Todos tenemos muy claro que la vida es imperfecta y vivir requiere un esfuerzo, por eso lo mejor es ir desarrollando destrezas y fortalezas emocionales que nos faciliten el camino. Si no vamos gestionando los contratiempos día a día, si dejamos acumular pequeñas adversidades sin afrontarlas, problemas sin resolver, expectativas no cumplidas o decepciones no sanadas... nos bloquearemos y sentiremos malestar.
Está muy de moda "la microgestión como estrategia de afrontamiento" y es verdad, pues con cada problema resuelto, por nimio que parezca, nos sentimos bien, más seguros y en mejor disposición para afrontar el siguiente. Carece de sentido que añadamos más esfuerzo del necesario, lo importante es concentrarse en vivir a pesar de la adversidad y cuando surjan los momentos de flaqueza tener el valor de descansar y no de abandonar.
Muchas veces nos involucramos en batallas que no son nuestras, sin saber distinguir lo importante de lo accesorio. Sabemos que la energía y la concentración son bienes fiinitos y escasos, demasiado valiosos como para arriesgarnos a perderlos en cosas innecesarias. La mejor actitud es priorizar, analizar e ir a por aquello que de verdad se relaciona con nuestras prioridades ignorando lo que no.
"Persiste, nada bueno se consigue a la primera".- Para poder persisitir debemos sentirnos competentes y capaces, con recursos para llegar a la cima. La adversidad despierta capacidades dinámicas que a veces ignoramos que tenemos, nos lleva a analizar para tomar decisiones y a desarrollar la creatividad para pensar con calidad. Si, a medida que van ocurriendo las cosas, les damos un significado positivo, reconvertiremos el problema en reto lo que nos estimulará en lugar de bloquearnos (esfuerzo sí, sufrimiento no). También el estar pendientes de la oportunidad de acción pacientemente (el lugar adecuado y en el momento oportuno) ayuda mucho a continuar para no perder de vista la meta a la que nos dirigimos sin confundir la adversidad con la imposibilidad.
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