sábado, 22 de junio de 2019

EMILIA: SALONNIÈRE Y CORRESPONSAL

De ideas conservadoras pero feminista, Emilia Pardo Bazán planteó la inquietante pregunta de si se puede ser tradicional y progresista a la vez. La trayectoria vital de esta mujer del siglo XIX nos muestra que fue una extraordinaria transgresora muy valiente, pero difícil de entender. Llena de contradicciones estéticas, emocionales y políticas se sintió a la vez cosmopolita, europea e intensamente nacionalista española; reaccionaria y progresista; excéntrica y subversiva, pero amante del orden. Una mujer modernísima en la línea de Virginia Woolf y Simone de Beauvoir.

Aristócrata de talento y más tarde de título (en 1912 Alfonso XIII la nombró condesa), conocía bien el beau monde (el gran mundo), por eso - a través de la crónica social - prolongaba en la prensa la charla que tanto le gustaba en los salones y se convirtió en una magnífica "salonnière". Hacía colaboraciones esporádicas, ya que jamás se consideró una cronista de sociedad, sino una analista social que utilizaba la crónica para reflexionar sobre los usos y costumbres de una sociedad en pleno cambio así como para manifestar sus conocimientos históricos y literarios.

Viajó mucho por Europa, lo que le permitió leer a los autores de los diferentes países en su propio idioma y asistir a la Exposición Universal de Viena con todos los adelantos de la industria. Fue la primera "corresponsal" en España que mandaba sus crónicas para el diario La Época desde París o Roma. Su personalidad, creatividad, gracia, hondura y libertad la convirtieron en una gran periodista.

Todo lo hizo a pesar de ser mujer, sin dejar de ser mujer y reivindicando su condición de ser mujer. Fue un ejemplo de la igualdad de los sexos en libertad y, a pesar de sus múltiples retos y dificultades, no se lamentó jamás. Vivió cuanto quiso, como quiso y de lo que quiso y nos dejó una obra admirable que se leerá en el siglo XXI con  más gusto y reconocimiento que en el XX.

Nació en La Coruña (Marineda en sus novelas) el 16 de septiembre de 1851, heredando el liberalismo de su padre y el carácter abierto, emprendedor e independiente de su madre. Leyó con prisa, con fruición, con ferocidad y tanto como leyó quiso que la leyeran. Escribió mucho: artículos, cuentos, novelas, ensayos, reportajes... pero jamás dejó de defender las ideas en las que creía.

Pienso que, además de una excelente escritora, fue una mujer libre en todos los aspectos y defendió esa libertad para todas las mujeres, reconociendo siempre que lo hacía desde una posición de privilegio que ella utilizaba para comprometerse aún más por el bien común.


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