Las hojas taciturnas, se desvanecen,
en los árboles cercanos abunda el amarillo,
el verdor es un recuerdo
nostalgia de los meses transcurridos.
Recogemos las cosechas
haciendo acopio, para lo venidero
y en nuestras bodegas personales,
catamos el atrufado vino.
Dulce como el néctar
que los dioses bebieron
o amargo como lágrimas en racimo
todo se dá,
según el tiempo que acontezca.
Discurre el escaso arroyo en la montaña,
esperando las lluvias que aún no llegan;
los días menguan suaves
los pajarillos enlentecen sus trinos,
buscamos la belleza allí donde se encuentra
dejando al otoño bañar nuestro destino.
Esther de Andrés
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