Me encantan las personas "políticamente incorrectas", las imperfectas, las auténticas, las que se sienten diferentes y sufren por ello sin saber que, en realidad, son extraordinarias, irrepetibles y maravillosas. El mundo está repleto de personas bellas y originales que viven en silencio la "vergüenza" de su fantástica idiosincrasia. Por lo general, son ellas las que con una simple mirada, un gesto amable, una caricia o una sonrisa son capaces de iluminar vidas, inspirar nuevos horizontes y dar calma a un corazón afligido. El mundo es - sin la menor duda - mejor gracias a ellos...
Y es que hay que "saber mirar", tanto a las personas como a las cosas, pero para ello debemos olvidarnos de las prisas y actuar con tranquilidad. Todo lo que nos rodea nos habla, nos dice algo, y si lo entendemos somos capaces de captar una belleza (natural e inherente) que, quizá, no se perciba a primera vista. El detalle se aprecia desde el sosiego, sin precipitación, poco a poco, saboreando lo que tenemos delante. No debemos caer en el error de normalizar lo extraordinario, pues iremos perdiendo la capacidad de maravillarnos.
Aunque actualmente ser "sensible" no esté muy bien visto, la sensibilidad es fundamental para la vida del ser humano, pues es la capacidad que nos permite percibir lo que tenemos cerca y conectarnos con ello. Podemos dar algunas instrucciones a nuestra mente para que filtre en qué se va a fijar y en qué no; puesto que tenemos tantos estímulos positivos como negativos busquemos una relación equilibrada entre los que depositamos nuestra sensibilidad.
¿Existe mayor placer ético y estético que encontrar a personas que sin ningún interés, sin pedir nada a cambio, son capaces de hacer algo por alguien, así, de manera espontánea y desinhibida, solo porque han sentido el impulso de hacerlo?
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sábado, 19 de enero de 2019
domingo, 3 de agosto de 2014
EL ORIENT EXPRESS
"El lujo y el confort" eran sus señas de identidad y la calidad su esencia: paredes paneladas con madera de teca, nogal o caoba; suave tapicería repujada en oro; sábanas de seda; sanitarios de mármol; copas del mejor cristal y cubertería de plata.
Los vagones estaban aislados con magníficas y gruesas alfombras y dotados de iluminación de gas, calefacción central y agua caliente. Pero también armas de fuego, buenos botiquines y grandes dosis de coraje para afrontar retos totalmente inesperados y desconocidos.
Se convirtió en uno de los símbolos de la Belle Époque, uno de los períodos más espléndidos de la historia de Francia que abarcó desde finales del XIX hasta el inicio de la primera Guerra Mundial (1914).
Fue un momento de búsqueda de los placeres que la vida puede brindar y sus pasajeros, de alto poder adquisitivo, eran príncipes, sultanes, aristócratas, diplomáticos, jefes de Estado...que compartían sus dias con vividores, señoras de vida alegre, contrabandistas, espías, traficantes de armas y una lista interminable de personajes curiosos.
Acabó sus días transportando inmigrantes en busca de fortuna en sus, cada vez, más decadentes vagones.
Otro día os contaré lo que ocurrió después de que, en mayo de 1977, el tren realizara su último viaje... No puedo evitar el provocar un poco de "suspense"...
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