Catalina de Aragón poseía un pomo de 1530 y su hija, María Tudor, tenía grandes cinturones de orfebre que sujetaban al final uno de ellos.
Me encanta lo que dice Patrick Süskind en su libro "El Perfume": "Y una vez en su interior, el perfume iba directamente al corazón y allí decidía de modo categórico entre inclinación o desprecio, aversión o atracción, amor u odio. Quien dominaba los olores, dominaba el corazón de los hombres" .
Y es que, la sensación de que "el buen olor" preserva la salud viene de que se le relaciona con lo pulcro, limpio y bello, por eso no es de extrañar que estas preciosas bolitas confeccionadas con ricos metales y maravillosos adornos sirvieran también para atraer a los demás y dar seguridad a la persona que los portaba. Lo mismo ocurría con los búcaron florentinos, llamados "boules de senteurs", que no sólo adornaban las estancias sino que las aromatizaban y purificaban el ambiente.
Fueron los árabes los que empezaron con una naranja cuya corteza quedaba completamente revestida de clavos de clavel, dejando el menor espacio posible entre uno y otro. Se introducía en el horno, ligeramente templado, durante toda la noche y a la mañana siguiente la corteza seca mantenía todas las propiedades y emanaba unas deliciosas fragancias. Fue a través de las Cruzadas como llegó a Occidente, lo cual fue un signo de refinamiento entre las clases más altas y más tarde se fue popularizando (para beneficio de todos).
Incluso Tomás Moro poseía una magnífica colección de pomanders y en una de sus citas afirmaba: "Dichosos los que saben mirar seriamente las cosas pequeñas y tranquilamente las importantes, ellos llegarán lejos en esta vida".
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