"La gente muy bien educada nos hace sentir valiosos y respetados, por eso nos sentimos cómodos con ella a todos los niveles".
"La buena educación es la clave de la excelencia del ser humano".
"Buena educación es sinónimo de urbanidad, de cortesía, de buenas maneras, de civismo, de cultura, de prudencia, de finura, de tacto, de elegancia, de amabilidad, de simpatía, de cordialidad, de empatía, de sonrisa, de cortesía, de sentido del humor, de autocontrol..."
"El buen ser y el buen estar implican: naturalidad, puntualidad, sencillez, prudencia, discreción, tolerancia, cordialidad; en definitiva, pensar en los otros y colaborar con ellos. Hacer que nuestra vida social sea armoniosa, es decir agradable, honorable y confiable".
Todas estas ideas están plenamente vigentes, cuidadas y potenciadas, en el centro Emily Post en el exclusivo e interesante Tuxedo Park (New York).
Pero, ¿quién era Emily? Era una mujer americana, que nació en 1872 y fue educada en su hogar y escuelas privadas; su padre era un famoso arquitecto y su madre una exquisita dama de de la alta sociedad.
Conoció a Edwin (su futuro marido) en el baile de su presentación en sociedad; tuvieron dos hijos y ella empezó a escribir cuando los dos se fueron a la Universidad.
Su máxima aspiración era instruir a las personas sobre los buenos modales o la etiqueta, es decir, las reglas de conducta que indican la manera apropiada en que las personas deben comportarse en las más diversas situaciones. Pero no sólo "good manners", sino también habilidades sociales como saber elegir la ropa adecuada y jamás desentonar ni con actitudes ni con actos.
Lo que empezó siendo un hobby, se convirtió en una necesidad (interna y externa), ya que se tuvo que divorciar de Edwin, que no resultó ser del todo conveniente...
Publicó numerosos artículos y colaboró en emisoras de radio hablando de sus propias teorías para procurar que la vida "refinada" contribuyera a la evolución de la civilización. Sin una buena educación (de fondo y de forma) la convivencia resulta un poco complicada.
En 1904, publicó su primera novela, sin dejar de lado sus historias de ficción y sus estudios sobre la decoración de interiores para llegar a crear un hogar realmente equilibrado y confortable.
En 1922, publicó "Etiquette- The blue Book of Social Usage", con tal éxito que aún está en plena vigencia. Laura Claridge ha escrito una biografía muy interesante sobre Emily y en ella se dice que falleció a los 86 años sin haber dejado de escribir ni un sólo día de su dilatada vida.
En la actualidad, Alejandra Messervy, abandonó la Casa Real Británcia para montar su propia empresa, "The English Manner" y desde el 2001 (cuando la creó) hasta hoy no ha dejado de crecer por todo el mundo. Ofrece servicios de "educación y buenas maneras", así como de decoración y saber estar. Mueve unos 4.600 millones de €, lo que nos da una idea de la demanda social que existe acerca del tema. Los nuevos millonarios no quieren sólo serlo sino parecerlo. Gracias a la globalización económica, basada en internet, la reducción de las tarifas aéreas y el acceso universal a la telefonía móvil, su proyecto ha alcanzado límites insospechados.
Curiosamente, sus mejores clientes son "los agradables que quieren ser más agradables".
Estamos en un momento en el que retomar la buena educación sería un verdadero avance, un enorme paso hacia nuestra evolución como seres humanos. No debemos pensar sólo en nosotros, sino en los que nos precedieron y en los que nos seguirán.
Para ir calentado motores, "deseo a mis lectores un magnífico día".
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lunes, 3 de abril de 2017
EMILY POST
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domingo, 9 de noviembre de 2014
LAS BUENAS MANERAS
Erasmo rompía con la tradición medieval e inauguraba la concepción moderna del "savoir vivre" (vivir bien). La pequeña obra de que hablo se publicó en 1530 por primera vez y antes de que falleciera su autor se reimprimió más de treinta veces.
A lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII se llevaron a cabo más de 130 reediciones de esta obra que pronto se tradujo al francés, al inglés, al alemán y al checo. En España hasta 1985 no hemos tenido una traducción bilingüe (latín-castellano) llevada a cabo por el magnífico traductor Agustín García Calvo.
A través de su lectura nos podemos dar cuenta de que Erasmo concede a la urbanidad tal importancia que hace de ella uno de los objetos esenciales de la educación. Es la primera vez que el tema se trata de forma especial, metódica y amplia; capta como nadie la tendencia general en la época que respondía a una aspiración confusamente percibida de vivir de forma más refinada. No es de extrañar, por tanto, que el libro tuviera un éxito arrollador... hasta el punto de que se convirtió en un manual o catecismo para los niños en todas las escuelas.
El término civilidad, civilité, civility, civilitá, zivilität, en España no tiene fortuna prefiriendo términos como buena crianza, buenas maneras, cortesanía, urbanidad... Pero lo que sí es cierto que a partir de los cimientos levantados por Erasmo se construyó el gran edificio de la urbanidad que supone compartir la comida con los demás, el primer gesto que diferencia al ser racional del irracional. Según sus palabras: "Nadie puede elegir para sí padres o patria, pero puede hacerse su carácter y modales".
Por todo lo que acabo de contar, me ha parecido estupendo encontrarme con la magnífica noticia de que la directora del Centro Diplomacia Karina Vilella haya organizado, en una de las salas del emblemático Alvear Palace Hotel (Buenos Aires), un "té para niños" de seis a trece años en el que se aprende protocolo y, al mismo tiempo, se divierten. Ella está convencida de que los buenos modales hacen más fácil la convivencia y cuánto antes se aprendan, mejor. Especialista en ceremonial y protocolo sabe que el niño puede ir incorporando unas pautas de conducta que sean naturales en él y que cuando tenga que estar con los demás emerjan de forma natural y sin el menor encorsetamiento o afectación.
La buena educación viene del interior (del amor y el respeto hacia los demás) y las buenas maneras son su consecuencia (¡no al revés!). Premiar y estimular a los niños cuando su comportamiento es "impecable" no sólo les beneficia a ellos sino que los demás se ven obligados a comportarse de la misma forma, lo cual va creando un ambiente relajado, ordenado y sosegado en el que "sí" se pueden desarrollar las auténticas y cálidas relaciones humanas de las que, actualmente, andamos tan escasos...
No olvidemos que el niño es un ser humano en potencia y que cuánto mayor cuidado y dedicación le prestemos mayores posibilidades tendrá de llegar a ser la persona que está destinada a ser. Los adultos del siglo XXI tenemos grandes ventajas que nos permiten retomar el "savoir vivre" y creo que sería un buen contrapunto para la falta de gusto y refinamiento que se detecta en el ambiente.
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martes, 12 de agosto de 2014
SEDUCTOR: ENCANTADOR
"El campo de la felicidad no va de los demás a tí, sino de tí a los demas" (Michel Quoist).
Aunque el término "seducir" tiene connotaciones negativas, existe una acepción muy positiva que significa algo tan maravilloso, generoso y detallista como embargar o cautivar el ánimo de alguien con el fin de hacerle sentir bien y disfrutar de nuestra compañía.
"Seductor", en ese sentido, es casi lo mismo que "encantador". Cuando decimos que alguien es un encanto de persona, desearíamos que los demás pudieran decirlo de nosotros. El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define "encantar" como "atraer o ganar la voluntad de alguien por dones naturales como la hermosura, la gracia, la simpatía, el talento". Por tanto, alguien que podemos llamar seductor o encantador, sin duda habrá potenciado y ejercitado sus dones naturales, se habrá superado a sí mismo y habrá desarrollado la capacidad de caer bien a sus semejantes, cuidando las formas, valorándolos y reconociendo sus cualidades.
Aunque por naturaleza vengamos dotados de atractivo y cualidades, el auténtico seductor-encantador "se hace"; es fruto de una gran formación en actitudes positivas, en alegría de vivir, simpatía, buen carácter, buen humor y gracia. Todos sabemos que no es fácil merecer el calificativo de persona encantadora.
"Un encanto" es el que ha desarrollado al máximo sus habilidades para poder cautivar, convencer y atraer incluso a las personas más distantes. Y lo hace desde el respeto, el tacto, la simpatía, la elegancia, las buenas formas, el halago y las muestras de afecto.
En las relaciones humanas, incluso con personas desconsideradas, mal educadas y de pésimo carácter, el seductor termina por vencer. Su gracia, su simpatía, su sutileza - es un gran observador práctico - le permiten dar a cada uno lo que necesita y esto le convierte en la persona ideal para negociar y llevar los asuntos más difíciles a buen puerto...
"La verdad ha de darse al hombre envuelta en mieles. Ha de hacérsela risueña y amable, para que el hombre, seducido por su apariencia externa, se acerque a ella y la oiga sin saber que la oye". O como decía Ortega y Gasset: "Para persuadir hay que seducir".
Os sugiero que toméis buena nota de esta cita y procuréis llevarla a la vida diaria. Pronto caeréis en la cuenta de que os estáis haciendo un gran favor a vosotros mismos, pues tendréis más amigos, evitaréis incontables problemas y disgustos, seréis mucho más felices y la gente os acogerá, os valorará y tendrá en mucha más estima.
Esta es una pequeña reflexión veraniega que me ha sugerido este delicioso cuadro de Palmaroli y que se llama "La Confesión".
Aunque el término "seducir" tiene connotaciones negativas, existe una acepción muy positiva que significa algo tan maravilloso, generoso y detallista como embargar o cautivar el ánimo de alguien con el fin de hacerle sentir bien y disfrutar de nuestra compañía.
"Seductor", en ese sentido, es casi lo mismo que "encantador". Cuando decimos que alguien es un encanto de persona, desearíamos que los demás pudieran decirlo de nosotros. El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define "encantar" como "atraer o ganar la voluntad de alguien por dones naturales como la hermosura, la gracia, la simpatía, el talento". Por tanto, alguien que podemos llamar seductor o encantador, sin duda habrá potenciado y ejercitado sus dones naturales, se habrá superado a sí mismo y habrá desarrollado la capacidad de caer bien a sus semejantes, cuidando las formas, valorándolos y reconociendo sus cualidades.
Aunque por naturaleza vengamos dotados de atractivo y cualidades, el auténtico seductor-encantador "se hace"; es fruto de una gran formación en actitudes positivas, en alegría de vivir, simpatía, buen carácter, buen humor y gracia. Todos sabemos que no es fácil merecer el calificativo de persona encantadora.
"Un encanto" es el que ha desarrollado al máximo sus habilidades para poder cautivar, convencer y atraer incluso a las personas más distantes. Y lo hace desde el respeto, el tacto, la simpatía, la elegancia, las buenas formas, el halago y las muestras de afecto.
En las relaciones humanas, incluso con personas desconsideradas, mal educadas y de pésimo carácter, el seductor termina por vencer. Su gracia, su simpatía, su sutileza - es un gran observador práctico - le permiten dar a cada uno lo que necesita y esto le convierte en la persona ideal para negociar y llevar los asuntos más difíciles a buen puerto...
"La verdad ha de darse al hombre envuelta en mieles. Ha de hacérsela risueña y amable, para que el hombre, seducido por su apariencia externa, se acerque a ella y la oiga sin saber que la oye". O como decía Ortega y Gasset: "Para persuadir hay que seducir".
Os sugiero que toméis buena nota de esta cita y procuréis llevarla a la vida diaria. Pronto caeréis en la cuenta de que os estáis haciendo un gran favor a vosotros mismos, pues tendréis más amigos, evitaréis incontables problemas y disgustos, seréis mucho más felices y la gente os acogerá, os valorará y tendrá en mucha más estima.
Esta es una pequeña reflexión veraniega que me ha sugerido este delicioso cuadro de Palmaroli y que se llama "La Confesión".
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