lunes, 17 de octubre de 2022

VOLVER A LOS CLÁSICOS

 

Lo antiguo no es sinónimo de pasado de moda. Los grandes maestros del ayer nos pueden enseñar mucho. En el mundo de las ideas, a veces, hay que retroceder para avanzar. En la era de "use y tire" conviene recordar que lo importante en las ideas no es tanto su novedad o antigüedad como su bondad o su maldad. Las buenas ideas siempre se pueden usar... y también reciclar.

En la dictadura del relativismo en la que vivimos sería bueno redescrubrir - de la mano de los clásicos - que existe una única ley natural y una única naturaleza humana, la cual no depende de la historia, ni de la geografía, ni de las circunstancias, ni de las modas. Es por tanto, de capital importancia, volver a las fuentes.

Olvidar que la naturaleza humana es inmutable favorece la estrepitosa decadencia que padece la sociedad occidental en nuestros días y es que, como decía San Pablo, la crisis de la antropología se debe al rechazo de la metafísica. El héroe no es quien conquista agresivamente al otro, sino quien conquista su alma.

La mirada del historiador y de la del mitólogo pueden deconstruir los fenómenos que han irrumpido en el panorama actual como el populismo o los extremismos. Mirar con el prisma antiguo, con la premisa de entender al otro, superaría las escisiones entre los propio y lo ajeno. 

La idea antigua de hospitalidad (xenía) y la prospuesta de trascender los límites de lo aparente en pos de una unidad profundamente humana, nos acercarían a los clásicos. 

En Las Leyes de Platón aparece la imagen de un ser humano como una marioneta manejada al albur de diversos impulsos simbolizados por hilos, muchos de ellos duros, inflexibles y perniciosos, pero no así el hilo de oro, al que siempre conviene seguir y no abandonar en absoluto, pues nos conecta con lo mejor de nosotros mismos.

Y es precisamente ese hilo dorado, el que nos sirve en estos momentos de guía para conectarnos con la esencia de nuestra cultura. Ellos, los clásicos, con sus viejas ideas de éxito probado, nos pueden indicar el camino mejor que nadie en el laberinto de nuestro tiempo.

Durante la pandemia pude comprobar cómo el clásico era el libro con el que me podía confinar con plenas garantías, pues siempre tenía algo nuevo que decirme y me reconfortaba el alma y el espíritu.

 

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