Cuando todo parece terminarse y el panorama se presenta de lo más oscuro; cuando la vida parece haber perdido su significado y no hay nada más que hacer; cuando nos sentimos acorralados por fuerzas superiores a las nuestras, es entonces cuando surge la esperanza como recurso final para encontrar un nuevo rumbo, levantar la frente y continuar hacia adelante, renovando los esfuerzos para cumplir con la misión que la vida nos ha asignado.
Cuando, de verdad, tenemos esperanza se desencadena en nosotros un deseo de luchar, un ánimo especial para afrontar lo cotidiano. Queremos seguir y recuperar la voluntad para no renunciar a nuestros sueños, aun cuando el camino se nos presente como una cuesta casi imposible de remontar. Ella es la que nos hace recuperar el coraje para perseguir nuestro alto ideal y la que nos brinda consuelo como un bálsamo a una herida, amortiguando la angustia y el dolor del alma.
Quiero finalizar el año confiando en el presente y con una firme expectativa en el futuro. Sé que si llevo a cabo un vida pura y perseverante recuperaré el equilibrio después del tropezón y me podré levantar después de la caída.
Sé que ella sanará mi alma cuando sufra el desaliento y será una amiga fiel que jamás me abandonará ni me desilusionará. Por eso la busco, la creo y la defiendo ante quienes la han perdido y, como consecuencia, intentan desacreditarla...
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