viernes, 5 de abril de 2019

SAVOIR-FAIRE

Al sur de Francia se encuentra la región de Aveyron, una extensa campiña de contrastes e increíble belleza. Entre sus prados verdes, sus frondosos bosques, sus granjas de piedra y sus villas medievales, podemos encontrar a los mejores artesanos del país. A través del Viaducto de Millau llegaremos a muchos de los pueblos más bonitos de Francia y - desde el primer momento - percibir el equilibrio entre tradición y modernidad de la comarca.

El Viaducto es un puente atirantado sostenido por siete pilares diferentes (el más alto 336 metros) y de una longitud de 2.640 metros. El arquitecto Norman Foster ha logrado, con su diseño y su equipo de ingeniería, incorporarlo al paisaje de forma natural y ha conseguido una obra maestra arquitectónica y una verdadera proeza tecnológica en pleno corazón de la meseta de Larzac.

Al sur del Parque Natural de Grandes Causses (mesetas), al pie del Rocher Cambalou, hay un pueblo singular, Roquefort-sur-Soulzon, en cuyas bodegas - cavadas en la roca misma - el famoso queso Roquefort madura lentamente. Ventiladas por las fleurines (fisuras naturales que permiten la circulación del aire bajo tierra), con una humedad y temperatura constantes que favorecen el hongo penicillium (causa de su fermentación), son el lugar ideal para lograr ese monumento al sabor que forma parte del patrimonio francés. Mezcla de delicadeza y poder representa la alianza perfecta entre el genio de la naturaleza y la inteligencia del hombre.

Debido a la cantidad de ovejas que se necesitaba para su elaboración, sus pieles dieron lugar al desarrollo de otro oficio: la guantería. Millau es la capital francesa del  guante, siendo su elaboración un verdadero homenaje al trabajo artesanal. La mayor parte del proceso de su confección se hace a mano, desde el estiramiento al cosido. La abundancia de agua (río Tarn), los aires, los pastos y las magníficas pieles de cordero de suma calidad consiguen que sean insuperables.

Aveyron huele a quesos, a campos llenos de flores, a piel de oveja... y sólo la calidez de sus lugareños es comparable a la de sus guantes. Es un lugar en el que se materializa la exquisitez artesanal al mismo tiempo que se preserva el legado cultural e histórico. En él puedes encontrar sabiduría y excelencia e impregnarte de algo que los franceses llevan en su ADN: la sana predisposición al bien-estar y al bien-hacer (savoir-faire).