viernes, 25 de noviembre de 2016

EL CASTILLO DE LAS DAMAS

Catherine Briçonnet era la esposa del arquitecto francés Thomas Bohier y el alma de la construcción del Castillo de Chenonceaux (en el Valle del Loira francés) que se llevó a cabo de 1513 a 1521.
En sus orígenes, había un molino fortificado, pero ella lo mandó derruir todo excepto la torre del homenaje; tenía unas ideas muy avanzadas para la época, gran apertura de espíritu y una fina sensibilidad hacia todo lo que fuera buen arte; sentó las bases de una maravilla arquitectónica, siendo en la actualidad el Château más visitado de Francia después de Versalles.
Pero, en 1535, el hijo de Bohier, tras la muerte de sus padres, se vió obligado a cederlo a la Corona, debido a las deudas contraídas por su padre por las inmensas inversiones que tuvo que efectuar...

De estilo Renacentista y rodeado de hermosos parques y jardines, cumple también la función de puente, pues está apoyado en cinco arcos que fueron los pilares del antiguo molino y que lo separan del cauce del río Cher, lo que le da un fantástico toque de originalidad.

Francisco I se lo regaló a su hijo Enrique II quien, a su vez, se lo obsequió a la mujer que más amaba, Diana de Poitiers (duquesa de Valentinois) que fue quién mandó edficar el área que hoy se encuentra sobre el río, destinada a la cocina y los servidores.

Para entrar, hay que recorrer una bonita alameda de plátanos y en el interior la decoración es lujosa y elegante (tapices, pinacoteca, muebles renacentistas...). Los dormitorios son fastuosos, pues cinco reinas lo habitaron.
Al morir el rey (Enrique II), su esposa Catalina de Médicis "sugirió" a Diana que se lo "cediera" a cambio del Castillo de Chaumont sur Loire. Más tarde, Louise de Lorraine, viuda de Enrique III, se instaló allí como "la viuda blanca" (el color del luto). Durante la Revolución Francesa de 1789, fue Madame Dupin  (hija de un acaudalado financiero que lo adquirió en 1733) quien lo salvó gracias a sus "Salones Literarios" en los que recibía a intelectuales de la talla de Montesquieu o Rousseau. Ella quitó la x y lo llamó Chenonceau. Fue Marguerite Pelouze, una riquísima heredera, la que lo restauró y le devolvió su autenticidad del siglo XVI, entre 1867 y 1868. En 1913 lo compró el potente industrial Henri Menier, cuya hija, Simone Menier, fue la principal enfermera-administradora del mismo durante la Primera Guerra Mundial, pues lo convirtieron en Hospital Militar. En la Segunda Guerra Mundial, como estaba situado al límite entre la zona ocupada por los alemanes y la zona "libre", fue un lugar de residencia y por lo tanto, fue salvado de nuevo.

Me parece de cuento que, gracias a la poderosa industria del "chocolate Menier", cuya primera fábrica recuerda a la casita de caramelo de Hansel y Gretel, se mantenga impecable el "Castillo de las Damas", gracias a las cuales, no sólo se ha salvado, sino que está en la cima del arte. La familia Menier, sigue mostrándolo impecablemente mantenido y conservado, lleno de flores en verano y con todas las chimeneas encencidas en invierno. Los paseos en barca por el río y las noches musicales iluminadas son otros de sus muchos atractivos.
¡Nada como la fusión inteligente y sensible del capital con el arte para obtener magníficos resultados!

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