Os he hablado de la región de la lana y de los artesanos que basan su filosofía en el arte de hacer las cosas bien, para explicaros un poco una de mis aficciones:
hacer punto con dos agujas. No recuerdo cuándo empecé, pero desde luego debía de ser muy pequeña; lo veía en casa y para mi fue tan natural como aprender a leer o a escribir. Mi madre era primorosa y exquisita y hacía verdaderas obras de arte con todo lo que llegaba a sus delicadas manos. Era como si no lo tocara, como si lo acariciara, como si la produjera una mezcla de ternura y respeto... pero todo lo que hacía era una preciosidad. Con ese ejemplo, no es raro que yo haya intentado desarrollar esas cualidades y, además, no interrumpir el eslabón evolutivo. Ella me dejó un gran legado que yo he conservado y enseño para que no se pierda esta bella y práctica tradición.
Me gusta mucho el término que se ha puesto de moda últimamente:
"lanaterapia". Es compeltamente cierto que si se hace punto por placer y con una actitud relajada, los beneficios para la salud son tan buenos como practicar un deporte con asiduidad, es decir, que la lana puede mejorar tu calidad de vida porque:
1. disminuye tu ansiedad y estrés
2. te ayuda a relajarte y a ponerte de buen humor
3. desarrollas la capacidad de concentración y ejercitas tu destreza
4. mejorando tu técnica, aumentas tu autoestima
5. combates la depresión
6. te ayuda a superar problemas de motricidad
7. estimula tu imaginación y creatividad
8. fortalece los lazos sociales si lo practicas en grupo
Además, la lana tiene un tacto suave que nos proporciona una constante sensación de placidez. Tejer es una actividad agradable por la calidez y flexibilidad del tejido que vamos manipulando. Lo mismo que disfruto uniendo palabras lo hago tejiendo puntos con las agujas y la lana, es otra de las formas para poder desmoldar lo que llevo dentro...
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