lunes, 22 de abril de 2024

ARQUITECTOS DE LA R.E.

 

El conjunto de edificios que iban a formar parte de la Residencia de Estudiantes se empezó a construir en 1913 con proyecto de Antonio Flórez Urdapilleta (1877-1941), muy relacionado con la ILE y la JAE y conocido como el arquitecto de colegios. Flórez había abierto un nuevo modo de trabajo en España y pretendía que los edificios de la R.E. llegaran a ser un ejemplo paradigmático y que sus pabellones rodeados de jardines, con la presencia del agua en la línea del Canalillo de Isabel II, lo convirtieran en la imagen física de todo un programa cultural.

Frente al pastiche folklorista, que hacía de la acumulación de detalles de diferentes estilos históricos su razón de ser, el arquitecto aportaba un regionalismo racionalista, el prólogo de una arquitectura más atenta a la función que a la forma y al confort que al lujo. El edificio era concebido de dentro afuera y su fachada era el resultado, no un elemento extraño superpuesto a la construcción; la casa era para el habitante y de acuerdo con lo que en ella iba a realizarse.

Los pabellones Gemelos (1913-1914) fueron los primeros que construyó Flórez: siguiendo una composición lineal en la dirección este-oeste, con todas las habitaciones orientadas a mediodía sin baños individuales, con galería de acceso a norte y terrazas solárium como cubiertas. Temas higienistas de orientación, ventilación e iluminación primaban en unos edificios cuya separación estaba determinada por las condiciones de soleamiento (tanto de las habitaciones como del espacio compartido entre ambos).

El tercer pabellón, conocido como el Transatlántico por su forma, se terminó en 1915 con ordenación norte-sur a partir de una composición simétrica por elementos: pérgolas, torreones y módulos de laboratorio. Sus rasgos regionalistas, menos depurados debido a los torreones y la amplia solana de madera a poniente, le convirtieron en el más emblemático.

Ese mismo año, Francisco-Javier de Luque se convertía en el continuador de la obra de Flórez y construyó el pabellón central, La Casa (despacho del director, comedor, administración, salón de actos y habitaciones en las plantas superiores), la biblioteca primitiva, el pabelloncito de portería y la casa del director en la entrada desde la calle del Pinar.

Todos los materiales estaban ligados a los dos paisajes madrileños presentes en el Cerro del Viento: ladrillo visto recocho (cocido dos veces) propio de tierra arcillosa y, en referencia a la Sierra de Guadarrama, madera pintada en un severo tono verde y pinceladas de granito que salpicaban los jardines (fuente del Jardín de las Adelfas y banco herreriano del duque de Alba) trazados por el paisajista Javier de Winthuysen.

A partir de 1927 Carlos Arniches Moltó, como arquitecto de la JAE, se dedicó a la conservación, ampliación y reforma de los pabellones así como al proyecto y dirección de las instalaciones deportivas más punteras y entre 1931 y 1933, junto a su socio el arquitecto y antiguo residente Martín Domínguez, levantaron el Auditórium con salón de actos, sala de conferencias, biblioteca, salas de lectura y aulas especiales, ordenando el conjunto en torno a un patio-claustro con una fuente en el centro; construcción muy sencilla basada en el razonabilismo, de superficies y volúmenes limpios y edificada en ladrillo visto. 

Todos los arquitectos de la R.E. generaron el entusiasmo suficiente para crear ambientes de convivencia y trabajo donde cada uno pudiera aportar lo mejor de sí mismo. Aquel singular oasis, donde las experiencias pedagógicas y arquitectónicas consiguieron conjugarse en un espléndido foco de actividad cultural, formó es sustrato de realidades entre las que vivimos sin apenas percibirlas.