Las delicadas acuarelas y su prosa suave, pero perspicaz, bastaron para tejer un universo fantástico detrás del cual estaba una atípica joven victoriana que escribía cuentos y los ilustraba ella misma; bióloga autodidacta y empedernida defensora del medio ambiente, sobre todo la región de Cumbria (Distrito de los Lagos), donde pasaba los veranos con su familia cuando era pequeña.
Entre brumosas montañas y valles escondidos empezó a pintar aquella niña solitaria a la que gustaba pasear a sus mascotas entre las secuoyas y los tilos del jardín. Su personaje más conocido por todos era Peter Rabbit y su éxito (se han llegado a vender 45 millones de sus libros) le posibilitó comprar una casa (Hill Top) y varias tierras con el fin de proteger aquella zona de Inglaterra que tanto amaba.
Todos sus bienes, que eran muchos, se los dejó al National Trust (Organización benéfica a favor del medio ambiente) y, en agradecimiento, este año ha diseñado un pañuelo en su honor que me parece una preciosidad.
Si alguien quiere ver sus auténticas acuarelas puede ir a Beatrix Potter Gallery (Hawskead); es la única colección en todo el mundo con sus pinturas originales, bocetos de sus personajes, paisajes del condado, apuntes a mano... Y, de paso, callejear y comprar en una tienda llamada Relish productos locales con su propia marca.
Creo que nada le gustaría más a Beatrix que visitáramos la zona, respetáramos el medio ambiente y leyéramos sus libros, con cuyos beneficios pudo cumplir el sueño de su vida. No fue micóloga (como le habría gustado) pero llegó a cimas mucho más altas. Este post es mi pequeño homenaje a una de mis ilustradoras infantiles favoritas.
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