"En bellos prados plagados de flores
florecen los delicados capullos de las prímulas.
Desvelan recuerdos preciosos y llenan el aire,
anunciando la llegada de la primavera".
"Primrose" (primera rosa) es una de las flores que brotan en el frío invierno anunciando la primavera. Es delicada y sencilla y está vinculada con la renovacion y la devoción.
Sus pétalos, con forma de corazón, parece que nos quieren decir algo así como "no puedo vivir sin tí". Procede de China y según sus teorías, nos trasmiten energía, aislan nuestros nervios, ayudan a mantener la temperatura corporal, forman parte de estructuras celulares y son vitales para el organismo.
Hecha esta pequeña introducción acerca de una flor por la que siento una atracción especial, y a punto de estrenar la primavera, se me ocurre relacionarla con una palabra de la que estamos muy necesitados, "esperanza".
No es aspirar a una existencia más fácil y más agradable, sino una sabiduría que sabe utilizar el pasado para proyectarse hacia el futuro y actuar sobre él.
La esperanza es la capacidad de vivir una realidad magnífica que todavía no se ha realizado.
Es como un preludio de la vida perfecta, pues gracias a ella nos nutrimos de una felicidad que todavía no conocemos pero que es la verdadera realidad.
La verdadera realidad no está en el mundo físico, sino en un plano superior que nosotros debemos intentar alcanzar, ya que ella es la que nos demuestra que somos herederos del cielo y de la tierra y que los mejores bienes nos "esperan".
Esa es para mí la verdadera renovación, el auténtico florecer de la Estación del año que estamos comenzando.
Observando la belleza de esta flor tan sencilla, tan fresca y alegre, se acrecienta en mí la ilusión de irme convirtiendo en algo mejor...
lunes, 20 de marzo de 2017
sábado, 18 de marzo de 2017
ERASMO DE ROTTERDAM
En la contraportada del libro podemos leer: Stefan Zweig se refirió al gran humanista Erasmo de Rotterdam (1466-1536) como el primer "europeo consciente de serlo". Para él, Erasmo era el "maestro venerado", al que se sentía unido no sólo en lo espiritual sino en el rechazo a toda clase de violencia. Esta figura de alguien que tiene razón no en el ámbito tangible del éxito sino únicamente en sentido moral fascinaba a Stefan.
La fortaleza de espíritu y la dificultad para decidirse a actuar son el triunfo y la tragedia de Erasmo. A la hora de la verdad, cuando el príncipe elector le pide su opinión acerca del conflicto de fe que enfrenta a Lutero y al Papa, Erasmo, en realidad simpatizante de la Reforma, recomienda la intervención de jueces reputados y fuera de toda sospecha, es decir, encubre su propia opinión en una propuesta cauta, pues no quiere responder de una culpa aún incalculable.
Sus contemporáneos y las generaciones posteriores atribuyeron a esta actitud, que no pudo remediar la escisión de la Iglesia, a su indecisión característica.
El autor del libro intenta, con su biografía, que Erasmo replique con lo que fue el sentido de su vida: la justicia. Sabe que el espíritu libre e independiente, que no se deja atar por ningún dogma y que evita tomar partido, no tiene patria en la tierra.
¿Por qué me gusta tanto Stefan Zweig? porque es capaz de transmitir un saber monumental de una forma sencilla y ligera. En este libro, editado por Paidós) nos habla de Erasmo como un hombre de salud delicada que vivió a través de los libros y sólo a través de ellos pudo mirar a la realidad cara a cara y darle respuesta.
En él, la pasión es un hilo fino e imperceptible frente a un intelecto poderoso, una afilada inteligencia analítica.
Desde la atalaya de su biblitoeca supo retratar el carácter de los grandes personajes de su época y captar el pulso de su tiempo (Contrarreforma y Guerras de Religión).
Su famosa frase "sólo respondo a mí mismo" le hizo enemigo de ambos bandos. Tenía fe en el diálogo y no toleraba el fanatismo, era un "humanista" y creía que el poder de la palabra y el sentimiento de pertenecer a una hermandad espiritual podía resolver cualquier conflicto.
Seguir su vida es ser testigo de cómo la inteligencia fecunda a la vida y también perderse por Italia, Alemania o Inglaterra, las grandes cortes que le llamaban para conocerle y compartir su sabiduría.
En el Renacimiento, el poder se interesaba por la cultura, la respetaba y por eso la alimentaba. En estos momentos de tanto caos y confusión a todos los niveles, sugiero volver a los grandes pensadores a través de autores que nos acercan a ellos y nos facilitan su comprensión. Sólo con la lectura y la reflexión podremos poner orden en nuestro interior y aportar lo mejor de nosotros mismos a una sociedad que nos necesita.
La fortaleza de espíritu y la dificultad para decidirse a actuar son el triunfo y la tragedia de Erasmo. A la hora de la verdad, cuando el príncipe elector le pide su opinión acerca del conflicto de fe que enfrenta a Lutero y al Papa, Erasmo, en realidad simpatizante de la Reforma, recomienda la intervención de jueces reputados y fuera de toda sospecha, es decir, encubre su propia opinión en una propuesta cauta, pues no quiere responder de una culpa aún incalculable.
Sus contemporáneos y las generaciones posteriores atribuyeron a esta actitud, que no pudo remediar la escisión de la Iglesia, a su indecisión característica.
El autor del libro intenta, con su biografía, que Erasmo replique con lo que fue el sentido de su vida: la justicia. Sabe que el espíritu libre e independiente, que no se deja atar por ningún dogma y que evita tomar partido, no tiene patria en la tierra.
¿Por qué me gusta tanto Stefan Zweig? porque es capaz de transmitir un saber monumental de una forma sencilla y ligera. En este libro, editado por Paidós) nos habla de Erasmo como un hombre de salud delicada que vivió a través de los libros y sólo a través de ellos pudo mirar a la realidad cara a cara y darle respuesta.
En él, la pasión es un hilo fino e imperceptible frente a un intelecto poderoso, una afilada inteligencia analítica.
Desde la atalaya de su biblitoeca supo retratar el carácter de los grandes personajes de su época y captar el pulso de su tiempo (Contrarreforma y Guerras de Religión).
Su famosa frase "sólo respondo a mí mismo" le hizo enemigo de ambos bandos. Tenía fe en el diálogo y no toleraba el fanatismo, era un "humanista" y creía que el poder de la palabra y el sentimiento de pertenecer a una hermandad espiritual podía resolver cualquier conflicto.
Seguir su vida es ser testigo de cómo la inteligencia fecunda a la vida y también perderse por Italia, Alemania o Inglaterra, las grandes cortes que le llamaban para conocerle y compartir su sabiduría.
En el Renacimiento, el poder se interesaba por la cultura, la respetaba y por eso la alimentaba. En estos momentos de tanto caos y confusión a todos los niveles, sugiero volver a los grandes pensadores a través de autores que nos acercan a ellos y nos facilitan su comprensión. Sólo con la lectura y la reflexión podremos poner orden en nuestro interior y aportar lo mejor de nosotros mismos a una sociedad que nos necesita.
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STEFAN SWEIG
jueves, 9 de marzo de 2017
MICHEL DE MONTAIGNE
Iba llegando a mi vida desde lejos, casi sin sentirlo, pero ya está aquí, en el lugar adecuado y en el momento oportuno. En la etapa del camino en la que ahora me hallo, puedo apreciar su "douceur de vivre" y comprender lo que él escribe sobre el pensamiento y el autoconocimiento, pues siento como si me ocurriese a mí, está dentro de mí, en mi interior. Frases como: "Prefiero pensar en mi alma que amueblarla" , "no hay tarea más débil ni más fuerte que la de alimentar los propios pensamientos y los más grandes hacen de ello su ocupación ("quibus vivere est cogitare" "para quienes vivir es pensar", Cicerón)" , "soy muy capaz de hacer y conservar amistades raras y exquisitas" o "hemos de dirigir y de tener nuestros deseos en las cosas más fáciles y cercanas", me resultan tan próximas que me emocionan.
He tenido la sensación de que una venda se ha caído de mis ojos y puedo ver cara a cara a un hombre nacido y muerto muchísimos años antes que yo (1533-1592) y que es más que mi amigo, que está en mí como el maestro interior del que habla San Agustín. Soy consciente de que, a partir de ahora, ya necesito a Montaigne ("Parce que c´est lui, parce que c´est moi").
No es un filósofo sistemático, un pensador duro, sino un verdadero sabio (inteligente y sensible) que no busca ser un modelo de nada ni de nadie, sino que hace un espacio dentro de sí mismo para que se dé, o pueda surgir, lo ejemplar. En realidad lo que hace es enseñar a saber cómo se sabe.
Con una clara conciencia de la fragilidad humana y de la inmediatez de la muerte, se retiró en Périgord para disfrutar de sí mismo y de sus seres queridos, de una existencia campestre y con una excelente biblioteca en la torre circular de su castillo.
No muy alto, orgulloso y atento, inteligente y lúcido, buen conversador que viajó a Alemania e Italia y recibió de su padre una exquisita educación según los principios Erasmistas y aprendió a cultivar su espíritu, sin el menor prejuicio a la hora de pensar.
Tolerante y precavido, brilló como una estrella solitaria en medio de la noche de una Francia oscurecida por las brutales Guerras de Religión.
Filósofo sin Academia, huyó de abstracciones metafísicas y se limitó a comprender lo tangible y real. "Filosofar es aprender a morir", pero primero hay que aprender a vivir con naturalidad una vida plena y lo más satisfactoria posible que, evitando el mal, nos conducirá a una muerte digna.
Siento su influencia en Shakespeare y en Goethe, dos de mis autores de cabecera.
Termino esta íntima reflexión con una de sus frases: "Una prueba de la propia bondad está en confiar en la bondad de los demás".
He tenido la sensación de que una venda se ha caído de mis ojos y puedo ver cara a cara a un hombre nacido y muerto muchísimos años antes que yo (1533-1592) y que es más que mi amigo, que está en mí como el maestro interior del que habla San Agustín. Soy consciente de que, a partir de ahora, ya necesito a Montaigne ("Parce que c´est lui, parce que c´est moi").
No es un filósofo sistemático, un pensador duro, sino un verdadero sabio (inteligente y sensible) que no busca ser un modelo de nada ni de nadie, sino que hace un espacio dentro de sí mismo para que se dé, o pueda surgir, lo ejemplar. En realidad lo que hace es enseñar a saber cómo se sabe.
Con una clara conciencia de la fragilidad humana y de la inmediatez de la muerte, se retiró en Périgord para disfrutar de sí mismo y de sus seres queridos, de una existencia campestre y con una excelente biblioteca en la torre circular de su castillo.
No muy alto, orgulloso y atento, inteligente y lúcido, buen conversador que viajó a Alemania e Italia y recibió de su padre una exquisita educación según los principios Erasmistas y aprendió a cultivar su espíritu, sin el menor prejuicio a la hora de pensar.
Tolerante y precavido, brilló como una estrella solitaria en medio de la noche de una Francia oscurecida por las brutales Guerras de Religión.
Filósofo sin Academia, huyó de abstracciones metafísicas y se limitó a comprender lo tangible y real. "Filosofar es aprender a morir", pero primero hay que aprender a vivir con naturalidad una vida plena y lo más satisfactoria posible que, evitando el mal, nos conducirá a una muerte digna.
Siento su influencia en Shakespeare y en Goethe, dos de mis autores de cabecera.
Termino esta íntima reflexión con una de sus frases: "Una prueba de la propia bondad está en confiar en la bondad de los demás".
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