A VECES queremos que la belleza de una rosa,
su olor, su color, su perfección, sea algo permanente.
Aceptar que no lo es, que todo es efímero y se transforma
es parte de la despedida de ese momento de encuentro único.
Nos duele y nos conmueve, que sus pétalos caigan al suelo que amoroso los recibe
encargándose el viento de esparcirlos
formando parte del adios.
Esther de Andrés García
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