domingo, 16 de julio de 2023

CUADERNO DE VIAJE

 

Registrar de forma lenta, selectiva y cuidada todo lo experimentado en un viaje puede llegar a ser una de las cosas más interesantes del mismo. Por eso un cuaderno cómodo y manejable se convierte en un gran compañero con el que podremos compartir nuestras experiencias, pensamientos, sentimientos, escritos, dibujos, detalles, desde la más estricta intimidad y, al final, cuando la aventura haya terminado, él guardará nuestros recuerdos para siempre.

Cuando viajo me dejo llevar y permito que sean mis cinco sentidos los que escriban por mí. Improviso y abordo muchos temas e intento hacerlo de forma creativa y original. Quizá, aunque puede haber ocasionalmente otros, los mejores momentos para los encuentros con mi cuaderno son: a primera hora de la mañana (tengo todo el día por delante) y la noche (con la efervescencia de tenerlo más reciente). Aunque todos los capítulos los cuido con esmero, en el último me esfuerzo un poco más y hago una especie de epílogo en el que queda marcada la personalidad de este viaje concreto.

Es emocionante pensar que, cuando el hombre pudo caminar con sus pies un mundo desconocido para él, comenzó a aprender a superar la lejanía de sus afectos y el calor de su hogar; reconoció - con humildad - su pequeñez frente a la grandeza del Universo; fue superando retos, dificultades y miedos al mismo tiempo que agradecía todo lo bueno que le llegaba sin esperarlo; no perdió la esperanza de llegar a un destino y confió desde el primer momento en que podría regresar a su punto de partida. Y así fue como el hombre empezó a "viajar".

Bajo mi punto de vista, un buen viaje (corto o largo) necesita tiempo de sedimentación por lo que es preferible optar por la calidad que por la cantidad. ¿De qué sirve trotar por el mundo como si estuviéramos en una competición? ¿Qué sentido tiene obligarse a ver una interminable lista de cosas maravillosas si perdemos la capacidad de maravillarnos? 

Sólo lo que experimentamos de verdad, lo que pasa a formar parte de nuestras células, lo que nos deja huella, tiene el poder de transformarnos, de cambiarnos, de ampliar nuestros horizontes. 

Como decía la gran viajera Mary Ann Evans (escritora que firmaba con el pseudónimo de George Eliot) en el siglo XIX: "nuestras andanzas viajan con nosotros desde lejos, y lo que hemos sido nos hace ser lo que somos".


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