"El campo de la felicidad no va de los demás a tí, sino de tí a los demas" (Michel Quoist).
Aunque el término "seducir" tiene connotaciones negativas, existe una acepción muy positiva que significa algo tan maravilloso, generoso y detallista como embargar o cautivar el ánimo de alguien con el fin de hacerle sentir bien y disfrutar de nuestra compañía.
"Seductor", en ese sentido, es casi lo mismo que "encantador". Cuando decimos que alguien es un encanto de persona, desearíamos que los demás pudieran decirlo de nosotros. El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define "encantar" como "atraer o ganar la voluntad de alguien por dones naturales como la hermosura, la gracia, la simpatía, el talento". Por tanto, alguien que podemos llamar seductor o encantador, sin duda habrá potenciado y ejercitado sus dones naturales, se habrá superado a sí mismo y habrá desarrollado la capacidad de caer bien a sus semejantes, cuidando las formas, valorándolos y reconociendo sus cualidades.
Aunque por naturaleza vengamos dotados de atractivo y cualidades, el auténtico seductor-encantador "se hace"; es fruto de una gran formación en actitudes positivas, en alegría de vivir, simpatía, buen carácter, buen humor y gracia. Todos sabemos que no es fácil merecer el calificativo de persona encantadora.
"Un encanto" es el que ha desarrollado al máximo sus habilidades para poder cautivar, convencer y atraer incluso a las personas más distantes. Y lo hace desde el respeto, el tacto, la simpatía, la elegancia, las buenas formas, el halago y las muestras de afecto.
En las relaciones humanas, incluso con personas desconsideradas, mal educadas y de pésimo carácter, el seductor termina por vencer. Su gracia, su simpatía, su sutileza - es un gran observador práctico - le permiten dar a cada uno lo que necesita y esto le convierte en la persona ideal para negociar y llevar los asuntos más difíciles a buen puerto...
"La verdad ha de darse al hombre envuelta en mieles. Ha de hacérsela risueña y amable, para que el hombre, seducido por su apariencia externa, se acerque a ella y la oiga sin saber que la oye". O como decía Ortega y Gasset: "Para persuadir hay que seducir".
Os sugiero que toméis buena nota de esta cita y procuréis llevarla a la vida diaria. Pronto caeréis en la cuenta de que os estáis haciendo un gran favor a vosotros mismos, pues tendréis más amigos, evitaréis incontables problemas y disgustos, seréis mucho más felices y la gente os acogerá, os valorará y tendrá en mucha más estima.
Esta es una pequeña reflexión veraniega que me ha sugerido este delicioso cuadro de Palmaroli y que se llama "La Confesión".
Cada vez es mas dificil conocer a personas con luz propia capaces de seducir. Por eso cuando alguien así aparece en tu vida, intento compartir todos los momentos posibles. M.G.
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