sábado, 14 de octubre de 2023

PUERTAS Y UMBRALES

 

A lo largo de la historia, el ser humano siempre ha prestado atención a la construcción y a la decoración de las puertas; hay pocos elementos que hayan marcado tanto la civilización. Además de la escritura, el comercio o la organización social de las ciudades, las puertas nos diferencian de nuestros antepasados prehistóricos, ya que están íntimamente unidas a uno de los grandes inventos de la humanidad: la arquitectura.

Sin embargo, pese a lo importantes que son para nuestra cultura, el ritmo de vida actual hace que en muchas ocasiones no seamos conscientes de su mera presencia. La rapidez que nos envuelve y nos condiciona y la necesidad imperiosa de alcanzar nuestros objetivos lo antes posible hacen que percibamos los umbrales y los lugares de tránsito como obstáculos entre nosotros y nuestros anhelos. Lo queremos todo y lo queremos ya, y, cuando trasladamos esta idea al turismo y a los viajes, las puertas quedan en segundo plano.

Pero toda puerta marca un tránsito. El umbral enmarcado por las jambas y los dinteles son un espacio entre dos realidades, la frontera entre dos mundos y dos estados. Las puertas no son solo elementos arquitectónicos que nos permiten trasladarnos entre los espacios interiores, o desde el exterior al interior de un edificio, y viceversa, sino que poseen también un importante significado simbólico.

Como lugares de paso, están relacionadas con conceptos tan importantes como los de cambio o evolución; pueden ser consideradas como el vínculo entre el sueño y la vigilia, entre la luz y las tinieblas, entre la ignorancia y la sabiduría, entre la vida y la muerte...

Por eso, al desempeñar un papel clave, necesitan protección. La puerta es un espacio frágil y siempre está decorada y ensalzada. Es el lugar más débil de la casa en caso de un hipotético peligro, por eso los romanos elegían como protector al dios Jano, quien con sus dos cabezas podía vigilar en ambas direcciones.

Pero la puerta que más debemos resguardar es la que protege nuestro interior. En permanente estado de alerta, intentaremos detectar peligros más sutiles e invisibles que siempre están al acecho para introducirse, sin que apenas nos demos cuenta, y que son los más dañinos: aquellos que nos provocan inquietud y confusión en la mente e intentan debilitar la pureza de nuestro corazón.



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