Saber lo que se hace es sabiduría; saber cómo hacerlo es inteligencia; hacerlo es virtud (D.S. Jordan). Uno de los valores genuinamente humanos es la responsabilidad. Es algo que nos distingue del resto de los seres vivos, cuyo compromiso con los suyos lo marcan las leyes naturales.
No somos animales stricto sensu, pues en un punto determinado de nuestra evolución surgió en nosotros la consciencia (algo que no compartimos con ninguna otra especie), la libertad (nos permite decidir y hace que nuestra vida se convierta en una cadena continua de elecciones), el sentido histórico (el avance, la cultura manifestada de múltiples maneras) y el amor (algo que nos hace mirar fuera de nosotros y superar nuestros intereses inmediatos).
Nosotros no formamos parte de ningún ecosistema, pues no depredamos ninguna especie y nadie nos depreda a nosotros, debido a lo cual nace nuestra responsabilidad; somos la única especie con perspectiva y capacidad de organización y futuro, por eso, si la sociedad y el corazón se basaran en valores éticos y estéticos, la conservación y el cuidado superarían con creces a la explotación y la rapiña.
Somos mucho más que simples animales racionales, somos seres responsables; responsables de nosotros mismos, de los demás y de nuestro entorno. Tenemos capacidad de pensar, de reflexionar y de elegir y somos conscientes de que toda acción tiene su consecuencia, por eso - desde el inicio de nuestra vida - debemos tomarnos en serio nuestro propio camino, nuestra andadura.
La base de todo está en reconocer nuestra dignidad, el valor que encerramos en nosotros mismos, y cuidarnos holísticamente. Nuestra principal característica es la de ser cuidadores, debido a lo cual vamos adquiriendo compromisos y fidelidades que van mucho más allá de nuestros intereses inmediatos, porque dándonos nos encontramos y entregándonos nos sentimos en plenitud.
"Creo que una hoja de hierba no es menor que el camino que recorren los astros, que no es menos la hormiga, ni un granito de arena, ni el huevo en al zorzal..., que la vaca paciendo con su cabeza baja supera a cualquier escultura, que un ratón es un milagro capaz de confundir a millones de incrédulos..." (Walt Withman).
Nuestra responsabilidad también nos lleva a considerar que, en la existencia, toda forma de vida está provista de dignidad, por lo que también debe ser respetada y protegida. Es por ello fundamental que nos responsabilicemos de respetar y cuidar la naturaleza, fuente de inspiración estética y mística a lo largo de los siglos.
La responsabilidad no es ninguna carga, es algo que se deriva de forma natural a medida que vamos conociendo y amando a nuestro objeto de protección. Es cierto que la naturaleza nos provoca asombro y que está llena de misterio, pues gracias a sus prodigiosos mecanismos la existencia se perpetúa. Ella es a la vez madre, hermana, amiga, sustentadora... ¿Cómo no la vamos a cuidar?
El cielo estrellado que maravillaba a Kant, nos habla de nuestras proporciones, de nuestra grandeza y humildad. La naturaleza no sólo es un objeto frágil que conservar, sino maestra, de la que tanto podemos aprender a lo largo de nuestra vida.
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