sábado, 12 de marzo de 2016

EL ALCIÓN

Según el mito clásico (capitulo XI de Matamorfosis de Ovidio) "los días alciónicos" eran los siete días anteriores y los siete días posteriores al solsticio de invierno en los que Zeus ordenaba a los vientos que cesaran de soplar para que los alciones pudieran hacer sus nidos sin que la tempestad los arrastrara. En medio del invierno, tiempo de tormentas y tempestades, los vientos, durante unos días, se muestran clementes, dejan de soplar, y se hace la calma. Cuando las olas se serenan, permanecen quietas y sosegadas, el alción alza su vuelo y, aprovechando esa quietud, construye diestramente su nido, pone los huevos, y se prepara para hacer frente de nuevo a todas las tormentas.

El mito del alción, animal totémico de nuestro mundo, se muestra como la culminación de la interpretación activa, lúcida y humana del sosiego, y su vuelo como gesto que dibuja de forma poética el género literario en que el filosofo ensayista expresará su pensamiento. María Zambrano en su "Confesión" declaraba que lo que lo que diferencia a los géneros literarios unos de otros es la necesidad de la vida que les ha dado su origen. No se escribe por necesidades literarias sino por la necesidad que la vida tiene de expresarse.

Julián Marías eligió "el ensayo" por su serenidad, ajena a tormentas y modas, como el género literario más idóneo para expresar el pensamiento y, de suyo, contarse a sí mismo.

En 1956 el vuelo del alción logró plasmar de forma estética, casi poética, las bases de su labor filosófica, fruto del sosiego y la reflexión pausada, "alciónica".

Estimó lo estimable y digno de estima y desdeñó todo aquello que, por muy elogiado que fuese, era inoportuno. Su signo de identidad: vocación más compromiso.

A finales de los ochenta, el animal elegido como su signo de identidad en sus libros (logotipo) no podía ser el gusano de seda que saca el hilo de sí mismo; ni el avestruz que esconde su cabeza en la arena; ni el toro que sigue el trapo rojo y va donde el torero quiere que vaya... sino "el alción".

En los días alciónicos el filósofo debe ser el que hace la calma, se sosiega a sí mismo y procede serenamente en medio de la tormenta. En el fragor de cualquier hora busca su minuto alciónico. Quietud y sosiego como la estructura empírica imprescindible en la circunstancialidad del ensayista en acción. Montaigne decía: "yo mismo soy mis libros".

Una vez más mis maestros, las personas que están en mi vida guiándome y a los que acudo cuando hay  momentos de cierto desaliento, sacan lo mejor de mí misma y me impulsan a seguir adelante. Son ejemplo de filosofía práctica, vital y gozosa que han llegado a dominar la "serenidad activa", motor de mi existencia...

miércoles, 9 de marzo de 2016

MECENAS

Augusto, en el centro de la imagen, fue el fundador del Principado de Roma y una de las figuras más populares. Nació en tiempos de crisis y vivió el asesinato de César, a quien sucedió. Con gran inteligencia supo instaurar un nuevo régimen político y concluyó con las guerras civiles. Todo lo que hizo, que fue mucho, estuvo marcado por su signo de indentidad: sencillez y austeridad.

A su derecha, Agripa, reconocido militar que permaneció junto al emperador Augusto desde que tenía 18 años; se casó con Julia, su hija mayor, y construyó el Panteón, pues era arquitecto y una gran amante del arte. Fiel consejero de su amigo hasta el final.

A su izquierda, Mecenas, el otro amigo y consejero de Augusto que puso las artes al servicio del Principado, creando un vehículo de propaganda sin precedentes en la Historia. Leía y corregía los discursos del emperador consiguiendo que dulcificara y humanizara su política.

Patrocinó con su riqueza y poder a los grandes literatos de Roma y, sin su ayuda, es posible que algunos de los versos más bellos de la literatura no hubieran visto la luz.

Era el contrapunto de Agripa, pues tenía debilidad por el lujo y la fastuosidad e iba engalanado con joyas y seda. Se ceñía la túnica sobre las rodillas dejándola suelta hasta los talones, como las enaguas de una mujer y se cubría la cabeza con un manto o pallium cuando presidía algún tribunal.

Se hizo construir una magnífica residencia en el Monte Esquilino donde celebraba fiestas y banquetes para atraer a los mejores artistas. Le gustaba conciliar el sueño al son de música lejana tocada por músicos escondidos entre la vegetación exhuberante de sus jardines.

Aficionado a la música, al teatro, a la poesía y a la literatura, se rodeó de los principales escritores de Roma, como Horacio, Virgilio y Propercio, pues era consciente de que un simple poeta como Catulo había perjudicado seriamente la imagen de Julio César con acusaciones maliciosas. Convenció a los de su círculo literario para que cantaran las alabanzas del fundador del imperio y el ejemplo más claro está en "La Eneida" (Virgilio).

"Vivir sin amigos no es vivir" (Cicerón). Esta frase es un claro ejemplo de lo que ocurrió entre estos tres grandes hombres de la época más apasionante de la Historia.

Augusto, Agripa y Mecenas aúnaron esfuerzos, a pesar de sus enormes diferencias, y se apoyaron mutuamente en todas las decisiones (bélicas, políticas y artísticas). Formaban una agrupación perfecta para gobernar que hizo que Roma llegara a ser la primera potencia mundial de su tiempo.

El Renacimiento fue el momento de esplendor de los nobles que realzaron la Historia del Arte y la Arquitectura. El mecenazgo fue llevado a cabo con gran generosidad lo que dio un impulso inconmensurable a la cultura.

En la actualidad, el término Mecenas se utiliza para designar a una persona que patrocina las artes y las letras. Este humanista dejó su nombre como marca registrada para todos aquellos que juegan con el favor del arte, acortando la distancia entre el sueño y lo posible, en proyectos públicos y privados.

"Insomne en la vigilancia y en la emergencias del Estado, clarividente en sus reacciones, pero en los momentos de ocio más suntuoso y afeminado que cualquier mujer" (Horacio).