Los siglos XII y XIII (baja Edad Media) fueron turbulentos, con crisis, cambios y un caos general. Se buscaba una libertad personal y lo espiritual e intelectual formaba un mismo bloque.
En arquitectura, lucía un románico rotundo y nacía un gótico airoso. Resplandecía el amor galante y Europa, desmembrada y abierta, se recreaba en una cultura plural: árabe, griega, cristiana, judía y musulmana.
Las Beguinas solteras, casadas, viudas, solas o en grupo, ajenas a toda autoridad, vivieron libres, activas y solitarias con humana dignidad "entre amigas muy queridas, sin jerarquía y en amor inteligente".
Defendían a los desamparados, mujeres, niños y ancianos, pero, al mismo tiempo, desarrollaron una brillante labor intelectual que ahora, en nuestros días, empieza a ser conocida y reconocida. Se las conocía como "maestras de vida" y causaron admiración y asombro a sus contemporáneos.
El nombre de Marta tenía un gran significado para ellas, pues aúnaba la oración con el trabajo, algo que iba frontalmente contra la Iglesia de Roma que los separaba de forma radical.
Surgieron en un momento de superpoblación femenina, cuando dos siglos de guerras habían acabado con una gran proporción de hombres y los conventos estaban colmados como alternativa al matrimonio o a la clausura.
En el siglo XII se forman las primeras comunidades de Beguinas con mujeres de todas las clases sociales que empiezan a extenderse en Flandes, Bravante y Renania. Gracias a las labores que hacían para la comunidad (enfermeras, maestras, parteras, ceremonias litúrgicas...), a las herencias que muchas de ellas aportaban y a las mujeres más ricas que se instalaban en los "beguinajes" pudieron salir adelante y prosperar.
La mayoría practicaba un arte, sobre todo la música, pero también la literatura y la pintura. Algunas, como Margarita Porète, fueron precursoras de la poesía mística del siglo XVI ; también fueron las primeras en utilizar lenguas vernáculas en lugar del latín.
Vivían en celdas, casas o grupos de viviendas declaradas "Patrimonio de la Humanidad" (UNESCO, 1988) y podían abandonarlas cuando quisieran. Sin embargo, a nivel espiritual, sólo se casaban con Dios y los más desfavorecidos.
Fue en 1180 cuando se creó el primer beguinaje en Bélgica y su nombre se debe al padre "Lambert le Bège", que las ayudó y estimuló desde los inicios. Durante dos siglos se expandieron a gran velocidad, pero denuncias de herejía empezaron a minar su seguridad. Además de no acatar las estrictas normas de la Iglesia de Roma, atraían donaciones sustanciosas que las permitían una libertad económica, social y religiosa que había que "frenar". Fueron brutalmente perseguidas y algunas, como Margarita, quemadas en la hoguera.
El Movimiento de las Beguinas es uno de los más interesantes y curiosos que se han dado en la historia de la espiritualidad occidental. Surgen en el momento en el que el ser humano desea una libertad interior. Lograron ser espirituales, no religiosas; vivir entre mujeres, sin ser monjas; rezar y trabajar, pero no en un monasterio; ser fieles a sí mismas sin necesidad de hacer votos; ser cristianas, pero lejos, tanto de la Iglesia decadente como de la herejía.
Aunque nos resulte extraño, no fue en la Edad Media cuando la mujer perdió sus derechos civiles, pues predominaba el Derecho Germánico (Consuetudinario: basado en la costumbre) frente al Derecho Romano (que negaba la categoría de personas a mujeres y niños).
Las Beguinas vivían de sus rentas y de su trabajo: industria textil, jardinería y huertas, copiado de manuscritos, enseñanza a las menos instruídas, asistencia a moribundos...). En los partos, ayudaban con pócimas a que no fueran tan dolorosos (algo que irritó a la Iglesia... "parirás con dolor").
Las más cultivadas tenían una sólida formación cultural y teológica unida a una profunda y personal experiencia mística. Se basaban en la radical austeridad y en la libertad de espíritu. Se reunían para la oración y el estudio y vivían lo que pensaban: su perfecta coherencia les hizo fuertes y poderosas.
Fueron las creadors de la "Mística de fruición": "disfrutar, gozar plenamente de una cosa, y, gozar plenamente de una cosa, significa que eso que busco, el objeto amado, ha estado siempre ahí, esperándome, y que ése yo, que creo que soy, ha de morir para dar paso a ese yo que, en el fondo soy, aunque no lo perciba con claridad y, a veces, lo ignore".
Retomar la esencia de las Beguinas en pleno siglo XXI es algo que me reconforta y me llena de esperanza pues el respeto, la educación, la colaboración, el servicio y la autoestima son imperecederos y es el momento de "ponerlos en valor" tamándolas a ellas como referencia...
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