jueves, 5 de julio de 2018

DIARIO DE VIAJE

Cuando Rousseau escribió Confesiones, declaraba su pena por no haber registrado ninguna de las impresiones del pasado cuando caminar era para él una felicidad sin fin. Decía: "Lo que más siento, en punto a detalles de mi vida que se me han olvidado, es no haber hecho un diario de mis viajes".
Y es que, todo viaje es un discurrir, una narración anterior cuando el recorrido se imagina y otra que hacemos despúes, cuando hemos regresado y se lo contamos a los amigos.
La escritura es la memoria de los innumerables acontecimientos cosechados, de las emociones e impresiones que hemos sentido, una forma de escapar del tiempo transformándolo en páginas de un cuaderno para poder volver a él y revivirlo. Ningún tesoro es más preciado, a la vuelta de un viaje, que traer toda la experiencia plasmada sobre papel.

Mi cuaderno siempre me acompaña para poder apuntar en cualquier momento lo que me va surgiendo. Antes de partir, anoto información general del lugar al que me dirijo así como mis expectativas de lo que espero encontar pues, una vez terminado y comparando el antes y el después, es muy sorprendente.
No me limito a detallar los hechos por orden cronológico, procuro  que la narración sea ágil y dinámica. Empleo los cinco sentidos para que no se me escape el menor detalle, pues no sólo me importa plasmar los lugares que visito o las cosas que veo, sino el olor de una flor, la sonrisa de un desconocido, el sabor de una comida... todo eso lo incluyo en el relato de forma espontánea y auténtica.
En el último tramo del trayecto literario, a modo de epílogo, saco mis conclusiones sobre todo lo experimentado, se me ocurren sugerencias que puedo hacer a otros y dejo notas que me servirán para cuando regrese al mismo lugar, ya que - para mí- profundizar en los lugares que conozco es otro de los placeres de viajar.

Mi equipaje suele ser muy ligero, mis compras muy livianas, pero lo que procuro traer a casa es mi diario de viaje repleto de vivencias que luego releo durante todo el año. No quiero que me pase como a Rousseau...


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