Me gustan las mujeres maduras, con humor y activas. Una mujer, a partir de los cuarenta años, empieza a vivir lo mejor de su vida si es capaz de darse cuenta de la cantidad de cualidades potenciales que tiene en su interior. Se convierte en una persona con "poder personal", pues es capaz de decir lo que piensa y siente sin perder la compasión así como de manifestar lo que no le gusta sin la menor acritud.
A esas alturas de su caminar, es capaz de mirar hacia atrás sin rencor ni dolor, es atrevida y confía en su intuición. Medita a su manera, decide su camino con el corazón, escucha su cuerpo, improvisa, no implora, es capaz de reírse... tiene una gran sensibilidad con las plantas y los animales.
Una vez que ha aprendido a amar lo que hace, alienta a los demás a su propio crecimiento. Reconoce con facilidad lo frágil y lo que es valioso, pero también lo que debe ser podado. A medida que tiene más edad, más camino habrá recorrido y - a través de la observación compasiva de la vida de los demás - es capaz de poder enseñar. Sabe que puede cambiar el mundo porque se siente completa, fuerte y vulnerable al mismo tiempo. Vive ya con el conocimiento pleno de que todo y todos estamos conectados y de que lo que cada uno haga influye en todo los demás.
Entre las mujeres existe una conexión natural. Cuando una mujer estresada habla con otra, ambas liberan la hormona de la maternidad, lo que provoca que el estrés descienda. Sin embargo, si dos hombres nerviosos comparten sus aflicciones, la testosterona incita a la huída o el enfrentamiento. Tanto un hombre como una mujer que se hallan al lado de una mujer sabia, sienten como su adrenalina baja y su autoestima sube. Basta con estar junto a ella...
Qué distinto sería el mundo si la mujer madura del siglo XXI aspirase más a convertirse en sabia que en aparentar lo que no es, en luchar desesperadamente por permanecer en un estado de juventud ficticia a través de elementos externos que jamás cumplirán cons sus expectativas, pues las leyes del tiempo son inexorables.
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