Los egipcios tenían un dios,
Japy, que estaba relacionado con el Nilo. Coronado con la flor del papiro
(la escritura) y basado en la flor blanca del loto
(el esfuerzo), representaba el fluir, la no resistencia, el ir a favor de la corriente, lo que le convertía en gozoso, alegre y vital. Sus brazos, que parecían regar las orillas del río, simbolizaban la fertilidad y la abundancia.
En un principio, el quebradizo resultado de las finas láminas del tallo del papiro, colocadas en bandas cruzadas, encoladas con la savia de la planta y secas, se enrollaban en unos cilindros de madera para su buena conservación. Los romanos los llamaron
"volúmenes" (movimiento circular) y así estaban guardados también en la famosa Biblioteca de Alejandría.
En Pérgamo (Asia) nació el pergamino, piel curtida, tratada y raspada para la escritura y en China apareció el papel como resultado de triturar unos vegetales, como el bambú. Los árabes lo trajeron a España recubierto de almidón.
En la Edada Media, el Códice tenía forma rectangular y facilitaba la lectura. El libro salió de los monasterios a las ciudades y, en el siglo XIV se difundió por Europa la utilización del papel. En el siglo XV aparece el formato actual y a los libros impresos antes del 1 de enero de 1501, se les llamaba incunables.
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