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miércoles, 1 de noviembre de 2017

SER ATRACTIVO

Hace poco me preguntaban que qué es para mi ser atractivo y lo cierto es que no me resultó nada fácil responder. Últimamente se nos proporcionan fórmulas para producir fascinación y derrochar encanto a diestra y siniestra y se nos brindan claves para tener un éxito asegurado, pero me temo que para ser atractivo es esencial (como en todo) la fe, el trabajo y el tiempo o el tiempo, el trabajo y la fe, pues la persona realmente atractiva no nace sino que se hace. Ella se propone ser atractiva y lo consigue.
Me resultan muy atractivas las personas que saben escuchar de forma activa, poniendo interés en lo que se les cuenta como si, en ese momento, sólo el que les habla existiera en el mundo.
Si, además de escuchar, la persona es natural, espontánea, lejos de marcas y apariencias deslumbrantes, empatizo mucho mejor con ella y me da la posibilidad de que yo actúe de la misma forma.
¿Escucha, es sencilla  y educada? Va aumantando su atractivo por momentos. Se nota que domina su temperamento, que goza de buen humor, que demuestra calma ante los imprevistos, que sabe contar hasta mil antes de decir una impertinencia y que emana equilibrio. En definitiva, es una persona pulida, cultivada y esforzada en mejorar.
¿Se interesa de verdad por los demás?, ¿es optimista?, ¿está disponible cuando es cierto que se la necesita?, ¿tiene en cuenta a los otros?, ¿sonríe más que menos?...
Todos esos ingredientes forman parte de lo que yo considero "ser atractivo".
Normalmente, la persona atractiva va envejeciendo bien, pues tiene ante la vida un buen talante, seguridad en sí misma y mucho temple. Ella da más importancia a lo auténtico y mira de lejos cualquier cosa que le pueda ensombrecer su "joie de vivre".
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Y es que, las personas realmente atractivas lo son porque son interesantes, porque tienen vida propia y aportan su personalidad, saben dar su nota y lo hacen con soltura y sin ningún tipo de afectación.
Generalmente son grandes lectores y están acostumbrados a vivir muchas vidas, a viajar por muchos lugares, a romper moldes, barreras y esquemas. Son libres y ese es para mí el verdadero secreto de su atractivo: su libertad.

sábado, 30 de agosto de 2014

POMANDER

Pomander (pomme d´ambre: manzana de ámbar) era una bola dorada que llevaba dentro bolitas de ámbar gris, almizcle y algalia. Desde la Edad Media hasta mediados del siglo XVIII , las damas llevaban "pomos perfumados" colgados del cinturón, que inhalaban con frecuencia para protegerse de otro tipo de fragancias y del contagio de ciertas enfermedades. Del mismo modo, su ropa desprendía un aroma agradable al caminar y purificaban la atomósfera al pasar... Teniendo en cuenta que la mayoría de los tejidos no se podían lavar, cuidaban en extremo la limpieza de la ropa interior, que se lavaba con regularidad junto al ajuar de la casa (toallas, paños, mantelerías...). También ponían especial cuidado en los paños de las capillas.

Catalina de Aragón poseía un pomo de 1530 y su hija, María Tudor, tenía grandes cinturones de orfebre que sujetaban al final uno de ellos.

Me encanta lo que dice Patrick Süskind en su libro "El Perfume" "Y una vez en su interior, el perfume iba directamente al corazón y allí decidía de modo categórico entre inclinación o desprecio, aversión o atracción, amor u odio. Quien dominaba los olores, dominaba el corazón de los hombres" .

Y es que, la sensación de que "el buen olor" preserva la salud viene de que se le relaciona con lo pulcro, limpio y bello, por eso no es de extrañar que estas preciosas bolitas confeccionadas con   ricos metales y maravillosos adornos sirvieran también para atraer a los demás y dar seguridad a la persona que los portaba. Lo mismo ocurría con  los búcaron florentinos, llamados "boules de senteurs", que no sólo adornaban las estancias sino que las aromatizaban y purificaban el ambiente.

Fueron los árabes los que empezaron con una naranja cuya corteza quedaba completamente revestida de clavos de clavel, dejando el menor espacio posible entre uno y otro. Se introducía en el horno, ligeramente templado, durante toda la noche y a la mañana siguiente la corteza seca mantenía todas las propiedades y emanaba unas deliciosas fragancias. Fue a través de las Cruzadas como llegó a Occidente, lo cual fue un signo de refinamiento entre las clases más altas y más tarde se fue popularizando (para beneficio de todos).

 Incluso Tomás Moro poseía una magnífica colección de pomanders y en una de sus citas afirmaba: "Dichosos los que saben mirar seriamente las cosas pequeñas y tranquilamente las importantes, ellos llegarán lejos en esta vida".