"Una palabra amable da para resistir tres meses de invierno".
Hay personas que tienen el corazón helado, no les importa lo más mínimo los sentimientos de los demás y sólo les utilizan para cubrir sus necesidades y carencias. Es muy difícil convivir con ellos y si no tenemos cuidado podemos contagiarnos, pues su actitud negativa, su amargura, su miedo o desilusión van calando en nosotros sin que apenas nos demos cuenta.
Los corazones helados buscan a corazones sensibles, compasivos y dulces, corazones capaces de brindar amor incondicional y cariño desinteresado. Por eso debemos estar muy alerta, ya que ese hielo es el resultado de un proceso que avanza de forma casi imperceptible; poco a poco el frío se va apoderando del que intenta ayudar y va perdiendo su sonrisa, su luz, su energía; el frío le aletarga y pasa de vivir intensamente a intentar sobrevivir.
La persona compasiva y empática no debe consentirse a sí misma que eso le ocurra, pues se acabará convirtiendo en la sombra desvirtuada de lo que era. Si se desconecta del mundo exterior y se limita a ese mundo helador, oscuro y vacío, se irá sumiendo también ella en la tristeza, el rencor y el odio.
Está bien que intente ser una puerta abierta, una mano tendida que brinda una alternativa mejor y más cálida a la actitud del otro, alguien que le intenta definir un nuevo marco para que se relacione con el mundo y consigo mismo, pero si no funciona, si la persona a la que se intenta ayudar no responde, debe dejar que siga su camino, ya que puede que no esté preparado para dar ese paso.
Todos merecemos vivir, sentir y volar libres. No debemos renunciar a una vida intensa para tratar de vivir la vida de otra persona, sus expectativas, sus fantasmas, sus traumas. Si nos han llegado a contagiar, debemos liberar nuestro corazón de ese hielo lo antes posible y no renunciar a nuestra propia vida, pues no sería una actitud responsable ni nos beneficiaría a ninguno de los dos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario