lunes, 26 de febrero de 2018

LISBOA

¿Por qué me gusta Lisboa? Porque es la dama de Portugal, abierta al mar y cuna de marinos, conquistadores y escritores. Es una ciudad europea vital y con carácter en la que la sombra de Pessoa acaricia los muros de sus cafés y la fuerza y belleza de sus versos subyacen por debajo de los raíles de los tranvías del Chiado. Sus librerías, sus cafés, su gente... las notas de un fado que se incrustan en la memoria. Muchos autores han escrito en ella su obra, han llenado innumerables páginas.

Princesa del Tejo atravesó momentos de gran importancia política, social, económica y cultural, pero también vivió la pobreza y el olvido después de la decadencia de su economía. A partir del siglo XIV fue la capital del reino de Portugal y se transformó en centro mercantil de primer orden en el panorama comercial europeo. Los viajeros la visitaban en los siglos XVI y XVII para contemplar su esplendor y riquezas de las tierras conquistadas y respirar el ambiente cosmopolita de sus calles y barrios ribereños, llenos de vizcaínos, catalanes, genoveses, marselleses, venecianos... Ella era la puerta de lo exótico.

En 1775 un seísmo más un maremoto provocó una auténtica tragedia humana. El ilustrado Pombal hizo una reconstrucción de la ciudad después de haberse provocado una extrema pobreza y desesperación. Trazó calles perpendiculares y rectas que formaban una parrilla bien organizada, desde el río hasta el Rossío, la actual Baixa, corazón político y económico de la ciudad.
En el siglo XIX, intelectuales románticos (ingleses y franceses) se instalaron cerca del Tajo, creando un nuevo mito de ciudad tranquila y luminosa con un dulce clima. "La tierra de los naranjos capaz de aliviar las penas del corazón más afligido".

Pero ha sido Fernando Pessoa, con la amplitud y profundidad de sus escritos, el que nos ha proporcionado  la imagen poética de esta preciosa urbe cambiante.

Es una ciudad literaria, ciudad-refugio donde los personajes creados por la pluma de muchos escritores se buscan a sí mismos o pretenden iniciar un camino hacia los misterios de su alma. Es un punto de llegada y de partida: vida-muerte, tierra-mar, interior-exterior, son la razón de su misma existencia. En ella se funden armónicamente realidad e imaginación llegándose a convertir en un espejo en el que el que el ser humano se ve reflejado hasta las últimas consecuencias...

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