miércoles, 20 de noviembre de 2019

LA PRUEBA DE MI VERDAD

Muy cerca de la Estación de Termini, en Roma, se alza la iglesia de Santa María de la Victoria, uno de los muchos templos barrocos de una sola nave, diseñados a imagen y semejanza del Gesú, de acuerdo con el espíritu de la Contrarreforma.

Por lo dicho hasta ahora, esta iglesia podría ser una más de tantas que pueblan la Ciudad Eterna. Sin embargo, Santa María de la Victoria oculta un gran sorpresa en su interior ya que alberga, en una de sus capillas laterales, una de las más insignes joyas escultóricas del arte barroco: El Éxtasis de Santa Teresa del gran maestro Bernini, célebre autor de la famosa columnata de San Pedro del Vaticano.

La obra, integrada dentro de la capilla Cornaro, ocupa la parte central de la misma, justo bajo una pequeña claraboya que actúa como fuente de luz natural. A ambos lados, aparecen esculpidos algunos miembros de la familia del Cardenal asomados a una especie de palco, contemplando el éxtasis de Santa Teresa como si fuera un auténtico espectáculo. La reciente canonización de Teresa fue, sin duda, el motivo que llevó a Bernini a elegirla como centro de esta singular composición.


Sin embargo, no deja de ser impactante que el gran maestro se fijara, como vehículo para su expresión artística, en una mujer de Ávila que, además de mujer, era monja - gracias a lo cual pudo ser libre - y escritora.

Y es aquí donde reside la gran maravilla de este acontecimiento: en la condición de escritora de Santa Teresa. Y es que el artista no está esculpiendo una santa al modo en que estamos acostumbrados; no traza la imagen de una mujer que posa sin más ante el visitante. Bernini - y he aquí la maravilla - esculpe a Teresa viviendo una experiencia personal que ella misma nos ha relatado en su biografía y que el artista, sin duda, leyó. ¡Bernini esculpe la transverberación de la santa y lo hace siendo absolutamente fiel al relato que ha leído en el libro que ella escribió!

Porque Santa Teresa es también una mujer de acción que escribe y es su escritura la que, precisamente, se convierte en tema para la expresión artísitca, la escritura en libertad de Teresa, ajena a todo molde y muy alejada de los convencionalismos que marcaban la literatura de su tiempo. Porque Teresa escribe para comunicarse; para dar fiel testimonio de su vida; escribe para servir con su pluma a los demás; para dejar huella de su paso por el mundo; y para seguir siendo útil tras su propia muerte.

 "Aquí está mi firmeza, aquí mi seguridad, la prueba de mi verdad, la muestra de mi firmeza".

     ¡Para conjurar los males de estos tiempos recios unámonos a Bernini y leamos a Santa Teresa!

Ana Concha

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