Según Sainte Beuve: "La flânerie es lo más opuesto a no hacer nada". Para Balzac es "la gastronomía de los ojos", para Walter Benjamin "la figura esencial del moderno espectador urbano, un investigador de la ciudad... que conoce su fin con la llegada de la sociedad de consumo".
Contrapuesto a la figura del "badau" (mirón), el flâneur siempre se halla en completo dominio de su individualidad, mientras que el badau es un ser impersonal, de la masa.
Robert Walser escribió en 1917 un relato corto titulado "El Paseo", una pieza emblemática de la literatura del flâneur. Nassim Nicholas Taleb, en "Why I walk" nos ofrece con la figura del flâneur una manera filosófica de vivir y de pensar, un proceso de descubrimiento y aprendizaje.
El térmio surgió en el siglo XVII para expresar la idea de pasear como un esparcimiento y pérdida de tiempo, pero en el siglo XIX cobró identidad propia al adquirir toda una serie de cualidades y atributos. En el momento actual hay un revival del paseante consciente y eso es una gran noticia que beneficia - de forma transversal - al ser humano, pues vuelve a retomar su propia identidad, a ver las cosas y pasarlas por sus propios filtros sin consentir que se lo den hecho. El individuo empieza de nuevo a tomar las riendas de su propia forma de estar en el mundo y creo que eso es un paso evolutivo digno de mencionar, sobre todo ahora que acabamos de estrenar el otoño...
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