En la encuesta pública para seleccionar la obra más querida fue la titulada Train Landscape la más votada. Se trata de un collage llevado a cabo por la artista Tirzah Garwood, usando secciones de acuarelas pintadas por su esposo Eric Ravilious en la década de 1930. Desde la ventanilla de un vagón de tercera clase, el pintor fue capturando los diferentes paisajes a través del viaje.
Los trenes y las estaciones ferroviarias forman parte del paisaje británico y de su identidad, hasta tal punto que llegaron a llamar God´s Wonderful Railway al GWR (Great Western Railway), icónica empresa ferroviaria que une Londres con el sudoeste y oeste de Inglaterra y la mayor parte de Gales.
Quizá el mirar por la ventanilla del tren con atención mantenida nos brinde la posibilidad del casi perdido viaje de descubrimiento, ese que nos lleva a conocer nuevas realidades con nuestros propios ojos y no a través de una cámara, pues un mundo hecho de imágenes pone en serio peligro a la realidad.
Hasta el turista individual y culto está sometido a la esclavitud de las imágenes. No puede dejar de buscar escenarios ya codificados por la ficción, lugares dignificados y mitificados por famosos observadores anteriores desde distintos discursos culturales; ya no se fía de su propia vivencia, sino que trata de adoptar los ángulos de vista de aquellos para experimentar, comprender o gozar como ellos, sin tener apenas en cuenta lo que le rodea de verdad.
Es una verdadera pena comprobar cómo a la mayoría de los turistas los lugares míticos y románticos les hacen vibrar porque fueron escenarios de grandes novelas o películas y que quienes los ofertan hacen lo posible para revestirlos con los símbolos e insignias buscadas. De esta forma se redobla la ficción desde el observador y lo observado, de tal modo que la realidad queda inaccesible.
Volver al tren en la actualidad, mirando por la ventanilla, puede darnos la posibilidad de dar sustancia al viaje real y así no perderlo para siempre...
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