lunes, 30 de octubre de 2023

PRÁCTICAS ESPIRITUALES

 

Del mismo modo que el cuerpo físico del ser humano necesita energía y nutrientes a diario para poder subsistir, otras dimesiones de su persona (psicológica, cultural y espiritural) deben ser igualmente nutridas y fortalecidas, pues la talla humana sólo se revela si todas ellas se hallan bien atendidas.

El culto al cuerpo de una sociedad superficial y ausente de valores se irá agotando por la insatisfacción que genera y la única alternativa es proponer un verdadero desarrollo humano en el que se promuevan todas las potencialidades de la persona.

Nuestro cuerpo ejecuta lo que le ordenamos y nuestra mente planifica y controla, pero nuestras intuiciones más profundas, los valores, el amor, la vocación, la transcendencia, el sentido de nuestra existencia... orientan nuestra vida, pues no se puede vivir sin saber por qué y para qué se vive.

Nada de lo adquirido se mantiene sin esfuerzo y trabajo, por eso debemos ejercitar una especie de gimnasia espiritual para estar en forma y la primera práctica debe ser la gratitud hacia todo lo que la existencia nos brinda, ya que una actitud de indiferencia o desconocimiento nos vuelve duros, ignorantes y materialistas.

Desde su pensamiento hinduista el maestro Sivananda dice: Este mundo es tu mejor maestro. Hay una lección en todo. Hay una lección en cada experiencia. Apréndela y vuélvete sabio. Cada fracaso es un paso hacia el éxito. La decepción comprueba tu fe. Cada enfermedad es una purificación. Cada incidente desagradable, una prueba de tu confianza en Dios. Cada tentación, una prueba de tu fuerza espiritual. Así pues: nunca desesperes, camina hacia adelante, oh héroe.

Otra práctica es meditar unos veinte minutos al día, algo que nos ayuda a mantener la mente en calma y concentrada para poder unificar nuestro ser. La meditación nos proporciona bienestar tanto a nivel físico como psicológico; gracias a ella podemos conocernos mejor, tener mayor equilibrio emocional y capacidad para afrontar los desafíos diarios; nos abre a la transcendencia y a descubrir nuevas dimensiones que debemos desarrollar. 

La lectura, el arte, la relación humana de calidad, el retiro periódico a la soledad y el recogimiento, nos ayudan a fortalecer nuestra vida espiritual. En nuestro interior está la paz, la bondad, la compasión... pero estos valores deben haberse asumido intelectualmente en la vida cotidiana, pues antes de adentrarse hacia donde se sabe (como decía San Juan de la Cruz) conviene que exista un anhelo sincero de armonía y coherencia en nuestras vidas que constituya el primer paso hacia nuevas y gratificantes experiencias.

domingo, 29 de octubre de 2023

SABER CUIDARNOS

 

La salud no es sólo la ausencia de enfermedad, sino un estado de bienestar físico, mental y social. Es un tesoro que no se valora hasta que no se pierde, pues nos proporciona plenitud y nos permite acometer en buenas facultades nuestros proyectos. Por eso, debemos preservarla, tanto por lo que supone de gozo y equilibrio personal como de trampolín para la vida.

Que la salud se encuentre en buenas condiciones depende - en gran medida - de nuestros hábitos, debido a lo cual no podemos olvidar que somos responsables de nuestro organismo y por lo tanto debemos cuidarlo. Ante la complejidad y la grandeza de la vida que se ha puesto en nuestras manos, debemos ocuparnos de ella con dedicación y esmero. 

La voluntad no basta, hay que buscar las vías que pueden ayudar a mantenernos en buenas condiciones: saber respirar, alimenatarse correctamente, ejercitar el cuerpo, descansar, apartar las interferencias negativas...

Como todo lo que requiere cuidado habrá esfuerzo (nada puede salir adelante sin él), pero acompañado de la misma ilusión de quien se ocupa de su jardín. Cuidar de nosotros es parte de la vocación de la vida, cuyo punto de inicio comienza desde nuestra realidad.

Salud es libertad. El cuerpo y la mente pueden convertirse en prisiones que pueden disminuirnos y hasta anularnos. Por ello debemos hacer todo lo que esté en nuestra mano para no perder la salud por hábitos descuidados.

Cuidar la salud supone llevar las riendas de nuestra propia vida. No dejar que la vida pase por nosotros, sino nosotros por ella. Cuando cuidamos nuestra salud nos volvemos más atentos y conscientes, más predispuestos a la escucha de nuestro propio cuerpo y así somos más autónomos. Nos distanciamos del remedio farmacéutico y profundizamos en una actitud preventiva ayudándonos a nosotros mismos y a quienes nos rodean evitando gastos inútiles a la comunidad.

En definitiva, la salud es el resultado de tres interacciones: física, psíquica y socioambiental. A mayor equilibrio psicoafectivo, mayor equilibrio de las defensas biológicas. Envejecemos porque nos vamos oxidando, un proceso natural ante el que debemos estar atentos. El estrés refuerza la oxidación, pues una oxidación celular masiva activa el envejecimiento. El tabaco envejece las arterias y preoxida los lípidos que ingerimos conviritiéndolos en depósitos de colesterol que taponan y endurecen las arterias. Las grasas saturadas, el alcohol y el sedentarismo también influyen en la oxidación.

Lo mejor es reforzar hábitos positivos que contribuyan a la prevención. Las vitaminas A, C y E son antioxidantes y neutralizan los radicales libres. Una dieta equilibrada y rica en aceite de oliva, frutas y vegetales es importante, pero todo ello debe ir acompañado de una actitud ante la vida serena, alegre y armoniosa. 

El amor, la belleza, el conocimiento y la dicha son los ingredientes del alma sin los cuales no puede expandirse como ella requiere. La fortaleza y la permanencia en el tiempo son propios del espíritu. No sabremos cuidarnos bien si no tenemos en cuenta al ser humano total que somos y estamos atentos a sus necesidades tanto físicas como espirituales. 

jueves, 26 de octubre de 2023

SER Y TENER

 

Hay dos formas de posicionarse ante el mundo. Ambas, en apariencia, persiguen lo mismo, que es dar sentido a la existencia. Una lo hace a través de los valores, las convicciones y la libertad; el ser humano confía en sí mismo y en los demás, goza con lo que se le ofrece a través de la naturaleza y de las personas, es comprensivo y perseverante y cree que la realización personal llega mediante el crecimiento interior. Es, en pocas palabras, el modo de ser.

Por el contrario, personas inseguras, que tal vez no recibieran amor y confianza en sus primeros años, pueden buscar la seguridad a través de la posesión y uso de objetos y personas. Sólo si están bajo su control, pueden sentirse en paz. Y lo mismo ocurre con  los materialistas, para quienes - debido a la ausencia de valores más profundos - no queda sino el poseer y acumular como estilo de vida; es el modo de tener.

La sociedad de consumo no busca sino introducir artículos en nuestras vidas sabiendo su inutilidad o corta duración. En un marco de ausencia de referentes éticos y de debilidad moral, los bienes materiales toman el protagonismo pasando a convertirse en los que poseen a las personas (tanto tienes tanto vales).

Sin embargo, en el corazón de cada ser humano se encuentra un anhelo de verdad que, hasta que no se halla, no se sacia. Ir tras ello presenta dificultades y es nadar contracorriente, salirse del rebaño. El modo de tener nos resulta familiar, pero el verdadero sentido de la vida está en el modo de ser. 

Lo material ahoga y, como una adición más, pide continuar consumiendo para que la satisfacción se mantenga, pero estas personas necesitan ser liberadas de sus cadenas interiores. ¿Qué podemos hacer para contribuir al despertar de quienes nos rodean? 

El poder del ejemplo es definitivo y si lo acompaña la palabra mucho mejor. Respetando los ritmos personales, podemos proponer preguntas y reflexiones que conduzcan al surgimiento de la conciencia, sabiendo que una vez despertada debe ser nutrida y mantenida. 

El desarrollo de la humanidad es comunitario y nos necesitamos para avanzar en común, debido a lo cual tenemos el deber de no esconder nuestros tesoros, sino ponerlos en práctica y compartirlos. El reto es alcanzar una sociedad educadora y, aunque no siempre consigamos el éxito y encontremos con frecuencia realidades refractarias, la verdad siempre será más fuerte, atractiva, luminosa, y hacia ello debe abrirse paso la humanidad.

jueves, 19 de octubre de 2023

COSSÍO, EL NIÑO Y EL MAESTRO

 

Su maestro Giner de los Ríos falleció en 1915 y a partir de ese momento Manuel Bartolomé Cossío dirigió la ILE (Institución Libre de Enseñanza). En ella estuvo primero como alumno de estudios especiales y lenguas extranjeras y luego como profesor de historia universal. Casado con Carmen López-Cortón Biqueira en 1893, tuvo dos hijas Julia y Natalia.

En su afán de modernizar la educación en España, puso en primer lugar el bienestar holístico del niño, al que consideraba como un campo fecundo pero mal cultivado; con sus sentidos abiertos y sus facultades razonadoras esperaba siempre que una mano con arte le sacara del sueño en que dormía. Es él quien tiene en su propia naturaleza la ley según la cual debe escuchársele. Posee todo lo necesario para ver, primera e ineludible condición para el conocimiento; sólo aguarda que le enseñen a hacerlo.

Pero si el maestro no puede comunicarse individualmente con cada uno de los niños, está perdido; si la escuela no se coloca en medio de la vida y abre sus ventanas de par en par a la naturaleza, está muerta. Porque la vida, toda ella, debe ser un continuo y completo aprendizaje y, en realidad, todo el mundo debería ser maestro.

Las tres cuartas partes del aprendizaje se lleva a cabo viendo las cosas, sabiendo verlas. La facultad de ver se despierta por un esfuerzo casi natural y milagroso, de un modo desordenado y casual, a partir de determinada edad. Pero la diferencia entre un hombre culto y un hombre inculto reside tan sólo en el hecho de que éste pasa a la vera de las cosas sin darse cuenta de ellas, las mira pero no las ve, pasa por ellas.

El primer material de enseñanza, el adecuado en todo caso, o el que está siempre vivo, el que no se agota jamás, es la realidad misma, que generosamente se nos ofrece. Los niños deben salir al campo, al taller, al museo, hay que enseñarles la realidad en la realidad antes que en los libros, y de esa forma el aula servirá para reflexionar, para escribir, redactar y diseñar. Para todo ello es preciso que haya buenos maestros, formados, ilusionados, con vocación y dignamente considerados tanto profesional como socialmente. Es la inversión económica más inteligente que puede hacer un país...

Un buen maestro podrá improvisar un local si no hay escuela o remodelar una antigua; él inventará el material de enseñanza si no lo tiene y atraerá de tal forma con su gozoso talante al niño que la asistencia será perfecta. 

Para reformar algo hay que empezar haciéndolo por la base de todo lo demás: buena educación, formación humana e interés profundo tanto por los educadores como por los educandos.

miércoles, 18 de octubre de 2023

EL ARTE DE SABER VER

 

Manuel Bartolomé Cossío (1857-1935), intelectual, pedagogo e historiador del arte, formó parte del proyecto modernizador de la Institución Libre de Enseñanza (ILE). Principal discípulo de su fundandor, Francisco Giner de los Ríos, continuó su labor y al año siguiente de su muerte creó una fundación para velar por el patrimonio material e intelectual de la institución.

Según Cossío el mundo entero debe ser, desde el primer instante, objeto de atención y materia de aprendizaje para el niño. Enseñarle a pensar en todo lo que le rodea y activar sus facultades racionales, es mostrarle el camino por donde se va al verdadero conocimiento. Pero hay que educar antes de instruir; hay que hacer del niño un campo cultivable y de cada cosa un semilla para su cultivo; evitar que teniendo las cosas delante no las vea y luego se duela del tiempo perdido. En ello consiste el arte de saber ver en la pedagogía moderna. 

El estudio sirve de instrumento para despertar las potencias racionales del niño, por lo que todo lo que se presenta en su horizonte tiene cabida en la enseñanza, incluso la ciencia del espíritu, pues no hay ningún motivo para que no pueda mirar las cosas que entran por los ojos del alma. 

Lo que más urge al niño es aprender a ver, a pensar y a saber decir lo pensado; el educando precisa de instrumentos que le sirvan para moverse en todos los ámbitos de la vida, pues saber ver es saber hacer (pensando lo que se ve). 

La intuición escapa a un conocimiento del mundo desde la razón y abraza la vida entera. No se trata sólo de ver las cosas, sino también las acciones de los hombres, el paisaje, el arte, las ideas, las emociones... todo lo que conforma el sentir humano hasta componer su musculatura espiritual. 

Lo más importante de todo es que ver y hacer implica gozar porque si el esfuerzo no se resuelve en placer, el ser humano no vive en jocosa libertad, sino en servidumbre. El estudio implica juego (pura y gozosa diversión) y eso le resulta muy atractivo; la alegría del niño es un don divino que calienta como un sol el mundo y proteger la  pureza de la curiosidad infantil es entrar en el núcleo más hermoso de la acción educadora

La realidad es el hombre dando forma a la vida, vida que para ser plena ha de ser dichosa. Esa es la esencia de la finalidad de todo saber: el puro juego contemplativo de ideas y hermosuras, el paraíso de lo inútil, de lo que no sirviendo para nada alcanza los más altos valores. El niño debe enterarse por sí mismo de las cosas y gozar con ellas, sin esperar una interpretación dogmática.

Jugar, jugar dentro y fuera de casa, al aire libre, hacer excursiones, visitar lugares, conocer gente, situaciones, imprevistos... para que el motivo del trabajo (estudio) brote de forma natural y espontánea ante las cosas que provocan su interés. 

También en el adulto gozar es una forma de empezar a pensar, un medio de despertar las conciencias dormidas por el trabajo rutinario, un camino de liberación. La celeste diversión que la humanidad, por miserable que sea, persigue con afán al par que el alimento.

martes, 17 de octubre de 2023

MANUEL BARTOLOMÉ COSSÍO

 

Toda la labor de orientación en las reformas que hizo Cossío a lo largo de su vida, no deben desdibujar los rasgos esenciales de su personalidad. Sus esfuerzos por desarrollar el sistema educativo en España fueron casi heroicos, pues organizó desde una posición muy precaria toda una estructura de reforma; tuvo que explicársela a los ministros, a los técnicos, a los maestros más humildes, a los padres de familia y no se rindió ni transigió con la apariencia. Actuó con tenacidad y pudo comprobar como sus ideas eran aceptadas dentro del sistema educativo, a pesar de que tenía un papel de minoría consecuente en una sociedad de fuertes antagonismos.

Según Jiménez-Landi, cronista de la Isntitución Libre de Enseñanza (ILE), la luminosidad que irradiaba convirtió a Cossío en un gran seductor. Sus gestos austeros y elegantes, su verbo poderoso, sus anhelos de reformar al ser humano y al mundo, por convertir a ambos en arte vivo, magnetizaban a todos cuantos le conocían. 

Alto, delgado, de apariencia fuerte, actitud sencilla. La expresión de su rostro mostraba candor y dulzura, pero la nariz grande y acaballada y su penetrante mirada azul expresaban un valor y una energía indomables. Austero y severo como los campos de Castilla, pero también dulce y risueño como los valles de la montaña (cuna de sus antepasados).

Con su extraordinaria capacidad oral era capaz de comunicar múltiples cosas a gente muy distinta y tenía el don de decir en cada momento lo más adecuado. Henchido de fe en sus ideales, con una finísima sensibilidad artística, buscaba en el arte de saber vivir la más bella obra que pudiera realizar un hombre. Su ejemplaridad supo despertar admiración y, sabiéndose fundir con quienes trataba, su trato cordial no excluía que viviera en serio sus ideales.

Cossío tenía fe en el ideal, en la fuerza lenta e íntima de la idea sobre el espíritu, en la fuerza de la persuasión, en la transformación evolutiva profunda, frente a la imposición formalista y artificiosa de la coacción. Odiaba la violencia. Su fe y su pureza soportaban cualquier prueba y su amor no tenía límites. 

Transparente y poroso, íntimo, recogido y austero, inspiraba confianza y gozaba de la conversación. Tomaba el pulso de las personas y se interesaba por ellas de verdad, creando así relaciones fructíferas. Gozaba de un supremo don de gentes y contagiaba su entusiasmo, su goce incontenible. Condescendiente, sí, pero sin perder nunca el principio que informaba su vida, el nervio de toda una ética. Respecto a sí mismo, ejercía la frase de que "la más alta nobleza exige la más estricta exigencia".

Luchador tenaz, radical en principios y extremadamente moral hasta el punto de infundir temor a quienes mostraban indicios de frivolidad o hipocresía, trató de vivir conforme a sus convicciones y convirtió su hogar - que todos admiraban - en refugio de quienes acudían en busca de aliento. 

Retrato pintado por Sorolla en 1908, que se encuentra en la Hispanic Society de Nueva York.



domingo, 15 de octubre de 2023

ESTILO MUCHA

 

En el cambio de siglo se impuso Le style Mucha, precursor de l´Art Nouveau, ya que su protagonista Alphonse Mucha (1860-1939) desempeñó un papel destacado en la configuración de la estética de dicho arte. Emprendedor y de origen checo alcanzó la fama cuando en diciembre de 1894 aceptó crear un cartel para la célebre actriz Sarah Bernhardt, fascinada por su estilo innovador y poco convencional.

El éxito del cartel de Cismonda fue tan rotundo, que firmaron un contrato por seis años para que Mucha se ocupara no sólo de los carteles, sino del vestuario, escenografía y decoración de las representaciones de la diva. Otros clientes le encargaron trajes, muebles, diseños para revistas, portadas de libros, diseños de joyas y numerosos carteles.

Diseñó alhajas que realizó el joyero parisino Georges Fouquet, a quien le llamaron la atención los adornos con los que Mucha engalanaba a las mujeres de sus carteles y paneles, reproducidos con gran lujo de detalles y también por sus propiedades materiales.

Fue iniciado en la Gran Logia Masónica de París en 1898 y alcanzó el grado de Gran Maestro de la Logia de Checoslovaquia. Jamás concibió su obra desde la frivolidad, sino desde un espíritu de servicio visionario, pues a pesar de su carácter publicitario y decorativo, las creaciones de Mucha aspiraban a la transcendencia. Amigo de Gaughin y del grupo de artistas asociados a la revista La Plume, interesados en las ciencias ocultas, él utilizó en sus obras metáforas enigmáticas y signos esotéricos.

Su relación con la Masonería respondía a su carácter idealista y visionario. Autor del libro Le Pater (1899), ilustró el Padrenuestro con una simbología hermética y en todas sus obras se destilaba un misterio evocando el ciclo de la vida desde un punto de vista religioso. 

Regresó a Checoslovaquia en 1910 y allí dedicó el resto de su vida a la producción de una serie épica de veinte pinturas enormes que representaban la historia de los pueblos eslavos: La Epopeya Eslava.



sábado, 14 de octubre de 2023

PUERTAS Y UMBRALES

 

A lo largo de la historia, el ser humano siempre ha prestado atención a la construcción y a la decoración de las puertas; hay pocos elementos que hayan marcado tanto la civilización. Además de la escritura, el comercio o la organización social de las ciudades, las puertas nos diferencian de nuestros antepasados prehistóricos, ya que están íntimamente unidas a uno de los grandes inventos de la humanidad: la arquitectura.

Sin embargo, pese a lo importantes que son para nuestra cultura, el ritmo de vida actual hace que en muchas ocasiones no seamos conscientes de su mera presencia. La rapidez que nos envuelve y nos condiciona y la necesidad imperiosa de alcanzar nuestros objetivos lo antes posible hacen que percibamos los umbrales y los lugares de tránsito como obstáculos entre nosotros y nuestros anhelos. Lo queremos todo y lo queremos ya, y, cuando trasladamos esta idea al turismo y a los viajes, las puertas quedan en segundo plano.

Pero toda puerta marca un tránsito. El umbral enmarcado por las jambas y los dinteles son un espacio entre dos realidades, la frontera entre dos mundos y dos estados. Las puertas no son solo elementos arquitectónicos que nos permiten trasladarnos entre los espacios interiores, o desde el exterior al interior de un edificio, y viceversa, sino que poseen también un importante significado simbólico.

Como lugares de paso, están relacionadas con conceptos tan importantes como los de cambio o evolución; pueden ser consideradas como el vínculo entre el sueño y la vigilia, entre la luz y las tinieblas, entre la ignorancia y la sabiduría, entre la vida y la muerte...

Por eso, al desempeñar un papel clave, necesitan protección. La puerta es un espacio frágil y siempre está decorada y ensalzada. Es el lugar más débil de la casa en caso de un hipotético peligro, por eso los romanos elegían como protector al dios Jano, quien con sus dos cabezas podía vigilar en ambas direcciones.

Pero la puerta que más debemos resguardar es la que protege nuestro interior. En permanente estado de alerta, intentaremos detectar peligros más sutiles e invisibles que siempre están al acecho para introducirse, sin que apenas nos demos cuenta, y que son los más dañinos: aquellos que nos provocan inquietud y confusión en la mente e intentan debilitar la pureza de nuestro corazón.