domingo, 29 de septiembre de 2019

LES FLÂNEUSES

La imagen del flâneur recorriendo las calles del París del siglo XIX se ha convertido en un icono cultural. Pero, ¿y las flâneuses? Ellas también existieron, aunque fueran invisibilizadas o denostadas. Su voluntad de hacerse presentes en el espacio urbano y reclamar una voz propia abrió paso a una serie de derechos que aún hoy necesitamos consolidar; derecho a ocupar las calles; derecho a mirar sin ser vistas; derecho a no consumir ni ser consumidas; derecho a existir en solitario; derecho a la autoría. Este recorrido crítico por la historia de las flâneuses, que reúne a un nutrido grupo de escritoras, pensadoras y activistas, es de plena vigencia y se convierte en todo un manifiesto literario y feminista que reivindica el caminar como acto de insubordinación. "Necesitamos ser, volver a ser, flâneuses. Debemos seguir siendo paseantes incómodas".  (Contraportada del libro La Revolución de las Flâneuses de Anna María Iglesia).

Un joven llamado René Caillebotte se asoma desde la ventana en el distrito VIII de París en el año 1875. No vemos su rostro, no sabemos hacia dónde dirige su mirada, sólo podemos intuirlo. Frente a él se extiende París. El Boulevard Malesherbes, particularmente vacío, apenas se ve a nadie: dos coches de caballos avanzan  por la calle y una pareja camina lentamente... y, justo por el centro del amplio bulevar, una mujer avanza en dirección norte. Camina sola, mirando hacia el frente, nada parece distraerla de su recorrido.
René es un hombre que - desde la distancia -  observa el espectáculo urbano.

Durante décadas no se ha considerado la figura literaria de la flâneuse por eso debemos preguntarnos qué papel ejercía la mujer a la hora de generar una experiencia urbana a partir de su propia identidad de género y, consecuentemente, producir una narrativa urbana. La mirada sobre la ciudad era un privilegio masculino que fue desafiado por George Sand escondida tras las vestimentas masculinas sin las cuales no habría podido narrar la ciudad y apropiarse del espacio público introduciendo en el relato urbano una nueva mirada, la mirada femenina.

Es necesario, aquí y ahora, hablar de la flâneuse en tanto que mujer que interviene en el espacio público, que reclama su sitio, reclama poder hablar y ser escuchada. La flâneuse es la mujer a la que no se le retira la voz, sino que reclama construir su propio relato y sus propias prácticas urbanas porque la ciudad es un espacio de libertad. Puede que el flâneur haya muerto, pero puede que la revolución de las flâneuses nos permita reactualizar el concepto y proponerlo como una forma de crítica, de contestación, de perpetua transgresión.

Puede que sea la figura de la mujer la que - ahora más que nunca - nos permita pensar el caminar (ocupar el espacio público, tomar la voz, ensayar un discurso propio) como una herramienta y un reforzamiento de la sociedad civil, capaz de resistir ante el miedo y la represión.



LE FLÂNEUR

"Su ojo abierto, su oído preparado, buscan otra cosa distinta a la que la muchedumbre viene a ver. Una palabra dicha al azar le va a revelar uno de esos rasgos de carácter que no pueden inventarse y que hay que tomar del natural; esas fisonomías tan ingenuamente atentas van a proporcionar al pintor una expresión que él soñaba; un ruido insignificante para cualquier otro oído, va a llamar la atención al del músico y darle la idea de una combinación armónica; incluso al pensador, al filósofo perdido en sus reflexiones, esa agitación exterior le es beneficiosa, porque mezcla y sacude sus ideas, como hace la tempestad con las olas del mar". (Libro de los Pasajes de Walter Benjamin).

 El "flâneur" es un tipo literario de la Francia del siglo XIX, inseparable de cualquier estampa de las calles del París de Haussmann. Llevaba aparejado un conjunto de rasgos variopintos: el personaje indolente, el explorador urbano, el individuo curtido de la calle... Pero fue Walter Benjamin quien - a partir de la poesía de Charles Baudelaire - le hizo objeto del interés académico como figura emblemática de la experiencia urbana moderna, una figura importante para estudiosos, artistas y literatos.

Según Sainte Beuve: "La flânerie es lo más opuesto a no hacer nada". Para Balzac es "la gastronomía de los ojos", para Walter Benjamin "la figura esencial del moderno espectador urbano, un investigador de la ciudad... que conoce su fin con la llegada de la sociedad de consumo".

Contrapuesto a la figura del "badau" (mirón), el flâneur siempre se halla en completo dominio de su individualidad, mientras que el badau es un ser impersonal, de la masa.


Robert Walser escribió en 1917 un relato corto titulado "El Paseo", una pieza emblemática de la literatura del flâneur. Nassim Nicholas Taleb, en "Why I walk" nos ofrece con la figura del flâneur una manera filosófica de vivir y de pensar, un proceso de descubrimiento y aprendizaje.

El térmio surgió en el siglo XVII para expresar la idea de pasear como un esparcimiento y pérdida de tiempo, pero en el siglo XIX cobró identidad propia al adquirir toda una serie de cualidades y atributos. En el momento actual hay un revival del paseante consciente y eso es una gran noticia que beneficia - de forma transversal - al ser humano, pues vuelve a retomar su propia identidad, a ver las cosas y pasarlas por sus propios filtros sin consentir que se lo den hecho. El individuo empieza de nuevo a tomar las riendas de su propia forma de estar en el mundo y creo que eso es un paso evolutivo digno de mencionar, sobre todo ahora que acabamos de estrenar el otoño...