Sentirse diferente no es un problema, sino una virtud. Todos y cada uno de nosotros somos seres únicos, nacidos para ser reales, no para ser perfectos; para ser originales, no copias. Nuestra individualidad es la clave de nuestra belleza interior y exterior. Lo "auténtico" es bello. Lo genuino es atrayente. Lo esencial es enriquecedor. La diferencia es un valor.
Estamos acostumbrados a exigirnos más que a los otros porque arrastramos fantasmas, cadenas, miedos. Creemos que tendríamos que ser mejores, dignos de admiración, pero ese deseo no es real ni sano. Sólo nos sentiremos en paz y a gusto cuando aprendamos a perdonar los accidentes o anomalías (propias y ajenas).
La culpa no es más que una reacción empática que brota cuando pensamos que somos el origen del sufrimiento de otra persona... Pero, ¿qué pasa cuando ese sufrimiento es simulado, inferido, proyectado o imaginado?, ¿qué ocurre cuando no es justo? Hay que protegerse de los ilusos que enarbolan el estandarte de la "normalidad" para sentirse seguros, para discriminar y distanciarse de lo anormal para tapar sus propios miedos. Esas vidas - aparentemente normales - no suelen ser más que escenarios, montajes o realidades parciales y maquilladas.
Un anhelo es una aspiración poco definida o muy generalizada que tiene un efecto activador parecido al de los desesos, pero sin un foco claro. Anhelamos, por ejemplo, la belleza, sin darnos cuenta de que somos bellos como somos, nuestra belleza intrínseca es nuestro mayor valor. No debemos vender nuestra alma para tratar de gustar a personas a las que no les importa nuestro ser, sino nuestro "parecer".
Creo que ya va siendo hora de normalizar lo imperfecto, la variedad, lo natural. Asumamos que la vida es imperfecta pero bella. Permítamonos expresar nuestra belleza en todo su esplendor. Aceptemos con humildad nuestras limitaciones y permitamos que los demás nos conozcan como somos, sin disfraces ni maquillajes, sin fachadas. Esa actitud es mucho más saludable, pues deberíamos tener muy claro que son precisamente nuestras imperfecciones las que nos hacen realmente "únicos".
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