba mayor libertad al individuo. Gracias a la imprenta y a la lectura de la Biblia, el pueblo inglés empezó a leer como en ningún otro lugar del mundo, convirtiéndose la lectura - junto al tabaco - en el vicio nacional. No es extraño, por tanto, que también se encandilaran con el teatro.
William, con viva imaginación, el don de deleitar y un gran talento, empezó su trabajo como dramaturgo transpuntando obras, haciendo papeles cortos como actor, arreglando tragedias clásicas. Se llegó a convertir en un creador de palabras, pues se encontró con un idioma libre en el que podía inventar y crear, sirviéndose tanto del lenguaje del pueblo (que ya había asimilado los dialectos germánico-escandinavos o el franco-normando de los invasores del siglo XI), como del cultivado de los círculos más selectos. Todo ello envuelto en su genio absoluto con una destreza inigualable.
LOS VALORES HUMANOS
Los valores humanos son una serie de principios universales por los que se rigen la mayoría de las personas. Nos sirven de guía para saber cómo conducirnos y poder vivir de forma armónica en comunidad, evolucionando así todos juntos. Estos valores no están determinados ni por la cultura, ni por la religión, ni por el tiempo, ni por cualquier otro condicionante, sino que son innatos al ser humano, perdurables en el tiempo y se pueden transportar a cualquier otro lugar.
Existen comportamientos y actitudes objetivamente positivas y otras negativas. Entre los valores más importantes están la ética, el respeto al prójimo, la tolerancia, la bondad, la paz, la solidaridad, el amor, la justicia, la responsabilidad, la equidad, la libertad, la amistad o la honestidad. Pero, además, cada individuo puede sumar otros valores subjetivos que tienen que ver con su personalidad, su educación, la sociedad en la que vive, su nivel cultural... El conjunto de todos nuestros valores (individuales y universales) es lo que nos construye como personas y lo que muestra nuestra forma de estar en el mundo.
Una persona que carece de valores fundamentales no sabe cómo dirigirse en la vida, qué hacer en cada momento, pues ellos son los pilares de la humanidad. Es preciso e imprescindible por tanto educar a los niños y a la sociedad en valores que aporten seguridad, confianza, fuerza, dominio de uno mismo y saber qué se puede esperar (o no) de los demás.
Ahora, más que nunca, la humanidad está necesitada de personas que no sólo se preocupen de sí mismas, sino de aquellas que aportan sus virtudes y cualidades a toda la colectividad. Yendo de la manor seremos capaces de construir el mundo mejor al que aspiramos, pero - para ello - debemos involucrarnos en el proyecto con entusiasmo y con la certeza de que lo conseguiremos.
¡Luces largas y adelante!
Existen comportamientos y actitudes objetivamente positivas y otras negativas. Entre los valores más importantes están la ética, el respeto al prójimo, la tolerancia, la bondad, la paz, la solidaridad, el amor, la justicia, la responsabilidad, la equidad, la libertad, la amistad o la honestidad. Pero, además, cada individuo puede sumar otros valores subjetivos que tienen que ver con su personalidad, su educación, la sociedad en la que vive, su nivel cultural... El conjunto de todos nuestros valores (individuales y universales) es lo que nos construye como personas y lo que muestra nuestra forma de estar en el mundo.
Una persona que carece de valores fundamentales no sabe cómo dirigirse en la vida, qué hacer en cada momento, pues ellos son los pilares de la humanidad. Es preciso e imprescindible por tanto educar a los niños y a la sociedad en valores que aporten seguridad, confianza, fuerza, dominio de uno mismo y saber qué se puede esperar (o no) de los demás.
Ahora, más que nunca, la humanidad está necesitada de personas que no sólo se preocupen de sí mismas, sino de aquellas que aportan sus virtudes y cualidades a toda la colectividad. Yendo de la manor seremos capaces de construir el mundo mejor al que aspiramos, pero - para ello - debemos involucrarnos en el proyecto con entusiasmo y con la certeza de que lo conseguiremos.
¡Luces largas y adelante!
PRUDENCIA, FORTALEZA Y DIGNIDAD
La prudencia es la ciencia de las cosas buenas, de las malas y de las que no son ni una cosa ni otra. Está integrada por la memoria, la inteligencia y la previsión. Es una virtud central para la ética y tiene un papel clave en la inteligencia práctica. Es sinónimo de templanza, cautela, moderación, sensatez y buen juicio. También es un elemento clave para un buen estratega e implica ser diligente, defendiendo las propias visiones sin asumir riesgos innecesarios que podrían ser perjudiciales.
La fortaleza es la aceptación de los peligros y el padecimiento de los trabajos. Está formada por la magnificencia y la perserverancia y ayuda a alcanzar unos objetivos que cuentan con un plan que les respalda. Jamás excluye el buen hacer y el rigor.
En cuanto a la dignidad, hay dos géneros de hombres: el indocto y agreste que siempre prefiere la utilidad y la antepone a la honestidad y el humano y pulido que siempre da preferencia a la dignidad. Es el segundo y su forma de actuar quien merece alabanza, honor, gloria, fe, justicia y toda virtud.
Cicerón (106 AC- 43 AC) fue un orador, político y filósofo de la Roma clásica, que se inició en el mundo del Derecho y de los jurisconsultos y llegó a ocupar puestos de relevancia política, pero - sobre todo- poseía magníficas cualidades para la oratoria y, con influencia estoica y ciertas dosis de escepticismo, dijo grandes verdades.
Debemos reivindicar comportamientos dignos y honestos y alabarlos. En la época clásica, la dedicación pública era el más alto honor para un ciudadano digno, que actuaba basándose en los valores y en el sentido más genuino del servicio público. Aquellos cuya conducta no era honesta ni digna eran penados con el peor de los castigos: "la ignominia" (ofensa grave que sufre el honor o la dignidad de una persona).
domingo, 19 de abril de 2020
ÉTICA Y MORAL
La ética y la moral, a pesar de que son términos estrechamente relacionados, no son sinónimos, sino que hay importantes diferencias entre ellos, por eso no deberíamos confundirlos. La ética es una rama de la filosofía que estudia y sistematiza conceptos del bien y del mal, así como otros relacionados con ellos. Intenta definir de forma racional qué constituye un acto bueno o virtuoso, independientemente de la cultura en la que se enmarque. Los sistemás éticos (prescripciones con respecto a los patrones de conducta que deben seguir las personas) han sido generalmente propuestos desde la filosofía y la religión.
Se considera que la ética se originó en la época de la antigua Grecia; la filosofía de Platón y Aristóteles, así como el estoicismo o el epucureísmo, son algunas de las manifestaciones del uso de ese término. Durante la Edad Media, la ética cristiana predominó en occidente, expandiéndose por buena parte del mundo. Más adelante, filósofos como Descartes, Hume o Kant recuperarían las ideas de los maestros griegos y contribuirían de forma decisiva a la concepción de la ética de los siglos siguientes.
La moral es un conjunto de normas que rigen el compromiso de las personas que forman parte de una sociedad determinada, de modo que puedan contribuir al mantenimiento de la estabilidad y de la estructura social. Se suele relacionar la moral con la conformidad con las leyes explícitas e implicitas de un grupo social, que se transmiten a los individuos dentro del proceso de socialización al que se someten a lo largo de su desarrollo. En este sentido, la moral parte de las tradiciones y valores del contexto en que nos criamos.
La moral surgió como consecuencia natural de la organización de los seres humanos en grupos. Al hacerse las sociedades más complejas, las normas de interacción que las estructuraban se habrían transformado progresivamente en reglas morales y en leyes explícitas, especialmente con la aparición de la escritura.
Las religiones han tenido un gran peso histórico en el establecimiento de códigos morales. Mientras en occidente, el judaísmo y el cristianismo han determinado las normas sociales, en Asia lo han hecho el budismo y el confucianismo.
Estamos viviendo momentos en los que es preciso pensar, reflexionar y discernir y, para ello, nada como tener los conceptos claros. Tanto la ética como la moral son imprescindibles en la vida de un ser humano, a nivel personal y colectivo, y no debemos perder el norte. Somos personas conscientes y responsables y tenemos que pensar, sentir, decir y actuar con coherencia. Sólo así todo lo que estamos pasando con la pandemia será útil e instructivo para dar el salto cualitativo que la circunstancia nos exige a todos.
Se considera que la ética se originó en la época de la antigua Grecia; la filosofía de Platón y Aristóteles, así como el estoicismo o el epucureísmo, son algunas de las manifestaciones del uso de ese término. Durante la Edad Media, la ética cristiana predominó en occidente, expandiéndose por buena parte del mundo. Más adelante, filósofos como Descartes, Hume o Kant recuperarían las ideas de los maestros griegos y contribuirían de forma decisiva a la concepción de la ética de los siglos siguientes.
La moral es un conjunto de normas que rigen el compromiso de las personas que forman parte de una sociedad determinada, de modo que puedan contribuir al mantenimiento de la estabilidad y de la estructura social. Se suele relacionar la moral con la conformidad con las leyes explícitas e implicitas de un grupo social, que se transmiten a los individuos dentro del proceso de socialización al que se someten a lo largo de su desarrollo. En este sentido, la moral parte de las tradiciones y valores del contexto en que nos criamos.
La moral surgió como consecuencia natural de la organización de los seres humanos en grupos. Al hacerse las sociedades más complejas, las normas de interacción que las estructuraban se habrían transformado progresivamente en reglas morales y en leyes explícitas, especialmente con la aparición de la escritura.
Las religiones han tenido un gran peso histórico en el establecimiento de códigos morales. Mientras en occidente, el judaísmo y el cristianismo han determinado las normas sociales, en Asia lo han hecho el budismo y el confucianismo.
Estamos viviendo momentos en los que es preciso pensar, reflexionar y discernir y, para ello, nada como tener los conceptos claros. Tanto la ética como la moral son imprescindibles en la vida de un ser humano, a nivel personal y colectivo, y no debemos perder el norte. Somos personas conscientes y responsables y tenemos que pensar, sentir, decir y actuar con coherencia. Sólo así todo lo que estamos pasando con la pandemia será útil e instructivo para dar el salto cualitativo que la circunstancia nos exige a todos.
UN IDEAL
Un ideal suscita entusiasmo, nos hace caminar de forma consciente hacia adelante disfrutando del momento, desarrollando nuestras aptitudes y cualidades y sin dejar deudas pendientes hasta llegar (si se tiene la fortuna) al final del recorrido completando nuestro ciclo vital. Trazarse un mapa personal y tener clara la ruta a seguir, mirando el propósito de frente y seguros de conseguir los objetivos es preferible que perderse en meandros y carreteras secundarias que entorpezcan nuestro buen ritmo.
Sólo la filosofía es capaz de producir un ideal, es decir una visión que todos comprendamos de un deber ser, de lo que tiene que ser el ser humano y la sociedad, pues actualmente la ausencia de ideales nos ha llevado al cinismo, al post ideal, a la post utopía. En estos momentos es más significativo el término ideal que utopía, ya que encaja mejor en la dirección de un trayecto. Todos esperamos del filósofo del siglo XXI respuestas a lo que es el amor, la amistad, el sentido de la vida o de la muerte... con pensamientos y sentimientos de la época en la que vivimos..
El ideal es una propuesta de perfección y la realidad es imperfecta. El ideal no se encarna. Debemos tender hacia él, sí, pero sabiendo que es como ese horizonte que se aleja a medida que avanzamos en el camino. Es preciso tener el ideal delante y tender hacia él, pero sabiendo que la realidad no es ideal, ni lo va a ser, ni debe serlo.
Las sociedades post materiales modifican muchos conceptos, como por ejemplo el de la felicidad, que consiste en vivir adecuadamente nuestros ciclos vitales adecuadamente (niñez, adolescencia, juventud, madurez, vejez) y "la hora buena" de cada uno de ellos. Avanzar por la vida sin irnos dejando los deberes por hacer nos proporciona un inconmensurable bienestar. Vivir es envejecer y el único tratamiento antiaging eficaz es la muerte. Por eso es tan importante disfrutar plenamente cada etapa de nuestra vida.
En realidad, la que transforma la mirada hacia las cosas es la literatura pues una nueva mirada produce demandas que dan lugar a cambios en forma de leyes, costumbres o actitudes. A nivel particular, una lectura puede modificar nuestra forma de estar en el mundo. La política, la economía y todo lo demás dependen del corazón humano y éste se nutre de la poesía y la literatura.
Uno de los ideales que propongo es poseer y lograr transmitir la pasión por el conocimiento ya que sólo él nos hará capaces de llevar a cabo nuestro viaje interior (el más apasionante de todos los viajes) y de ser conscientes de nuestra dignidad sin precio.
Durante milenios la cultura ha dignificado al hombre, era un elemento civilizador que nos elevaba y hacía más creativos, generaba conciencias e integraba socialmente. ¿Por qué no nos proponemos recuperar su prestigio perdido?
Acuarela de Esther de Andrés
Sólo la filosofía es capaz de producir un ideal, es decir una visión que todos comprendamos de un deber ser, de lo que tiene que ser el ser humano y la sociedad, pues actualmente la ausencia de ideales nos ha llevado al cinismo, al post ideal, a la post utopía. En estos momentos es más significativo el término ideal que utopía, ya que encaja mejor en la dirección de un trayecto. Todos esperamos del filósofo del siglo XXI respuestas a lo que es el amor, la amistad, el sentido de la vida o de la muerte... con pensamientos y sentimientos de la época en la que vivimos..
El ideal es una propuesta de perfección y la realidad es imperfecta. El ideal no se encarna. Debemos tender hacia él, sí, pero sabiendo que es como ese horizonte que se aleja a medida que avanzamos en el camino. Es preciso tener el ideal delante y tender hacia él, pero sabiendo que la realidad no es ideal, ni lo va a ser, ni debe serlo.
Las sociedades post materiales modifican muchos conceptos, como por ejemplo el de la felicidad, que consiste en vivir adecuadamente nuestros ciclos vitales adecuadamente (niñez, adolescencia, juventud, madurez, vejez) y "la hora buena" de cada uno de ellos. Avanzar por la vida sin irnos dejando los deberes por hacer nos proporciona un inconmensurable bienestar. Vivir es envejecer y el único tratamiento antiaging eficaz es la muerte. Por eso es tan importante disfrutar plenamente cada etapa de nuestra vida.
En realidad, la que transforma la mirada hacia las cosas es la literatura pues una nueva mirada produce demandas que dan lugar a cambios en forma de leyes, costumbres o actitudes. A nivel particular, una lectura puede modificar nuestra forma de estar en el mundo. La política, la economía y todo lo demás dependen del corazón humano y éste se nutre de la poesía y la literatura.
Uno de los ideales que propongo es poseer y lograr transmitir la pasión por el conocimiento ya que sólo él nos hará capaces de llevar a cabo nuestro viaje interior (el más apasionante de todos los viajes) y de ser conscientes de nuestra dignidad sin precio.
Durante milenios la cultura ha dignificado al hombre, era un elemento civilizador que nos elevaba y hacía más creativos, generaba conciencias e integraba socialmente. ¿Por qué no nos proponemos recuperar su prestigio perdido?
Acuarela de Esther de Andrés
sábado, 18 de abril de 2020
EL CAMINO DE PÍO BAROJA
La novela de Pío Baroja titulada Camino de Perfección (como el libro de Santa Teresa) fue juzgado - en su época - por la crítica con cierta prevención. ¿Cómo interpretar una obra que parecía carecer de estructura, argumento, desarrollo o final coherente? Sin embargo, el autor argumentaba: igual que un cuadro impresionista no ofrece un producto acabado y requiere un esfuerzo de interpretación mayor por parte de quien lo contempla, en mi novela yo propongo algo similar, pues mi nuevo estilo moderno (impresionista místico) condiciona al lector a participar más y a adoptar una postura menos pasiva mientras lee.
En su novela da gran importancia al Greco, pintor del Siglo de Oro español poco valorado por la crítica neoclásica pero reverenciado por los impresionistas, a quien consideraban su precursor. Baroja interpreta la palabra Camino como un proceso de transformación con connotaciones estéticas, por eso su protagonista lleva a cabo un continuo peregrinaje y, en cuanto a la luz y los efectos que ésta produce en el paisaje, según sus cambios a lo largo del día con sus consecuentes alteraciones de color, consigue en su narración (como los impresionistas) que adquiera una importancia fundamental.
Como el impresionismo, él también da contornos imprecisos: "Al entrar, no percibía más que unas cuantas luces, después se iba viendo el altar, luego se percibían contornos de mujeres, caras duras, renegridas, tostadas por el sol, rezando con un ademán de ferviente misticismo".
El final del libro resulta confuso, si se le interpreta con técnicas tradicionales y es ilógico según los parámetros realistas, pero utilizando el marco del impresionismo Baroja nos presenta un final abierto... Para él, lo importante no es el producto final de la obra, sino el método de interpretación de la realidad y la forma subjetiva y múltiple de definirla. En la ascética, el individuo se esfuerza por perfeccionar su espíritu mediante la voluntad y en su narrativa Baroja aspira a una perfección literaria.
Su arte fue consdierado "insultante", pues la espontaneidad, la contradicción, el subjetivismo y el apasionamiento eran palabras que se podían asociar bien al impresionismo y al ascetismo, pero estaban muy lejos del realismo imperante.
"A lo lejos se veía un pueblo envuelto en una nube cenicienta". "Sus torres y pináculos se destacaban perfilándose en el azul intenso y luminoso del horizonte". El escritor utiliza el color, no la forma; sitúa colores puros junto complementarios (puntillismo usado por los impresionistas) con el fín de que sea el lector quien los mezcle.
"Al ocultarse el sol se hizo más violácea la muralla de la sierra; aún iluminaban los últimos rayos un pico lejano del poniente y las demás montañas quedaban envueltas en una bruma rosada y espléndida, de carmín y de oro, que parecía arrancada de alguna apoteosis de Tiziano".
En su novela da gran importancia al Greco, pintor del Siglo de Oro español poco valorado por la crítica neoclásica pero reverenciado por los impresionistas, a quien consideraban su precursor. Baroja interpreta la palabra Camino como un proceso de transformación con connotaciones estéticas, por eso su protagonista lleva a cabo un continuo peregrinaje y, en cuanto a la luz y los efectos que ésta produce en el paisaje, según sus cambios a lo largo del día con sus consecuentes alteraciones de color, consigue en su narración (como los impresionistas) que adquiera una importancia fundamental.
Como el impresionismo, él también da contornos imprecisos: "Al entrar, no percibía más que unas cuantas luces, después se iba viendo el altar, luego se percibían contornos de mujeres, caras duras, renegridas, tostadas por el sol, rezando con un ademán de ferviente misticismo".
El final del libro resulta confuso, si se le interpreta con técnicas tradicionales y es ilógico según los parámetros realistas, pero utilizando el marco del impresionismo Baroja nos presenta un final abierto... Para él, lo importante no es el producto final de la obra, sino el método de interpretación de la realidad y la forma subjetiva y múltiple de definirla. En la ascética, el individuo se esfuerza por perfeccionar su espíritu mediante la voluntad y en su narrativa Baroja aspira a una perfección literaria.
Su arte fue consdierado "insultante", pues la espontaneidad, la contradicción, el subjetivismo y el apasionamiento eran palabras que se podían asociar bien al impresionismo y al ascetismo, pero estaban muy lejos del realismo imperante.
"A lo lejos se veía un pueblo envuelto en una nube cenicienta". "Sus torres y pináculos se destacaban perfilándose en el azul intenso y luminoso del horizonte". El escritor utiliza el color, no la forma; sitúa colores puros junto complementarios (puntillismo usado por los impresionistas) con el fín de que sea el lector quien los mezcle.
"Al ocultarse el sol se hizo más violácea la muralla de la sierra; aún iluminaban los últimos rayos un pico lejano del poniente y las demás montañas quedaban envueltas en una bruma rosada y espléndida, de carmín y de oro, que parecía arrancada de alguna apoteosis de Tiziano".
viernes, 17 de abril de 2020
CAMINO DE PERFECCIÓN
Camino de Perfección forma parte de una trilogía mística junto con El Libro de la Vida y Las Moradas y se sitúa - cronológicamente - en el centro de ambas. Fue escrito por Teresa de Jesús en plena madurez espiritual, después de diez años de intensa vida interior, y evidencia el dominio de la herramienta lingüística y de los recursos literarios de la escritora. Surgió porque las doce hermanas que convivían con ella en el conventico de San José (Ávila) le pedían que les ayudase a comprender una espiritualidad más exigente y refinada y ella, por responsabilidad y magisterio espiritual, accedió a escribirlo.
"Más ¡qué de cosas se ofrecen en comenzando a tratar este camino! ¡Ojalá pudiera yo escribir con muchas manos, para que unas por otras no se olvidaran!". Comenzó una redacción frenética, con pausas no muy dilatadas, sin una estructura prefijada, ni articulada, ni sistematizada (algo que revelaba facetas de su propia personalidad). En la concentración que le permitía el convento acabó El Camino a los pocos meses de su inicio (1566), aunque el censor García de Toledo tachó párrafos polémicos, incisivos e irónicos, como la apología de las mujeres...
Su sometimiento a la censura fue radical, pues transcribió un nuevo manuscrito, por lo que llevó a cabo dos redacciones. La primera fue tenida en cuenta para la edición de sus obras preparada por Fray Luis de León (1588) y reclamada por Felipe II para su Real Biblioteca de El Escorial (autógrafo conocido como Códice de El Escorial).
Teresa aceptó las correcciones y su obra pasó de ser un cuaderno íntimo a un libro mucho más abierto destinado a un público más amplio. Se atenuaba su espontaneidad, se velaban sus confidencias, se suavizaban las alusiones irónicas y el tono se adecuaba más a las pautas del magisterio esipiritual (más general y didáctico, pero menos intenso y expresivo). También hizo una caligrafía más clara y cuidada y articuló el texto (los 84 capítulos originales quedaron definitivamente condensados en 42). Se ampliaron y desarrollaron temas doctrinales como los conceptos de oración, de recogimiento y de quietud; la necesidad de la libertad de conciencia; el acceso a distintos confesores; la exigencia de una formación profunda; las pruebas para candidatas al ingreso de la Obra Reformada... etc.
El nuevo autógrafo (segunda redacción del Camino) fue concluído el mismo año que el primero y el manuscrito se conserva actualmente en el Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Valladolid y es conocido como Códice de Valladolid.
El ideal de vida que ella encarnaba y transmitía a sus hijas era un ideal contemplativo. El Camino preparaba a las almas para la contemplación. La Perfección era la meta de ese itinerario espiritual y consistía en que cada alma se adaptase al nivel en que la hubiera dispuesto el Señor y cumpliera su cometido con total entrega. Reivindicaba la figura de Marta, prototipo de alma activa, al lado de la de María, símbolo del alma contemplativa (ambas debían ir hermanadas en los palomaricos teresianos).
Para conjuntar los des tipos de oración glosó el Paternóster en la segunda parte del Camino e hizo su interpretación personal con espontánea sinceridad y efusivo ardor, así como con el profundo anhelo de abandonar un mundo que no era sino escala breve para la patria definitiva. Y lo llevó a cabo con su fuerte personalidad espiritual y mística, lingüística y literaria, pero añadiendo en tono irónico: " y lo hago, a pesar de que no tenemos letras las mujeres".
"Más ¡qué de cosas se ofrecen en comenzando a tratar este camino! ¡Ojalá pudiera yo escribir con muchas manos, para que unas por otras no se olvidaran!". Comenzó una redacción frenética, con pausas no muy dilatadas, sin una estructura prefijada, ni articulada, ni sistematizada (algo que revelaba facetas de su propia personalidad). En la concentración que le permitía el convento acabó El Camino a los pocos meses de su inicio (1566), aunque el censor García de Toledo tachó párrafos polémicos, incisivos e irónicos, como la apología de las mujeres...
Su sometimiento a la censura fue radical, pues transcribió un nuevo manuscrito, por lo que llevó a cabo dos redacciones. La primera fue tenida en cuenta para la edición de sus obras preparada por Fray Luis de León (1588) y reclamada por Felipe II para su Real Biblioteca de El Escorial (autógrafo conocido como Códice de El Escorial).
Teresa aceptó las correcciones y su obra pasó de ser un cuaderno íntimo a un libro mucho más abierto destinado a un público más amplio. Se atenuaba su espontaneidad, se velaban sus confidencias, se suavizaban las alusiones irónicas y el tono se adecuaba más a las pautas del magisterio esipiritual (más general y didáctico, pero menos intenso y expresivo). También hizo una caligrafía más clara y cuidada y articuló el texto (los 84 capítulos originales quedaron definitivamente condensados en 42). Se ampliaron y desarrollaron temas doctrinales como los conceptos de oración, de recogimiento y de quietud; la necesidad de la libertad de conciencia; el acceso a distintos confesores; la exigencia de una formación profunda; las pruebas para candidatas al ingreso de la Obra Reformada... etc.
El nuevo autógrafo (segunda redacción del Camino) fue concluído el mismo año que el primero y el manuscrito se conserva actualmente en el Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Valladolid y es conocido como Códice de Valladolid.
El ideal de vida que ella encarnaba y transmitía a sus hijas era un ideal contemplativo. El Camino preparaba a las almas para la contemplación. La Perfección era la meta de ese itinerario espiritual y consistía en que cada alma se adaptase al nivel en que la hubiera dispuesto el Señor y cumpliera su cometido con total entrega. Reivindicaba la figura de Marta, prototipo de alma activa, al lado de la de María, símbolo del alma contemplativa (ambas debían ir hermanadas en los palomaricos teresianos).
Para conjuntar los des tipos de oración glosó el Paternóster en la segunda parte del Camino e hizo su interpretación personal con espontánea sinceridad y efusivo ardor, así como con el profundo anhelo de abandonar un mundo que no era sino escala breve para la patria definitiva. Y lo llevó a cabo con su fuerte personalidad espiritual y mística, lingüística y literaria, pero añadiendo en tono irónico: " y lo hago, a pesar de que no tenemos letras las mujeres".
jueves, 16 de abril de 2020
EL IMPRESIONISMO MÍSTICO
Decía Pío Baroja: "Si España hubiese tenido éxitos políticos en lugar de fracasos durante el siglo XIX, nuestra literatura contemporánea parecería más importante. Nuestros escritores no valen menos, es que no tienen pedestal. El mundo no se ocupa de lo que pasa en España". Y es que él, que había vivido en Francia y en Inglaterra, reconocía que, fuera de España, el resto de Europa desconocía por completo la literatura española, motivo por el cual se propuso reformar su forma de escribir creando un nuevo estilo literario que fuera moderno sin dejar de ser español.
Para conseguirlo, se esforzaría en mezclar elementos del impresionismo (corriente vanguardista) con elementos considerados tradicionalmente españoles como el misticismo, el cual - según Baroja - constituiría un antecedente del impresionismo francés, pues en el misticismo español del Siglo de Oro el individuo lograba liberarse, no sólo de la cárcel del cuerpo, sino de la prisión y decadencia de un mundo adverso.
Entre los siglos XIX y XX, la sociedad europea experimentaba una profunda transformación en todas las ramas del arte propiciada por el rápido desarrollo de la modernidad. En ese ambiente Baroja, atraído por la experimentación artística y por la concepción de otras formas de interpretar la realidad desde múltiples perspectivas - intentó elaborar un nuevo concepto literario, innovador y moderno, pero que fuera español:
un impresionismo místico.
Hizo su peculiar homenaje a la obra de Santa Teresa Camino de Perfección, un tratado ascético dirigido a las monjas que proponía la unión de dos componentes: el recogimiento contemplativo y la actividad práctica. Por otra parte, el estilo de Santa Teresa, basado en la plasticidad de las imágenes, le cautivaba. "El escritor debe echar mano, si lo necesita, de todo. Éste será el escritor moderno", decía don Pío cuando se le preguntaba cómo había podido compaginar elementos tan aparentemente contrapuestos.
"España nunca ha sido foco, sino periferia. España ha quedado rezagada en un momento de la historia y tiene mucha obra muerta que hay que arrojar al mar y mucha obra viva que realizar. Yo quisiera que España fuera muy moderna, persistiendo en su línea antigua; yo quisiera que fuera un foco de cultura amplio, extenso".
Pío Baroja conocía bien los efectos de las relaciones de poder y de la falta de reconocimiento de los escritores españoles en el extranjero. Esta situación de atraso literario con respecto a Europa le obsesionaba. Para asociar su escritura a la europea y ser considerado popular, se intentó incorporar el impresionismo francés creando un estilo nuevo al que, para no ser acusado de falta de originalidad, le dotó de las características del misticismo español tratando de establecer un antecedente al movimiento en la tradición española y, por lo tanto, de "españolizar el impresionismo".
Y lo consiguió, logró crear su propio estilo, el estilo barojiano, innovador, moderno y a la vez profunda e inconfundiblemente español: "el impresionismo místico".
Para conseguirlo, se esforzaría en mezclar elementos del impresionismo (corriente vanguardista) con elementos considerados tradicionalmente españoles como el misticismo, el cual - según Baroja - constituiría un antecedente del impresionismo francés, pues en el misticismo español del Siglo de Oro el individuo lograba liberarse, no sólo de la cárcel del cuerpo, sino de la prisión y decadencia de un mundo adverso.
Entre los siglos XIX y XX, la sociedad europea experimentaba una profunda transformación en todas las ramas del arte propiciada por el rápido desarrollo de la modernidad. En ese ambiente Baroja, atraído por la experimentación artística y por la concepción de otras formas de interpretar la realidad desde múltiples perspectivas - intentó elaborar un nuevo concepto literario, innovador y moderno, pero que fuera español:
un impresionismo místico.
Hizo su peculiar homenaje a la obra de Santa Teresa Camino de Perfección, un tratado ascético dirigido a las monjas que proponía la unión de dos componentes: el recogimiento contemplativo y la actividad práctica. Por otra parte, el estilo de Santa Teresa, basado en la plasticidad de las imágenes, le cautivaba. "El escritor debe echar mano, si lo necesita, de todo. Éste será el escritor moderno", decía don Pío cuando se le preguntaba cómo había podido compaginar elementos tan aparentemente contrapuestos.
"España nunca ha sido foco, sino periferia. España ha quedado rezagada en un momento de la historia y tiene mucha obra muerta que hay que arrojar al mar y mucha obra viva que realizar. Yo quisiera que España fuera muy moderna, persistiendo en su línea antigua; yo quisiera que fuera un foco de cultura amplio, extenso".
Pío Baroja conocía bien los efectos de las relaciones de poder y de la falta de reconocimiento de los escritores españoles en el extranjero. Esta situación de atraso literario con respecto a Europa le obsesionaba. Para asociar su escritura a la europea y ser considerado popular, se intentó incorporar el impresionismo francés creando un estilo nuevo al que, para no ser acusado de falta de originalidad, le dotó de las características del misticismo español tratando de establecer un antecedente al movimiento en la tradición española y, por lo tanto, de "españolizar el impresionismo".
Y lo consiguió, logró crear su propio estilo, el estilo barojiano, innovador, moderno y a la vez profunda e inconfundiblemente español: "el impresionismo místico".
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martes, 14 de abril de 2020
LA RISA DEL SABIO
La risa del sabio es la risa de la libertad. Lo que el sabio ha comprendido le ha liberado de las cargas inútiles de la existencia, para elevarse hasta las regiones en donde brilla el sol eterno. Y esta sabiduría que ha conquistado al precio de tantos esfuerzos, el sabio no tiene más deseo que transmitirla a aquellos que viven junto a él o que vienen a visitarle. La única cosa que el sabio puede pues comunicar inmediatamente es la alegría que extrae de esta sabiduría, esta alegría que llena su corazón, que desborda de su corazón, y la risa es la expresión de esta alegría que también se puede llamar amor.
Hay risas estúpidas, vulgares, hipócritas, malvadas..., pero también risas gentiles, sutiles, francas, llenas de amor, como una fuente que brota (la fuente ríe vertiendo generosamente el agua de la vida). Así como las lágrimas no indican debilidad de carácter, la risa no siempre significa despreocupación o falta de seriedad. La risa actúa más beneficiosamente en el campo mental que esa seriedad, esa austeridad que muchos creen que es una característica del sabio, pues en la risa existen energías vivas que alimentan el cerebro.
Los niños ríen o sonríen espontáneamente. Antes de saber hablar, el niño acoge con una risa a sus padres y a los que se acercan a su cuna y su risa es tan agradable porque es una explosión de vida. Cuando reímos, las energías acumuladas en nosotros se desbordan y sentimos la necesidad de compartir algo con los demás: el exceso de vida que está en nosotros pide ser vertido en alguna parte (el que no ríe tiene muy poco que dar). La risa nos proporciona equilibrio interior y hace más ligera nuestra existencia.
Es verdad que la vida diaria impone toda clase de tensiones que necesitan ser liberadas de vez en cuando, por eso existen las fiestas populares en determinados momentos del año que se corresponden a configuraciones astronómicas. Ellas introducen una pausa, interrumpen un ritmo de trabajo continuo y agotador. Las fiestas, con los cantos, los bailes, los juegos, las risas y los encuentros crean un clima fraternal con el que cada uno se siente transportado y sostenido. En una atmósfera de intercambios alegres y benéficos nos sentimos más ligeros, generosos, entregados y abrimos nuestro corazón.
Pío Baroja decía: "Se necesita la altura, el aire puro de la montaña, para poder reír mirando al cielo. Se necesita la humildad de corazón para reír en el fondo del valle. Sin una cosa ni otra se hacen gestos, pero no se ríe".
domingo, 12 de abril de 2020
NOSOTROS
Una sociedad asentada sobre las buenas costumbres sería aquella en que los ciudadanos fueran transportados suavemente, por el placer del hábito general y por las inclinaciones del corazón bien educado, hacia la virtud cívica, sin amenaza de ley represora. Si hubiera ciudadanos que aportasen un ejemplo positivo y éste se generalizara, produciría en la colectividad un fecundo efecto.
Yo creo que el secreto de la vida reside en hallar la llave de la individualidad en el proceso de socialización. Una sociedad bien ordenada estará constituída por individuos que han resuelto este proceso de una manera satisfactoria, lo que también condiciona el contenido de la ejemplaridad, pues todo ejemplo es público.
Me pregunto: ¿la madurez ciudadana implica una renuncia de lo óptimo? Actualmente, el exceso de lucidez desmitficadora, la suspicacia generalizada, el cinismo ambiental, el petimetre que ya está de vuelta de todo antes de haber ido a ningún sitio, cierran las puertas al ideal que necesitamos, pero si conservamos nuestra capacidad de entusiasmo para elevarnos hacia él nos "atreveremos a pensar y a sentir".
Una sociedad sin un ideal está llamada a envejecer, a repetirse, a ser acrítica con el presente porque no tiene una posición desde la que criticar y está condenada a no progresar. Lo bueno es quedarse con lo mejor de la tradición, sin estancarse en ella. La sociedad narcisista, individualista y consumista es "vulgar", sí, pero también en verdad que vivimos en el mejor momento de la historia universal; hay que respetar la vulgaridad pues, aunque no sea demasiado hermosa, es hija de la libertad y la igualdad.
El concepto orteguiano de "masa" para definir a seres gregarios y no a la minoría selecta que considera a los demás indóciles porque no les obedecen con la puntualidad que ellos esperan, hiere profundamente nuestra sensibilidad. No existen masas, sino muchos ciudadanos que se agrupan siendo cada uno responsable y capaz de dar un buen ejemplo. La única raya que puede separarlos está en el corazón de todos: cada uno puede optar por acciones ejemplares o vulgares. No hay seres cualitativamente distintos, todos son iguales y responsables con opciones de mayor o menor excelencia moral.
El elitismo caduco y polvoriento me lleva a pedir un respeto por la vulgaridad ya que en ella subyace una profunda y original verdad, bondad y belleza, nunca antes conocida hasta ahora y que "los exquisitos" no entienden. La vulgaridad es un punto de arranque, no un punto de llegada.
Todos aspiramos a una convivencia bien ordenada, un corazón bien educado y con buen gusto, pues una democracia sin mores (costumbres) no puede existir. Las costumbres son un invento para remediar nuestra finitud, ya que si no existieran tendríamos que inventar un mundo cada mañana, como Adán en el paraíso. Al existir, confiamos el 90% de nuestros asuntos a ellas, a las buenas costumbres, lo que nos permite concentrar nuestra energía y creatividad en lo realmente importante.
Vivimos, convivimos, en libertad unos con otros y el "nosotros" adquiere, en este momento histórico que atravesamos, una importancia capital. Confío plenamente en el ser humano y en que seremos capaces de dar la talla.
Yo creo que el secreto de la vida reside en hallar la llave de la individualidad en el proceso de socialización. Una sociedad bien ordenada estará constituída por individuos que han resuelto este proceso de una manera satisfactoria, lo que también condiciona el contenido de la ejemplaridad, pues todo ejemplo es público.
Me pregunto: ¿la madurez ciudadana implica una renuncia de lo óptimo? Actualmente, el exceso de lucidez desmitficadora, la suspicacia generalizada, el cinismo ambiental, el petimetre que ya está de vuelta de todo antes de haber ido a ningún sitio, cierran las puertas al ideal que necesitamos, pero si conservamos nuestra capacidad de entusiasmo para elevarnos hacia él nos "atreveremos a pensar y a sentir".
Una sociedad sin un ideal está llamada a envejecer, a repetirse, a ser acrítica con el presente porque no tiene una posición desde la que criticar y está condenada a no progresar. Lo bueno es quedarse con lo mejor de la tradición, sin estancarse en ella. La sociedad narcisista, individualista y consumista es "vulgar", sí, pero también en verdad que vivimos en el mejor momento de la historia universal; hay que respetar la vulgaridad pues, aunque no sea demasiado hermosa, es hija de la libertad y la igualdad.
El concepto orteguiano de "masa" para definir a seres gregarios y no a la minoría selecta que considera a los demás indóciles porque no les obedecen con la puntualidad que ellos esperan, hiere profundamente nuestra sensibilidad. No existen masas, sino muchos ciudadanos que se agrupan siendo cada uno responsable y capaz de dar un buen ejemplo. La única raya que puede separarlos está en el corazón de todos: cada uno puede optar por acciones ejemplares o vulgares. No hay seres cualitativamente distintos, todos son iguales y responsables con opciones de mayor o menor excelencia moral.
El elitismo caduco y polvoriento me lleva a pedir un respeto por la vulgaridad ya que en ella subyace una profunda y original verdad, bondad y belleza, nunca antes conocida hasta ahora y que "los exquisitos" no entienden. La vulgaridad es un punto de arranque, no un punto de llegada.
Todos aspiramos a una convivencia bien ordenada, un corazón bien educado y con buen gusto, pues una democracia sin mores (costumbres) no puede existir. Las costumbres son un invento para remediar nuestra finitud, ya que si no existieran tendríamos que inventar un mundo cada mañana, como Adán en el paraíso. Al existir, confiamos el 90% de nuestros asuntos a ellas, a las buenas costumbres, lo que nos permite concentrar nuestra energía y creatividad en lo realmente importante.
Vivimos, convivimos, en libertad unos con otros y el "nosotros" adquiere, en este momento histórico que atravesamos, una importancia capital. Confío plenamente en el ser humano y en que seremos capaces de dar la talla.
martes, 7 de abril de 2020
LA ESPAÑOLA INGLESA
La española inglesa es una novela de Cervantes publicada en 1613 en el conjunto de doce novelas cortas escritas bajo el título general de Novelas ejemplares de honestísimo entretenimiento. Se trata del rapto de una niña de siete años llamada Isabela durante la toma de Cádiz por los ingleses. Clotaldo (el secuestrador) y Catalina tienen un hijo de doce años, Ricaredo y ansían tener una niña; son católicos pero viven en la protestante Inglaterra, por lo que la reina de los ingleses no debe saberlo.
Isabela es tratada como una hija y se convierte en una joven muy refinada y extremadamente bella, con perfectos modales ingleses (sin perder los españoles). Ricaredo y ella se enamoran, él se la declara y ella le corresponde, pero sus padres ya tenían planeado que se casase con una escocesa. Comienzan las separaciones entre ellos y la reina inglesa se entera de la existencia de la joven y pide conocerla. La absoluta discreción de Isabela no pone en peligro el secreto de la familia (su catolicismo) y la reina queda tan impresionada por su belleza que decide que Ricaredo debe ser merecedor de casarse con ella y atravesar una prueba. Le manda a una expedición con el Barón de Lansac y durante su viaje perdona la vida a varios españoles católicos. Conoce por casualidad a los padres de su amada y les lleva a Inglaterra junto a ricas joyas para la reina.
Mientras Ricaredo estaba ausente, Arnesto, un cortesano, se enamora de Isabela, quien le rechaza; indignada la madre del pretendiente envenena a la joven y, aunque no consigue darle muerte, queda terriblemente desfigurada, lo que provoca en Ricaredeo que valore aún más su belleza interior. Después de dos años llega a Sevilla, donde habían regresado Isabela y sus padres, justo a tiempo para impedir que su prometida profese como monja y se casan.
Esta novela de Cervantes tiene el ambiente de la más tupida espiritualidad, pues nos presenta la prueba palpable de su preocupación por la religión católica y nos muestra "cuánto puede la virtud y cuánto la hermosura". Isabela casi no habla, lo que la convierte en un personaje más interesante, ya que los actos dicen más que las palabras. Su exquisita educación, su lealtad, discreción, coraje e ideales hacen de ella un ser humano completo con voz y voto (algo radicalmente diferente al trato que se le daba a la mujer en su época). Contrapone, en un momento dado, la belleza (desaparecida) con la inteligencia, la nobleza y la grandeza...
Isabela es tratada como una hija y se convierte en una joven muy refinada y extremadamente bella, con perfectos modales ingleses (sin perder los españoles). Ricaredo y ella se enamoran, él se la declara y ella le corresponde, pero sus padres ya tenían planeado que se casase con una escocesa. Comienzan las separaciones entre ellos y la reina inglesa se entera de la existencia de la joven y pide conocerla. La absoluta discreción de Isabela no pone en peligro el secreto de la familia (su catolicismo) y la reina queda tan impresionada por su belleza que decide que Ricaredo debe ser merecedor de casarse con ella y atravesar una prueba. Le manda a una expedición con el Barón de Lansac y durante su viaje perdona la vida a varios españoles católicos. Conoce por casualidad a los padres de su amada y les lleva a Inglaterra junto a ricas joyas para la reina.
Mientras Ricaredo estaba ausente, Arnesto, un cortesano, se enamora de Isabela, quien le rechaza; indignada la madre del pretendiente envenena a la joven y, aunque no consigue darle muerte, queda terriblemente desfigurada, lo que provoca en Ricaredeo que valore aún más su belleza interior. Después de dos años llega a Sevilla, donde habían regresado Isabela y sus padres, justo a tiempo para impedir que su prometida profese como monja y se casan.
Esta novela de Cervantes tiene el ambiente de la más tupida espiritualidad, pues nos presenta la prueba palpable de su preocupación por la religión católica y nos muestra "cuánto puede la virtud y cuánto la hermosura". Isabela casi no habla, lo que la convierte en un personaje más interesante, ya que los actos dicen más que las palabras. Su exquisita educación, su lealtad, discreción, coraje e ideales hacen de ella un ser humano completo con voz y voto (algo radicalmente diferente al trato que se le daba a la mujer en su época). Contrapone, en un momento dado, la belleza (desaparecida) con la inteligencia, la nobleza y la grandeza...
CABALLERO CRISTIANO
El caballero cristiano tiene carácter de paladín pues siglos de Reconquista le han impregnado de religiosidad, así como del convencimiento de que la vida es lucha para imponer a la realidad circundante una forma buena que, por sí misma, no tendría. No sólo es un propugnador del bien sino la forma directa de procurarlo. La grandeza es el sentimiento de su propia valía, ya que él da más importancia a lo que es que a lo que posee; la mezquindad es todo lo contrario. Y es este desprecio hacia las cosas materiales lo que, en la historia de la Hispanidad, se ha traducido en una pobre visión de lo económico, pues las riquezas obtenidas en América no se utilizaron en desarrollar el capitalismo, sino en financiar la empresa imperial. El caballero cristiano es la antítesis del burgués calculador...
La alta conciencia de sí mismo lleva al caballero cristinao a ser valiente y arrojado, con el valor que procede de la adhesión a una idea, a una convicción, a una causa y no de la inconsciencia. La combinación de confianza en sí mismo, grandeza y arrojo se traducen en altivez. Él toma sus decisiones obedeciendo a los dictados de su voz interior y no al cálculo de las posiblidades de éxito.
El caballero cristiano tiene una fuerte personalidad y siempre antepone las relaciones reales a las formales y difícilmente obedecerá a quien no tenga madera de jefe, aunque tenga legitimidad legal. El honor es el reconocimiento, en forma exterior y visible de su valía individual interna e invisible. Como dice Calderón de la Barca: "El honor es patrimonio del alma y el alma es sólo de Dios".
Para el caballero cristiano la vida es la preparación de la muerte, que iguala a todos los hombres más allá de la convecciones sociales. "Nuestras vidas son ríos que van a dar en el mar, que es el morir. Allá van los señoríos prestos a se acabar de consumir" (Jorge Manrique).
La alta conciencia de sí mismo lleva al caballero cristinao a ser valiente y arrojado, con el valor que procede de la adhesión a una idea, a una convicción, a una causa y no de la inconsciencia. La combinación de confianza en sí mismo, grandeza y arrojo se traducen en altivez. Él toma sus decisiones obedeciendo a los dictados de su voz interior y no al cálculo de las posiblidades de éxito.
El caballero cristiano tiene una fuerte personalidad y siempre antepone las relaciones reales a las formales y difícilmente obedecerá a quien no tenga madera de jefe, aunque tenga legitimidad legal. El honor es el reconocimiento, en forma exterior y visible de su valía individual interna e invisible. Como dice Calderón de la Barca: "El honor es patrimonio del alma y el alma es sólo de Dios".
Para el caballero cristiano la vida es la preparación de la muerte, que iguala a todos los hombres más allá de la convecciones sociales. "Nuestras vidas son ríos que van a dar en el mar, que es el morir. Allá van los señoríos prestos a se acabar de consumir" (Jorge Manrique).
lunes, 6 de abril de 2020
DON QUIJOTE
La Edad Moderna no nace sólo con Descartes y el espíritu científico, sino también con Cervantes, pues la novela ha desarrollado todo lo que la ciencia ignoró. Cervantes, Flaubert, Proust, Joyce, Virginia Woolf, nos hacen comprobar que temas como el tiempo de la vida, la terra incognita de lo cotidiano, la conciencia, la belleza y la muerte no han sido ni tropezados por la ciencia moderna. Y es que la novela no entiende al mundo como algo sólido e incontrovertible, sino desde la ambigüedad; no afronta la única verdad absoluta, sino múltiples verdades relativas que se contradicen y buscan otra clase de saber, un saber que es necesario para conocer el mundo en el que Cervantes fue maestro.
Ortega y Gasset apostó por la literatura y dio una gran importancia a la dimensión narrativa de la vida del hombre y a la necesidad de inventarla, de proyectarla hacia un futuro. La vida no es una realidad inerte, sino dinámica, que se desarrolla en virtud de las decisiones que tomamos. Las circunstancias hacen posible la vida, pero también la dificultan. Don Quijote conocía bien esos extremos, nadie como él caló tan profundamente en su propia circunstancia.
En la filosofía de Ortega, vida es un término mayor, pues la construimos día a día. El novelista desarrolla una función esencial que no es ajena a la vida del hombre, ya que éste tiene que inventarse su existencia. El hombre es novelista de sí mismo y Don Quijote no hace literatura, la vive. El viejo hidalgo manchego, que leía Libros de Caballería en su aldea, convierte su vida en su propio libro, en el de su vida. Cervantes sabía que la vida es un relato en busca de narrador y el filósofo también descubrió en el novelista "su ironía llena de humanidad, una ironía que no es ácida ni destruye porque comprende lo que ironiza a la vez que lo supera".
El manco sano, el famoso todo, el escritor alegre y el regocijo de las musas se despide del lector, de la vida, con estas entrañables palabras, que no se pueden leer sin sentir que aprisionan sólo en dos líneas el quién es Cervantes: "Adiós gracias, adiós donaires, adiós regocijados amigos, que yo me voy muriendo y desearos veros presto contentos en la otra vida".
Después de tantos años de infortunio, heridas, cárceles, cautiverio, pobreza y desdén; después de tanto amor, tanta belleza, tanta ilusión fresca... concluyo: "¿no es eso España?".
Ortega y Gasset apostó por la literatura y dio una gran importancia a la dimensión narrativa de la vida del hombre y a la necesidad de inventarla, de proyectarla hacia un futuro. La vida no es una realidad inerte, sino dinámica, que se desarrolla en virtud de las decisiones que tomamos. Las circunstancias hacen posible la vida, pero también la dificultan. Don Quijote conocía bien esos extremos, nadie como él caló tan profundamente en su propia circunstancia.
En la filosofía de Ortega, vida es un término mayor, pues la construimos día a día. El novelista desarrolla una función esencial que no es ajena a la vida del hombre, ya que éste tiene que inventarse su existencia. El hombre es novelista de sí mismo y Don Quijote no hace literatura, la vive. El viejo hidalgo manchego, que leía Libros de Caballería en su aldea, convierte su vida en su propio libro, en el de su vida. Cervantes sabía que la vida es un relato en busca de narrador y el filósofo también descubrió en el novelista "su ironía llena de humanidad, una ironía que no es ácida ni destruye porque comprende lo que ironiza a la vez que lo supera".
El manco sano, el famoso todo, el escritor alegre y el regocijo de las musas se despide del lector, de la vida, con estas entrañables palabras, que no se pueden leer sin sentir que aprisionan sólo en dos líneas el quién es Cervantes: "Adiós gracias, adiós donaires, adiós regocijados amigos, que yo me voy muriendo y desearos veros presto contentos en la otra vida".
Después de tantos años de infortunio, heridas, cárceles, cautiverio, pobreza y desdén; después de tanto amor, tanta belleza, tanta ilusión fresca... concluyo: "¿no es eso España?".
CERVANTES ES ESPAÑOL
¿Cómo surge Cervantes? No se parece a ningún otro autor español, es único y distinto a todos los de su época y de cualquier época por su "cualidad" (calidad). No es que sea el mejor de todos, pues la vida humana no tiene escalafones ni jerarquías, pero él es distinto. No entra con los demás. Es, en cierto modo, inexplicable... no encaja en el conjunto de nuestra literatura, pero, al mismo tiempo, no puede ser más español. Yo no concibo a España sin él, pienso en España y hablo de Cervantes; es por tanto una clave española. Lo mismo que ocurrió con Velázquez o con Ortega y Gasset, se aloja en la realidad española que preexistía y presenta una novedad radical.
La vida de una persona o de una nación es lo que se ha hecho, lo que no se ha hecho, lo que no ha podido hacer, lo que ha renunciado a hacer, lo que se ha frustrado... no es un línea, sino una arborescencia llena de ramificaciones con caminos que se empiezan o no, que son posibles o abandonamos...
"Español soy, soilo y soilo. Lo he sido desde que he nacido y después de ser muerto, ochenta siglos". Esta es la actitud de Cervantes fascinado por las señas de identidad de España: la libertad y el valor. Para él la libertad es fundamental y la frase que más repite en su obra - en verso como en prosa - es: "Tú mismo te has forjado tu aventura". En otros idiomas, el valor se entiende como valioso, pero el español lo hace como valiente porque si falta un poco de valor (de coraje) todos los demás valores se hunden.
A la libertad y al valor añade la belleza de las ciudades, de los paisajes, de la mujer... y el amor, del que está impregnado todo lo que hace, pues está fascinado por él y lo respeta al máximo; afirma que tiene tal fuerza que no se le puede contrariar y, el que lo hace, acaba en desgracia. Todas estas ideas son el núcleo esencial de su obra. Todo este entramado es Cervantes.
Nació en 1547. Primero fue soldado (Lepanto, Italia) y cuando iba a regresar a España intervino el azar y lo hicieron cautivo llevándolo a Argel (cinco años). Su proyecto permanente era la libertad y se pudo escapar gracias a ciertas ayudas y a su encanto personal (es el escritor más simpático de todos los tiempos). Cuando regresó a España la encontró muy distinta, pues había permanecido once años fuera de ella. No publicó nada durante veinte años y se dedicó a ser alcabacero, recaudador de contribuciones y proveedor de la Armada Invencible, recogiendo por los caminos de Andalucía y Castilla vino, trigo y aceite. Fue a la cárcel y conoció a gente de todo tipo y condición. Absorbía la realidad y absorbió a España como nadie y, al final, se puso a escribir...
Don Miguel no escribe literatura, sino que la lleva dentro y lo hace con una plenitud hasta entonces desconocida. "Eso" es lo que tiene Cervantes, lo que encontramos en su obra, que la hace única y universal.
domingo, 5 de abril de 2020
CERVANTES
A pesar de su gran influencia universal hay muy poca documentación acerca de Miguel de Cervantes, pero lo que sabemos con toda seguridad es que era un ser humano "excelente". En 1615, tanto él como su personaje principal, Don Quijote de la Mancha, tenían unos cincuenta años por lo que ya habían probado el sabor amargo de lo inconsolable. Sin embargo, la grandeza de ambos estriba en que en vez de dejarse vencer por el cansancio de la vida son fieles a su ideal y renuevan su deseo de vivir con verdadero entusiasmo y con una esperanza renacida. Ambos mantienen la pureza de aspirar a lo mejor y de perseverar a través del humor y de la cortesía. El perfume de la amabilidad se mantiene en Cervantes hasta su muerte...
Según Javier Gomá, Cervantes es el ejemplo de la ejemplaridad moderna: su idealismo, cortesía y humor son tres elementos civilizadores entre nosotros, los contemporáneos, y proporcionan una buena fórmula de vida para aquellos que la estén buscando. Ojalá España se asemejara a Cervantes, pues es nuestra figura más universal.
Lo que más caracteriza a Cervantes es su discreción y comedimiento (dos de sus palabras favoritas). Su cortesía total ante todo y ante todos, unida a su moderación y paciencia es la antítesis de la literatura faltona e impertinente que impera en la actualidad. En la segunda parte del Quijote emprende su obra más grande hacia un ideal que no acabará jamás.
El mal que nos acecha en la actualidad es el cinismo de los que se creen muy inteligentes, pero un sabio sabe elegir los fines. La ingenuidad (inocencia) educada para perserverar en la ilusión y el idealismo es lo que nos hace seguir aspirando a lo mejor. Además, el "ilusionado" vive con gozo y es muy superior al cínico que cada vez estrecha más su existencia e intenta hacerlo con la de quienes le rodean.
Hemos venido a la tierra para vivir de tal modo que nos hagamos dignos de ser felices y nuestra individualidad es la flor más bella de la evolución de la vida. Llenar nuestra vida de entusiasmo, significado, belleza, alegría, solidaridad, intensidad, conciencia y vivirla con sentido deportivo (es un deporte de alto riesgo, ¡o la juegas o no!) es lo que hace que sea digna de ser vivida. La auténtica aventura es intentar vivir una vida digna y bella creando una imagen impecable de la misma que pueda servir de ejemplo y referente para los demás.
Según Javier Gomá, Cervantes es el ejemplo de la ejemplaridad moderna: su idealismo, cortesía y humor son tres elementos civilizadores entre nosotros, los contemporáneos, y proporcionan una buena fórmula de vida para aquellos que la estén buscando. Ojalá España se asemejara a Cervantes, pues es nuestra figura más universal.
Lo que más caracteriza a Cervantes es su discreción y comedimiento (dos de sus palabras favoritas). Su cortesía total ante todo y ante todos, unida a su moderación y paciencia es la antítesis de la literatura faltona e impertinente que impera en la actualidad. En la segunda parte del Quijote emprende su obra más grande hacia un ideal que no acabará jamás.
El mal que nos acecha en la actualidad es el cinismo de los que se creen muy inteligentes, pero un sabio sabe elegir los fines. La ingenuidad (inocencia) educada para perserverar en la ilusión y el idealismo es lo que nos hace seguir aspirando a lo mejor. Además, el "ilusionado" vive con gozo y es muy superior al cínico que cada vez estrecha más su existencia e intenta hacerlo con la de quienes le rodean.
Hemos venido a la tierra para vivir de tal modo que nos hagamos dignos de ser felices y nuestra individualidad es la flor más bella de la evolución de la vida. Llenar nuestra vida de entusiasmo, significado, belleza, alegría, solidaridad, intensidad, conciencia y vivirla con sentido deportivo (es un deporte de alto riesgo, ¡o la juegas o no!) es lo que hace que sea digna de ser vivida. La auténtica aventura es intentar vivir una vida digna y bella creando una imagen impecable de la misma que pueda servir de ejemplo y referente para los demás.
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