Me encantan las personas "políticamente incorrectas", las imperfectas, las auténticas, las que se sienten diferentes y sufren por ello sin saber que, en realidad, son extraordinarias, irrepetibles y maravillosas. El mundo está repleto de personas bellas y originales que viven en silencio la "vergüenza" de su fantástica idiosincrasia. Por lo general, son ellas las que con una simple mirada, un gesto amable, una caricia o una sonrisa son capaces de iluminar vidas, inspirar nuevos horizontes y dar calma a un corazón afligido. El mundo es - sin la menor duda - mejor gracias a ellos...
Y es que hay que "saber mirar", tanto a las personas como a las cosas, pero para ello debemos olvidarnos de las prisas y actuar con tranquilidad. Todo lo que nos rodea nos habla, nos dice algo, y si lo entendemos somos capaces de captar una belleza (natural e inherente) que, quizá, no se perciba a primera vista. El detalle se aprecia desde el sosiego, sin precipitación, poco a poco, saboreando lo que tenemos delante. No debemos caer en el error de normalizar lo extraordinario, pues iremos perdiendo la capacidad de maravillarnos.
Aunque actualmente ser "sensible" no esté muy bien visto, la sensibilidad es fundamental para la vida del ser humano, pues es la capacidad que nos permite percibir lo que tenemos cerca y conectarnos con ello. Podemos dar algunas instrucciones a nuestra mente para que filtre en qué se va a fijar y en qué no; puesto que tenemos tantos estímulos positivos como negativos busquemos una relación equilibrada entre los que depositamos nuestra sensibilidad.
¿Existe mayor placer ético y estético que encontrar a personas que sin ningún interés, sin pedir nada a cambio, son capaces de hacer algo por alguien, así, de manera espontánea y desinhibida, solo porque han sentido el impulso de hacerlo?
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