martes, 18 de octubre de 2022

HERÓDOTO

 

Historiador y geógrafo griego que vivió entre 484-425 (AC), es tradicionalmente considerado como Padre de la Historia en el mundo occidental porque fue el primero en componer un relato razonado y estructurado de las acciones humanas.

Intentó escribir una gran obra de valor histórico y literario, para lo cual dedicó parte de su vida a efectuar viajes con el fin de obtener información y materiales de primera mano. Algunos de sus contemporáneos, como Tucídides, le criticaron severamente por incluir en su trabajo anécdotas y disgresiones pues, aunque proporcionaban informaciones valiosas, poco tenían que ver con el objeto de estudio que se había propuesto: las luchas de los griegos contra los persas.  

Como trabajo previo y contextualización de lo que iba a ser su obra, narró la evolución y costumbres de los pueblos que componían la  oikouméne (el mundo conocido de persas, babilonios o egipcios).

En las batallas entre griegos y persas (490 y 479), los griegos eran superiores en armamento y táctica, debido a lo cual evitaban caer en manos del ejército asiático, cuyos efectivos cuadruplicaban los de las ciudades helenas. El imperio persa ocupaba unos diez millones de kms cuadrados, una superficie ochenta veces mayor a la de Grecia.

Heródoto quiso construir un valioso legado para las generaciones futuras fijando por escrito sus investigaciones para evitar que, con el tiempo, los hechos humanos quedaran en el olvido y que las notables empresas (tanto de griegos como de bárbaros) no se realzaran. Fue mucho más tarde cuando el romano Cicerón le otorgó el merecido título de Padre de la Historia.

Jerjes empezó su marcha sobre Grecia con doscientos mil efectivos de caballería e infantería y unas seiscientas naves en paralelo; si los griegos no le hubieran vencido en Salamina y Platea, la civilización clásica jamás habría llegado a ser lo que fue.

Atenas no habría logrado ser el lugar de encuentro donde durante décadas se dieron cita pensadores y creadores de toda la Hélade. Roma también habría sido muy distinta sin absorber la esencia de la civilización griega, que tanta admiración despertó en sus clases sociales más influyentes.

La sociedad romana utilizó la riqueza cultural helena como modelo durante varios siglos, importando y copiando sus elementos definitorios: conceptos, instituciones, técnicas militares, dioses, patrones estéticos, etc... Sin el apogeo griego, la república romana nunca habría alcanzado semejante prosperidad. 

Nacido en Halicarnaso (ciudad jonia), Heródoto concibió su obra como una investigación personal y una exploración de otras culturas, incluidas las de los pueblos bárbaros. Descubrió al mundo los acontecimientos que marcaron su época y su magna obra fue dividida siglos después en nueve libros.

A mediados de 1950, el periodista polaco Ryszard Kapuscinski escribió un libro de viajes titulado Viajes con Heródoto, como homenaje al historiador griego, al que consideraba el primer reportero del mundo, cuya prosa le acompañó e inspiró en su propio periplo.

lunes, 17 de octubre de 2022

VOLVER A LOS CLÁSICOS

 

Lo antiguo no es sinónimo de pasado de moda. Los grandes maestros del ayer nos pueden enseñar mucho. En el mundo de las ideas, a veces, hay que retroceder para avanzar. En la era de "use y tire" conviene recordar que lo importante en las ideas no es tanto su novedad o antigüedad como su bondad o su maldad. Las buenas ideas siempre se pueden usar... y también reciclar.

En la dictadura del relativismo en la que vivimos sería bueno redescrubrir - de la mano de los clásicos - que existe una única ley natural y una única naturaleza humana, la cual no depende de la historia, ni de la geografía, ni de las circunstancias, ni de las modas. Es por tanto, de capital importancia, volver a las fuentes.

Olvidar que la naturaleza humana es inmutable favorece la estrepitosa decadencia que padece la sociedad occidental en nuestros días y es que, como decía San Pablo, la crisis de la antropología se debe al rechazo de la metafísica. El héroe no es quien conquista agresivamente al otro, sino quien conquista su alma.

La mirada del historiador y de la del mitólogo pueden deconstruir los fenómenos que han irrumpido en el panorama actual como el populismo o los extremismos. Mirar con el prisma antiguo, con la premisa de entender al otro, superaría las escisiones entre los propio y lo ajeno. 

La idea antigua de hospitalidad (xenía) y la prospuesta de trascender los límites de lo aparente en pos de una unidad profundamente humana, nos acercarían a los clásicos. 

En Las Leyes de Platón aparece la imagen de un ser humano como una marioneta manejada al albur de diversos impulsos simbolizados por hilos, muchos de ellos duros, inflexibles y perniciosos, pero no así el hilo de oro, al que siempre conviene seguir y no abandonar en absoluto, pues nos conecta con lo mejor de nosotros mismos.

Y es precisamente ese hilo dorado, el que nos sirve en estos momentos de guía para conectarnos con la esencia de nuestra cultura. Ellos, los clásicos, con sus viejas ideas de éxito probado, nos pueden indicar el camino mejor que nadie en el laberinto de nuestro tiempo.

Durante la pandemia pude comprobar cómo el clásico era el libro con el que me podía confinar con plenas garantías, pues siempre tenía algo nuevo que decirme y me reconfortaba el alma y el espíritu.

 

viernes, 7 de octubre de 2022

REVOLUCIÓN SILENCIOSA

 

Caminar, leer, tejer, estar en silencio... todo ello quiebra el discurso hegemónico de un mundo acelerado y rentable económicamente que tiende a minusvalorar todo lo demás. Pero todo lo que se solicita con urgencia alberga una importancia minúscula, pues lo relevante y transformador necesita tiempo y lentitud.

La prisa es una invención del capitalismo para producir más y de forma más acelerada; ofrece relatos del ser y el tener que hacen crecer el deseo de que lo producido y ofertado sea consumido con voracidad, sin tener en cuenta que dicho proceso - que no se acaba nunca - requiere explotación y deshumanización. 

David Le Breton habla de lentificar la vida para entenderla y sentirla y para ello nada mejor que el caminar y el silencio. Nuestra arquitectura corporal ha sido diseñada para andar y para abrazarse a la presencia acogedora del silencio. Ejercitando ambas formas de resistencia política, nos posicionamos ante un mundo sobrecargado de celeridad crónica, incesante ruido, palabras vacías y alienantes, polarización de los juicios y medios de comunicación acríticos y alborotadores que vierten sin pausa información carente de significado.

Caminar despacio, siendo conscientes de lo que ocurre en nuestro entorno, es un crítica vivencial a un discurso que ordena ligereza y prontitud e incita al atajo. El caminante es quien se toma su tiempo y no deja que el tiempo le tome a él. La celeridad sobotea tejer vínculos profundos de interacción y deshilacha aquellos que una vez estuvieron trenzados. 

La prisa liquida el mundo y lo degrada en mundo líquido (Bauman). Andar y leer requieren pausa y reflexión, lo que supone una insumisión a un mundo que pugna por arrebatar nuestra atención con el fin de dispersarla primero y vaciarla de criterio después. 

El silencio es una forma de cuidarnos, puesto que sólo en él podemos tomar perspectiva sentimental y política suficiente para atender al ser que somos y que existe al lado de otros seres que también son y existen junto al nuestro.

El silencio y la invisibilidad nos permiten desconectarnos y desintoxicarnos del alud de información que, por su tamaño y apresuramiento, impide que permee racional y emocionalmente en nosotros. Invisibilizarse también es transgresor en un mundo en el que casi todos visibilizamos casi todo. La revolución silenciosa ya se está produciendo y a largo plazo cumplirá sus objetivos: humanizar la vida de las personas.

Ilustración: Estanque del Retiro (Pastel de Diego Hergueta).